LA VIDA CONTIGO

Qué fue de…. Chábeli Iglesias, pionera en el arte de rentabilizar la categoría de 'hija de'

Al principio, como su madre Isabel Preysler, fue toda una maestra negociando exclusivas para revistas; ahora lleva una vida mucho más tranquila

Chabeli y Julio Iglesias.

Chabeli y Julio Iglesias. / INSTAGRAM

Hubo un tiempo en que Chábeli Iglesias era vista como la heredera de su madre, Isabel Preysler, toda una maestra en el arte de negociar la venta de exclusivas. De hecho, el dinero que las distintas revistas del corazón pagaban a la filipina a cambio de noticias y posados llegó a convertirse en su principal fuente de ingresos. También su padre, Julio Iglesias, utilizó a menudo este tipo de publicaciones para propagar las informaciones personales que consideraba oportunas. A modo de curiosidad, el divorcio entre la socialité y el cantante, en 1978, fue el primero en España que tuvo un comunicado oficial, publicado en ¡Hola!, revista de cabecera del clan. 

Tres años después de su separación, el cantante que más discos vendió en el mundo durante la primera mitad de los años ochenta escribió la letra de De niña a mujer, cumpliendo así el deseo de su hija Chábeli, que le había pedido que le dedicara una canción. Según cuenta Hans Laguna en el libro Hey! Julio Iglesias y la conquista de América, a diferencia de la canción Hey, “donde la destinataria tenía que deducirse”, en De niña a mujer el madrileño “quiso dejar claro que las palabras se dirigían exactamente a su hija”. Por ello, explica el autor, el cantante decidió que Chábeli apareciera junto a él en la portada de su siguiente elepé, que se llamaría como la canción. 

Gracias a aquella exitosa canción, Julio Iglesias consiguió transmitir la imagen de padrazo soltero, aunque, en realidad, estaba lejos de ser un buen padre. “La entrega absoluta a su fulgurante carrera musical, mediática y amatoria era incompatible con el debido cuidado de sus hijos”, apunta en el libro su biógrafo. “En las temporadas que estos pasaban en Indian Creek, solo veían a su padre ‘un día al mes’. Cuando coincidían en la casa y Julio les requería, Chábeli solía exclamar: ‘Bah, será que ha llegado el fotógrafo del ¡Hola! y quiere que vayamos a posar”.

Al menos durante un tiempo, aquella gran exposición mediática no fue un problema para Chábeli, quien estudió en el St. Anne's School, un colegio británico y católico del que su madre la sacó, debido a su mal rendimiento, para llevarla a un internado en Inglaterra. "¿No vive la prensa de nosotros?", exclamó una vez la muchacha, que todavía era bien jovencita cuando empezó a posar de buena gana para reportajes que informaban de asuntos como sus destinos preferidos y sus amigos entrañables-novios, previo pago de su importe. 

La boda con Ricardo Bofill

Alcanzó su pico de fama en 1993, cuando, después de enamorarse en tiempo récord de Ricardo Bofill, hijo del afamado arquitecto del mismo nombre, al que conoció en enero de ese año durante un viaje a Marruecos (o varios meses antes, en un céntrico restaurante madrileño, según otra de las versiones que circulan por ahí), se casó en el despacho de arquitectura del padre del novio. "Quería hacerlo en casa", apuntó luego Bofill junior. "Quería crear un ambiente familiar para una fiesta del amor, más que una boda". Por supuesto, la pareja se aseguró de vender las fotos del enlace a las principales revistas del corazón por unos suculentos treinta millones de pesetas

Todo salió bien a pesar de la prohibición de la ceremonia religiosa posterior, y el banquete, servido por El Bulli de Roses, estuvo regado con champán francés y cava catalán. Aunque la cena fue abundante, la novia, que ese día vestía un traje creado por la boutique Dafnis sobre una idea de Valentino, confesó que llegó a quedarse con hambre: “Entre besos y saludos, no pude cenar y tuve que acabar con las sobras de todo el mundo”. Julio Iglesias, que aquella noche bailó el clásico vals con Chábeli, le regaló unos pendientes y un broche de brillantes, mientras que Preysler optó por un grabado de Picasso. El padre del novio, que además se encargó de todos y cada uno de los detalles de ambientación decorativa, sorprendió a Bofill con un coche y una moto.

Pero el feliz matrimonio hizo aguas pronto y los rumores de crisis fueron constantes en los meses siguientes, por mucho que Chábeli se empeñara en proclamar a los cuatro vientos que la cosa marchaba bien. En un reportaje para la revista Diez Minutos, concedido en octubre de 1994, la pareja apareció posando en su coqueta casa de Miami para hacer partícipes a los lectores en la felicidad que según ellos sentían al estar juntos. En ese momento Bofill impartía clases de arquitectura en la Universidad de Miami y colaboraba en distintos proyectos arquitectónicos de su padre, mientras que su esposa ejercía de presentadora en un programa de entrevistas a personalidades de todo tipo y condición emitido en Univisión (al tiempo que soñaba con llegar a hacer cine). "Me han entrevistado toda la vida, me han agobiado, y quiero agobiar yo también", comentó Chábeli en tono de broma. "Tengo aún mucho que aprender de los periodistas. No solo no tengo absolutamente nada contra ellos, sino que me siento agradecida porque me han hecho lo que soy ahora. Acepté el reto porque quiero demostrar a la gente que yo no solo soy la hija de Julio Iglesias".

