Entrevista | Roelf Meyer Político sudafricano

Roelf Meyer, del lado opresor del 'apartheid' a ministro de Mandela: "Empezamos como adversarios y buscamos objetivos comunes"

Como miembro del Partido Nacional que aplicó el régimen de supremacismo blanco durante décadas, se convirtió en una pieza clave en las negociaciones que pusieron fin a la segregación racial

Roelf Meyer.

Roelf Meyer. / Wikipedia

Irene Benedicto

Roelf Meyer (Gqeberha, Sudáfrica, 1947) formaba parte del Partido Nacional, el que aplicó el 'apartheid' en Sudáfrica durante décadas. Pero Meyer hizo una transformación y se convirtió en una pieza clave para las negociaciones de paz y el fin del supremacismo blanco. Fue Ministro de Desarrollo Constitucional en el Gobierno de Mandela. Luego se retiró de la política y aplica las lecciones de paz que aprendió en su país para la resolución de conflictos como el de Israel-Palestina. Fue uno de los artífices de las primeras elecciones democráticas en 1994, y en el 30 aniversario de aquellos comicios se entrevista con EL PERIÓDICO.

Pasó de estar en el lado que imponía el 'apartheid', el Partido Nacional, a ser una pieza clave en las negociaciones para terminar con ese sistema opresor. ¿Cómo se hace tal transición?

Fui educado en el 'apartheid', como la mayoría de los blancos de la época, pero en los años 70 empecé a cuestionarme por qué la ley privaba de los derechos a los negros. Fue un proceso gradual, quizá demasiado lento. Pero para cuando entré en política, tenía el firme compromiso de que había que hacer un cambio en el país. Y para cuando Nelson Mandela salió de la cárcel, ya estaba completamente convencido de que teníamos que construir una democracia de pleno derecho para todos los sudafricanos. Fue una transformación total.

La otra persona clave para esa transición democrática, por parte del Congreso Nacional Africano, fue Cyril Ramaphosa, actual presidente de Sudáfrica. ¿Cómo fueron esas negociaciones de paz?

Empezamos como adversarios y tuvimos que buscar objetivos comunes. Yo era miembro del Gobierno y Ramaphosa un líder sindical de mineros. Pero nos tomamos el tiempo necesario para conocernos y buscar objetivos comunes. Desarrollamos un nivel de confianza que creo se convirtió en una de las señas de identidad de la historia sudafricana. Había una química muy fuerte entre nosotros en las negociaciones, hasta el punto que podíamos decirle el uno al otro que no hay ningún problema que no podamos resolver. Y cuando le dices eso a tu oponente, significa que hay una fe muy fuerte. 

Esas negociaciones culminaron en las primeras elecciones democráticas, hace exactamente 30 años, ¿cómo vivió ese momento histórico?

Fue una revolución, un paso radical. Hacía 342 años que los blancos dominaban el país desde que los primeros colonos llegaron a nuestras costas. Los negros, que eran mayoría pero nunca habían tenido plenos derechos políticos, ganaron las primeras elecciones democráticas. Fue un momento de gran emoción y también de incertidumbre sobre cómo seríamos capaces de llevarlo a la práctica.

¿Y qué tal salió? ¿Cómo valora estos 30 años de democracia?

Hemos tenido altibajos. Los días dorados de Mandela dieron paso a periodos oscuros. La corrupción perjudicó gravemente el desarrollo democrático y económico del país y todavía nos estamos recuperando de ese periodo de destrucción. Pero si hay algo de lo que podemos enorgullecernos es de que incluso entonces nuestras instituciones constitucionales se mantuvieron fuertes, intactas, nos ayudaron a superar los desafíos. 

¿Alguna vez temió el regreso al 'apartheid'?

No había ninguna posibilidad de volver al 'apartheid'. En el proceso de negociación de paz es necesario establecer un momento de irreversibilidad a partir del cual sólo puedes seguir avanzando para encontrar respuestas. Y ese momento de irreversibilidad en nuestro caso fue cuando Nelson Mandela salió de la cárcel. Se había acabado. Nunca podríamos volver a las andadas.

¿Cómo fue trabajar con Mandela?

Nunca olvidaré mi primer encuentro con él. Nadie sabía qué aspecto tendría después de 27 años encerrado. Cuando le tuve ante mí, sentí una gran admiración no sólo por la lucha por la libertad que representaba, sino por su espíritu humano. Dijo que sabía que tenía que dejar atrás el odio y la amargura para convertirse en una persona libre. Nos trataba como iguales, se interesaba por nosotros. Era exactamente el tipo de liderazgo que se necesitaba y un modelo para el mundo.

Fue ministro Constitucional del Gobierno de Mandela, y luego dejó la política, ¿por qué? 

Tuve el honor de ser parte del primer gobierno de unión nacional y ser parte de la ejecución de ese cambio. Pero el Partido Nacional decidió retirarse de la coalición y decidí fundar un nuevo partido, el Movimiento Democrático Unido [de centro-izquierda]. Volví al Parlamento pero me retiré al poco. Sentía que mi función había terminado. De eso hace ya más de 20 años.

Desde entonces, ha mediado en conflictos de todo el mundo, incluido en Israel y Palestina. ¿Cuál es la receta sudafricana para la paz?

Por loco que parezca en una situación de guerra, creo que Israel y Palestina necesitan un acuerdo constitucional. Sentar nuevas bases. Hace años fui a intentar ayudar a la parte palestina y establecer un interlocutor común. La resolución de un conflicto necesita inclusividad, que todos se sienten a la mesa de negociación, tomen responsabilidad, tengan confianza en que se puede resolver, y haya un liderazgo. Algunos dirán que no todos los países tienen un Mandela, pero ojalá su legado sirva de inspiración.