Opinión | INVASIÓN RUSA

Punto de inflexión en la guerra de Ucrania

La contraofensiva de Kiev para recuperar territorio controlado por las fuerzas rusas descoloca al Kremlin y muestra la eficacia de la ayuda occidental

Un soldado ucraniano en Járkov, a principios de septiembre.

Un soldado ucraniano en Járkov, a principios de septiembre. / David Ryder / Zuma Press / Contacto / EUROPA PRESS

Tras 200 días de guerra, Ucrania ha provocado un punto de inflexión al recuperar 6.000 kilómetros cuadrados en el este y el sur del país. Aunque Rusia ha presentado inútilmente el repliegue de sus efectivos como un movimiento destinado a concentrar recursos en Donetsk y en la ruta de Mariupol, la ofensiva ucraniana ha puesto en fuga al Ejército ruso gracias al empleo de material de última generación enviado por los socios de la OTAN. Es una derrota aún más rotunda que el repliegue ruso en varios frentes tras su fracaso en Kiev. Al error de cálculo inicial de Vladímir Putin se añade la desastrosa planificación bélica por parte de los generales rusos y las deficiencias logísticas que han mostrado los combates de un Ejército minado por la corrupción.

Ni el más pesimista de los generales temió una contraofensiva como la presente. Los planes originales preveían un revival de Budapest en 1956 o Praga en 1968: un paseo militar hasta Kiev, el desmantelamiento del régimen ucraniano y la proclamación de un Gobierno títere. Después, la ocupación del este y el sur de Ucrania hasta Odesa. Nadie pensó en el Kremlin en una prolongada situación de estancamiento en los frentes ni en un contrataque efectivo de Ucrania. Y nadie vislumbró el alcance y la efectividad de la reacción occidental para auxiliar a Ucrania.

Aunque Moscú lo niegue, son enormes los daños de las sanciones a su economía y los reveses a su ejército

Lo que está por ver es si tal cambio en el frente propicia a la larga la apertura de negociaciones, aunque sea mediante potencia interpuesta, o sucederá lo contrario y se intensificarán los combates para explotar el éxito, por parte de Ucrania, y para recuperar el terreno perdido, por parte de Rusia. Eso llevaría a una nueva versión de la guerra del péndulo, con avances y retrocesos costosos en vidas pero insuficientes para decantar la suerte del conflicto. Que el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergéi Lavrov, no haya descartado la vía negociadora es un primer indicio de que algo puede moverse. Sin embargo, el comportamiento desafiante de Putin durante las maniobras militares desarrolladas en el extremo oriental de Siberia induce a pensar lo contrario.

Tampoco se puede contar para decantar el conflicto con una intensificación de la implicación de la OTAN y la UE, porque podrían aparecer ante Putin como beligerantes directos en la contienda. En la estrategia del Kremlin para quebrar la unidad de los aliados de Ucrania sigue siendo fundamental provocar el mayor daño posible a sus economías. El entorno de Putin está convencido de que las estrecheces que se prevén para el próximo invierno fracturarán a la UE. Pero los daños que debe afrontar la economía rusa y los reveses de su Ejército son asimismo enormes, aunque Moscú lo niegue. No es casual que algunos oligarcas empiecen a temer por la suerte de sus negocios. Putin puede presumir en público de que las sanciones occidentales no han dañado sustancialmente el PIB del país, pero todo apunta justamente a lo contrario.