Opinión | MADRID CON GAFAS PLURALES

La periferia no importa nada

Me quedo con el Madrid de los barrios, la vida más allá de la M-30 y me gustaría que la clase política trabajase para todos los madrileños vivan donde vivan

Bloque de viviendas en el Ensanche de Vallecas.

Bloque de viviendas en el Ensanche de Vallecas. / FERNANDO ALVARADO / EFE

Llevo más de ocho años en Madrid, cuando me vine a estudiar desde Sagunto (Valencia) un máster y aquí me quedé gracias a las oportunidades laborales que ofrece la capital. Siempre he vivido fuera de la M-30: Canillas, Las Rosas y ahora en el Ensanche de Vallecas. Trabajo en el centro y vivo en la periferia, por una cuestión económica pero también por convicción: me agota el estrés y la muchedumbre de Alcalá, Callao o el Paseo de Recoletos.

La periferia importa poco para los diferentes ayuntamientos. A pesar de haber conocido ya a dos alcaldes de diferente signo político como Manuela Carmena y José Luis Martínez Almeida su gestión al frente del Palacio de Cibeles no difiere tanto como cabría pensar. En el mandato de Carmena una de las principales críticas que hacía la oposición era que las calles estaban sucias. Sin embargo, no veo que las calles de los barrios ahora estén más limpias que en 2019. El centro, salvo raras excepciones, siempre está bien cuidado, cuando no hay obras innecesarias en calles o plazas en las que el pavimento es de apenas dos legislaturas. La Puerta del Sol es el mejor ejemplo de que a los alcaldes les gusta dejar su impronta dentro de la M-30.

En los barrios, sin embargo, hay mucho por hacer y es donde la mayoría de madrileños han decidido o les ha tocado vivir por el elevado precio de la vivienda que hay en la ciudad. En el Ensanche de Vallecas, por ejemplo, la lista es larga: el cierre de la incineradora de Valdemingómez, la mejora del arbolado del Parque de la Gavia, el acceso a la M-30... Con todo, me sigo quedando con la vida de los barrios, los baretos de caña y tapa y el Madrid castizo de los que levantan la persiana y baldean las calles. En España, como en Madrid, tengo la misma sensación: la periferia no importa nada.