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Que los árboles no nos impidan ver el bosque

Consejo de Ministros

Consejo de Ministros / EP

Las mujeres han estado excluidas durante muchos años de las instituciones políticas, especialmente del poder ejecutivo. Si bien es cierto que queda mucho recorrido para llegar a la igualdad de género, algunos países se han apresurado a nombrar mujeres en las posiciones más prestigiosas de los gobiernos. España es un ejemplo claro cuando en 2018 el gobierno de Pedro Sánchez designó a un 64,7% de ministras. En los últimos años Austria o Francia también han seguido la misma estela y han incorporado un 50% de mujeres en el gobierno, sumándose todos ellos a la lista de países que tienen una presencia equilibrada de género, como ya lo estaban Suecia o Finlandia. 

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. En 2004, cuando el gobierno de Rodríguez-Zapatero nombró a un 50% de mujeres como ministras, solo el 12% de las secretarias de Estado lo eran. Esa cifra no mejoró hasta que no entró en el poder Sánchez que, aunque ascendió el porcentaje de mujeres como secretarias de Estado, lo hizo en una cantidad inferior a las que había nombrado como ministras. Es decir, estos gobiernos han seleccionado a muchas más mujeres en posiciones visibles que en la trastienda, la cual continua masculinizada. No es una mala noticia tener a mujeres en estas posiciones tan prestigiosas, pero puede parecer que hay cierta instrumentalización si no va acompañada con la feminización de toda la estructura. Los datos de Civio vienen a reforzar este decalaje, mostrando que solo el 33% de los altos cargos son mujeres, no llegando a la paridad en muchos de los nombramientos.

Factores

¿Por qué sucede esta sobrerepresentación masculina en los altos cargos? Los estudios enfatizan dos factores clave que dificultan la entrada a las mujeres. Las redes informales masculinas, que se han ido construyendo a lo largo de los años, ofrecen espacios informales dónde se continúan tomando decisiones, y constituyen la principal barrera para las mujeres. Ellas, debido a la doble jornada laboral –es decir, la desigual distribución del trabajo doméstico- no disponen de tanto tiempo libre para realizar actividades de ocio con sus compañeros de partido o de trabajo. El ejemplo más prototípico de esto es ir “a tomar algo” una vez se ha finalizado la jornada laboral, allí se puede decidir quién va a nombrarse en las diferentes posiciones. Esta forma de complicidad masculina rara vez se pone en cuestión, aunque juega un papel crucial el nombramiento de cargos. 

Por el otro lado, lo que se ha llamado “recursos expresivos” es otro factor clave para explicar esa sobrerepresentación de los hombres en altos cargos. Estos hacen referencia a las características o atributos que tradicionalmente se han asociado al género masculino y, por ello, son mejor valorados. Por ejemplo, un liderazgo imponente, seguro y autoritario tiende a transmitir mayor competencia o simpatía y, sobre todo, se reconoce a esa persona como mejor líder por el resto de miembros. Así, los que poseen estas cualidades es más probable que sean nombrados como altos cargos, ya que los ministros pueden seleccionar a su equipo en función de su experiencia profesional

Sin embargo, hay varios condicionantes que pueden favorecer el incremento de mujeres en estas posiciones. Cuando el partido que se incorpora al Gobierno tiene una ideología de izquierdas o ha implementado cuotas de género en su organización tiende a nombrar más mujeres. Estos partidos tienden a estar más comprometidos con la igualdad de género y son más conscientes de las barreras que tienen que enfrentarse las mujeres para llegar a estas posiciones, con lo cual, tienden a esforzarse más para llegar a la paridad. Además, estos partidos tienen sectores feministas robustos que incentivan unos nombramientos más equilibrados. Esto se observa claramente en los datos proporcionados por Civio: durante todo el periodo del gobierno de Rajoy consta que, como máximo, se había nombrado a un 23% de mujeres en altos cargos, mientras que cuando accede al poder el ejecutivo liderado por Sánchez la cifra incrementa 7 puntos, llegando incluso a un 33%. También este aumento se visibiliza en las mujeres nombradas como secretarias de Estado, pasando de un 29% a un 44%.

Otro factor que ayuda a la incorporación de mujeres como altos cargos es equilibrio de género dentro de los ministerios. En otras palabras, en un principio se había asumido que tener ministras mujeres fomentaba la feminización de los altos cargos. Sin embargo, un reciente estudio elaborado por Field muestra que no importa tanto el género del ministro, sino la composición de género del grupo seleccionador (cuanto más feminizado, más mujeres se van a nombrar). Esto puede explicar por qué en algunas áreas es mucho más intensa la sobrerrepresentación masculina como por ejemplo en transportes, consumo, asuntos exteriores o la presidencia del gobierno -con la última incorporación de Antonio Hernando dejando sin mujeres al núcleo central-, entre otros. 

El nombramiento de mujeres en los gobiernos es muy relevante tanto en simbología como en la priorización de temas en la elaboración de políticas públicas, pero esos árboles no nos deben impedir ver que aún existe un bosque del núcleo duro muy masculinizado.