"Quizá demasiado tranquila" para su marido

Tan solo un año y medio después del bodorrio, la abogada de Chábeli emitió un comunicado para anunciar que la pareja se había separado de mutuo acuerdo, debido a "desavenencias surgidas en la vida conyugal". La celebridad apostilló luego que "la forma de vida y lo que de la vida quiere Ricardo es diferente a lo que yo quiero. Yo soy una persona bastante tranquila y muy casera. Quizá demasiado tranquila para él". Lo que en realidad ocurría es que Bofill era adicto a la juerga nocturna y las drogas, y esa circunstancia superó por completo a la persona con la que compartía techo. 

Chábeli Iglesias lanzó su propia colección textil para el hogar en 2020.

Chábeli Iglesias lanzó su propia colección textil para el hogar en 2020. / EDSON SMITTER

En una entrevista concedida algunos años después al escritor Miquel de Palol, el rebelde catalán confesó que la droga le había llegado a angustiar hasta el punto de automedicarse. Y añadió: "Me había vuelto un egoísta, me había convertido en una bête du circ, en un exhibidor folclórico de mí mismo, metido en una espiral de falta de respeto por la familia, por las mujeres y por mí mismo. Era un sádico hedonista que causaba daño a los demás sin que me afectase. Mi padre me aconsejó un doctor, una eminencia apreciada internacionalmente. Me reconoció y recomendó el ingreso inmediato. Ni un minuto más. Cuando entré aquí, me daban tres meses de vida si continuaba con este ritmo".

En realidad, Chábeli superó sin ningún trauma su separación. En marzo de 1997, cobró un millón y medio de pesetas por convertirse en la invitada estrella del primer programa de Tómbola, en el que también participaron Sofía Mazagatos, Carmen Martínez Bordiú, Marlene Mourreau, Antonia Dell´Ate y Carmina Ordóñez. Sin embargo, aquel intento de entrevista fue frustrado por las burlas e insultos que recibió la invitada por parte de algunos de los periodistas allí presentes, que fueron incapaces de morderse y sujetar su lengua al comprobar el morro que Chábeli le estaba echando al asunto a la hora de hablar de la poca seriedad y credibilidad que en su opinión caracterizaba a la prensa del corazón española. Airada, se levantó del asiento y abandonó aquel plató exclamando al presentador del espacio: "Me da vergüenza tu programa, ¡esta gente son gentuza!".

Negocio inmobiliario y diseño

Solo unas semanas después, de nuevo a golpe de talonario, recurrió a las revistas para anunciar que mantenía un romance con James Miller, un empresario norteamericano trece años mayor que ella. “Antes sentía que podía manipular a todo el mundo. Con Jaime es distinto. Es la única persona de las que ha salido conmigo que me domina", afirmó sobre el hombre que ocuparía su corazón hasta finales de 2000. En octubre del siguiente año, se casó con Christian Altaba, hijo de un empresario inmobiliario de origen mallorquín que residía en Miami. El día de la boda, que se celebró en la más estricta intimidad, Chábeli estaba ya embarazada de su hijo Alejandro, quien nació cuatro meses antes de la fecha prevista, pesando apenas un kilo, en el hospital Jackson de Miami. Su hermana Sofía llegó al mundo en enero de 2012. Como no podía ser de otra manera, la madre de la criatura hizo pública la noticia a través de ¡Hola!.

También escogió hablar en exclusiva con su revista preferida cuando trascendió la noticia de que varios años antes había denunciado a Christian por malos tratos. Chábeli aprovechó la ocasión para asegurar que el empresario nunca le había puesto la mano encima, y que todo sucedió cuando una pelea que mantuvieron en septiembre de 2007 en su residencia de Miami alcanzó peligrosos decibelios y eso la asustó: “Puse una denuncia, pero luego la retiré para no magnificar lo que simplemente había sido una discusión de pareja. También quiero aclarar que es totalmente falso que el juez dictara una orden de alejamiento contra mi marido”.

Luego confesó a Vogue que, después de haber denunciado a su marido, "nuestro matrimonio es mucho más sólido". Ya con la economía bien apañada, Chábeli se fue alejando de los focos y vio cumplido su mayor deseo: ejercer de madre y esposa deluxe. Ya cuando era presentadora comentaba públicamente que quería retirarse pronto del mundo profesional para dedicarse "a criar a mis hijos y quedarme en casa”. En una de las pocas entrevistas que ha concedido en los últimos años, por supuesto a la revista del saludo, Chábeli accedió a posar con su marido y sus hijos en su casa de Palm Beach y relató que, además de dedicarse a comprar casas, reformarlas y luego venderlas, estaba haciendo sus pinitos como diseñadora de artículos para el hogar. Que no solo de amor y lujo vive el hombre. 

Chábeli Iglesias (en la parte de atrás del coche) con Tamara Falcó y Ana Boyer saliendo del Hotel Ritz.

Chábeli Iglesias (en la parte de atrás del coche) con Tamara Falcó y Ana Boyer saliendo del Hotel Ritz. / FRANCISCO GUERRA