LA VIDA CONTIGO

Qué fue de… Gunilla von Bismarck, bisnieta del canciller alemán que amenizó las fiestas de la jet set marbellí y se declaró defensora de Jesús Gil

“Yo le doy a la gente la impresión de que la vida es bella”, contó en una entrevista, "tengo una misión en la vida: divertir a la gente, hacerla feliz”

Gunilla von Bismarck, bisnieta del canciller alemán.

Gunilla von Bismarck, bisnieta del canciller alemán. / GUNILLA VON BISMARCK

Marbella no era más que una tranquila aldea de pescadores cuando, allá por 1954, el príncipe Alfonso Hohenlohe, ahijado de Alfonso XIII, abrió allí el Marbella Club, un hotel de lujo que en menos que canta un gallo conquistaría a famosos y millonarios de todo el mundo. Al establecimiento, que se convirtió en escenario de las míticas fiestas de la jet set de los años sesenta, se uniría en 1970 Puerto Banús, que siguió en buena parte la estela del Marbella Club y apuntaló el prestigio de la Costa del Sol como destino turístico de referencia. Tanto es así, que en 1972, debido al gran incremento del tráfico aéreo, el aeropuerto de Málaga abrió una terminal específica para los aviones de la jet set.

En poco tiempo, Marbella empezó a ser conocida como la ciudad de las mil y una noches. Una de las personas que ayudaba a animar aquellas fiestas nocturnas de las que tanto hablaban respondía al nombre de Gunilla von Bismarck y era bisnieta del Canciller de Hierro alemán. “Yo le doy a la gente la impresión de que la vida es bella”, contó en una entrevista. “De que no hay motivos para sentirse triste. Y mi alegría les gusta. Les gusta que yo sea feliz, y ese sentimiento ya les hace un poquito mejores. Yo tengo una misión en la vida: divertir a la gente, hacerla feliz”.

Aquella rubia alta y de sonrisa perenne, nacida en el castillo de Friedrichsruh en 1949, se educó en Estocolmo y fue compañera de clase del rey Carlos Gustavo de Suecia. La quinta de seis hermanos, todavía era una niña cuando pisó por primera vez la Costa del Sol, donde sus padres adquirieron a una finca en la que empezó a pasar todos los veranos. El terreno estaba ubicado al lado del Marbella Club, en el que conoció a Luis Ortiz, hijo de uno de los censores oficiales de RTVE, quien le gustó nada más verlo. “Cuando conocí a Gunilla yo acababa de llegar de América. Yo tenía una novieta, pero se terminó la historia y Gunilla y yo nos fuimos a vivir juntos”, confesó luego Luis, un fiestero empedernido al que la alemana alejó a tiempo de las noches de alcohol, drogas y desenfreno.

Se casaron en la capilla de un castillo alemán en octubre de 1978, tras seis años de noviazgo, y echaron raíces en Marbella, donde compraron una casa y criaron a su único hijo, Francisco José, ahijado de la reina Silvia de Suecia. “Apenas voy a Alemania, es muy aburrida”, aseguró Gunilla a Interviú. “Cuando me casé con Luis, cuando quisimos tener a nuestro hijo, decidí hacer solo aquello que me divirtiera. Viajar, conocer gente, gastar dinero… Me encanta el dinero, me gusta tanto comprarme ropa, asombrar a mis amigos con cosas extravagantes y divertidas. Las joyas, los perfumes, no tener que calcular lo que me queda o lo que puedo gastarme,...”.

A la condesa Von Bismarck le fascinaba asimismo gustar y estar guapa porque, según decía, también a ella le gustaba ver a su alrededor gente guapa. Como además siempre tuvo la suerte de nadar en la abundancia, presumía de su estatus de sibarita. “Paso el verano en Marbella y, como no me gusta el frío, el invierno en Brasil, donde tengo una finca”, señaló una vez. “¡Ah!, y quince días en Saint-Moritz y, para compensar, otros quince en Hawai. Y solamente acudo a las fiestas en las que voy a pasármelo en grande. He aprendido a escoger mis amigos, no de la sociedad, sino aquella gente que me divierte, que es alegre y siempre está contenta como yo”.

Gunilla von Bismarck con Chiquito.

Gunilla von Bismarck con Chiquito. /

Para poder seguir viviendo a todo tren, la reina indiscutible del papel cuché en la época dorada de Marbella realizó trabajos eventuales de publicidad y llegó a convertirse en copropietaria de un barco para excursiones turísticas. Y a principios de 1989, tras una ola de rumores sobre su supuesta crisis matrimonial, Luis y ella optaron por anunciar su divorcio para poder hacer caja con la venta de la exclusiva. Llamó la atención entonces el hecho de que la pareja continuase haciendo vida en común bajo el mismo techo. “Después de un año volvimos a vivir juntos”, explicaría años después él. “Como si no hubiera pasado nada. Siempre nos hemos querido. Alguna vez me ha puesto las maletas en el pasillo después de llegar a las tantas con un melocotón. Pero nunca le he puesto los cuernos. Me iba a la discoteca, me perdía... A las dos de la mañana Gunilla se retiraba, pero yo me quedaba. A partir de las dos la gente que bebe se pone pesada. Aunque la peor de todas las drogas es el juego y el alcohol”.

Durante los noventa, Gunilla cambió el sol de Marbella por el de Montecarlo. Al menos de forma oficial, y a efectos de escaquearse de declarar las ganancias que obtenía en España, donde seguía parando habitualmente, algo que la llevó a meterse en problemas con la Hacienda española. Quizás le enseñó a echarle jeta a la cosa Jesús Gil, junto al que se pirraba por fotografiarse en los días de vino y rosas del entonces alcalde de la ciudad. Hasta se llegó a rumorear que el Ayuntamiento de Marbella untaba a la alemana por ejercer de relaciones públicas. “Marbella había bajado muchísimo con los socialistas y, en el momento en el que llegó Jesús Gil, subió enormemente”, aseguró con su característico acento exótico Gunilla, que llegó a encabezar una manifestación de apoyo al político cuando este entró en prisión, en enero de 1999, por desviar dinero público al Atlético de Madrid.

Cuando la vieja Marbella cayó, Gunilla dejó de copar el interés mediático. Ahora, a sus 73 años, la alemana ha dejado a un lado las fiestas en discotecas y apenas se prodiga en medios, aunque en los últimos veranos se ha dejado ver en los conciertos del Starlite Festival. Asegura vivir a caballo entre Suiza, Alemania y Marbella, y hace poco vendió su ostentosa mansión Villa Sagitario para comprar una casa más modesta en la sierra de Istán, donde disfruta compartiendo tiempo con su inseparable Luis Ortiz, que recientemente ha superado un cáncer de próstata, y su hijo Francisco, uno de los creadores de la red social Tuenti, que en 2010 contrajo matrimonio en Zúrich con Elisabet Dutú.

“Antes el inicio del estío eran las galas benéficas”, señaló Gunilla en su penúltima entrevista. “Acudíamos religiosamente a todas. Ahora nos encantan planes más tranquilos como estos conciertos maravillosos en la cantera de Nagüeles, recibir amigos en casa y reírnos con nuestros nietos. Todos hemos cambiado. Yo he cambiado menos físicamente que por dentro. En mi interior estoy más tranquila y soy más crítica. No me gusta el mundo de hoy. En los setenta y ochenta todo era más alegre. Hoy… todo es mucho más aburrido”.