Conflicto en Oriente Próximo

Muerte de un poeta en Gaza: Refaat Alareer y el "genocidio cultural" de Israel en la Franja

De acuerdo con un informe del ministerio de Cultura palestino en Ramala, el Ejército israelí ha matado al menos a 28 artistas durante su ofensiva

Escombros de un edificio de Gaza destruido por un bombareo de Israel.

Escombros de un edificio de Gaza destruido por un bombareo de Israel. / EFE

Ricardo Mir de Francia

Ricardo Mir de Francia

"Si tengo que morir, tú debes vivir para contar mi historia, vender mis cosas y comprar un trozo de tela con algunas cuerdas". Con estas palabras comenzaba uno de los últimos poemas del poeta palestino y profesor de Literatura Inglesa Refaat Alareer. Lo escribió apenas un mes antes de que un bombardeo israelí atacara la vivienda donde se había refugiado en la capital de Gaza para sepultarlo junto a dos de sus hermanos y cuatro de sus sobrinos. En aquellos versos premonitorios --y ahora célebres— pedía que de esa tela surgiera una cometa blanca para que uno de los niños que ha perdido a su padre en Gaza la viera volando alto al levantar la cabeza. “Y piense por un momento que hay un ángel ahí trayéndole el amor de vuelta”, escribió aquel 1 de noviembre.

Alareer ocupaba un lugar especial en la vibrante escena cultural de la Franja, una de las historias casi nunca contadas del lugar más densamente poblado de la tierra, sometido a más de 70 días de fuego, enfermedad y hambre. Desde 2007 había formado a una nueva generación de poetas y escritores –la mayoría mujeres-- en la Universidad Islámica de Gaza, cercana a Hamás y ahora también reducida a escombros, como todas las universidades del enclave. Shakespeare era uno de sus talismanes, pero su prioridad fue dar voz a otros, editando libros de relatos de jóvenes escritores sobre la torturada existencia en el enclave o creando 'No somos números', una fundación que pulía a nuevos talentos y promovía su trabajo.

“Siempre me impresionó su capacidad para movilizar a la gente, pero sobre todo para darle esperanza a sus estudiantes”, asegura la analista política y periodista Nour Odeh, quien se hizo amiga de Alareer a través de las redes. “Empoderaba a los jóvenes para que le hablaran al mundo y le contaran su historia. De algún modo, era una forma de romper el bloqueo”.

Sensible y comedido en clase, donde no tenía reparos en elogiar o criticar la obra de poetas israelíes como Yehuda Amichai, era en las redes un crítico ácido de la ocupación israelí. Una ocupación que para él no había empezado en 1967 sino en 1948 con la creación del Estado de Israel, la antesala de la expulsión a punta de pistola de 700.000 palestinos durante la Nakba. Quizás ese fue el motivo de su asesinato, que llegó tras recibir advertencias previas por teléfono, pero hay tantos más como él que la letra pequeña no es capaz de oscurecer lo que parece una campaña deliberada para borrar la cultura y el patrimonio de Gaza.

Decenas de artistas muertos

De acuerdo con un informe del ministerio de Cultura palestino en Ramala, el Ejército israelí ha matado al menos a 28 artistas. Desde pintoras como Heba Zaqout, a dramaturgas como Inas al-Saqa o poetisas como Hiba Abu-Nada. Una lista probablemente más amplia que incluye a músicos, editores, fotógrafos o artistas plásticos. 

“Quieren mostrarnos ante el mundo como un pueblo primitivo y bárbaro, por eso están matando a los poetas o destruyendo nuestra herencia cultural”, asegura Khaled Khatib, director del Museo del Patrimonio Palestino, con sede en Jerusalén. Pero el talento creativo, que sirve para disipar los estereotipos coloniales que Israel le vende al mundo, es solo un elemento de la barbarie en curso.

El asalto del Estado judío, que ya ha matado a uno de cada cien habitantes de Gaza, está liquidando también su rico patrimonio. Sus joyas arquitectónicas y sus museos. Sus centros culturales y lugares arqueológicos. O los archivos documentales que guardan parte de la historia del que fuera un importante nudo comercial y agrícola entre Egipto y el Levante, dominado por filisteos y babilonios, griegos y romanos, bizantinos, árabes u otomanos.  

Destrucción del patrimonio y la memoria

“Es un genocidio cultural. Todos los símbolos que representan la historia de Gaza están afectados”, asegura Isber Sabrine, director de Heritage for Peace, una organización dedicada a salvar el patrimonio de países en guerra. Tras el primer mes dela conflicto, esta oenegé con sede en Barcelona, documentó la destrucción de más un centenar de edificios históricos, casi una tercera parte del tesoro arquitectónico de Gaza. Desde entonces, han transcurrido otros 40 días de guerra. 

El culturicidio israelí ha destruido el grueso de la Gran Mezquita de Gaza, del siglo VII, la más antigua de la Franja, así como su hermana mameluca de Sayyid Hashim, donde se cree que está enterrado el abuelo de Mahoma. También fue atacada la Iglesia de San Porfirio, la tercera más antigua del mundo. La ciudad vieja de Gaza ha sido vapuleada, con sus zocos y baños árabes, algunos del siglo XIII. Ha desaparecido un cementerio excavado en Deir Al Balah, datado de 1.500 años antes de Cristo. Y ha resultado dañado el Palacio del Pashá donde Napoleón se quedó en Gaza. Es difícil saber la extensión de los daños. Si han sido total o parcialmente destruidos.  

“No solo se está destruyendo la historia, sino la identidad de un pueblo. Estos monumentos anclan a la población con su pasado histórico”, dice Sabrine desde Barcelona. “Es lo mismo que pasó en Yugoslavia, lo mismo que hizo el ISIS en Iraq Siria o los talibanes con los budas de Bamiyán”. Pero no acaba hay la excavadora de fuego israelí. Al menos ocho museos han sido, como mínimo, parcialmente destruidos, según el ministerio de Cultura, así como centros culturales que servían de punto de encuentro con exposiciones, cine y recitales de poesía. Oxígeno en una cárcel al aire libre de la que muy pocos han podido salir desde hace casi dos décadas. El Rashad Al-Shawa era el más querido, un edificio brutalista ahora completamente en ruinas.

“Al pensar en Gaza el mundo piensa en pobrezahombres armados y campos de refugiados, pero Gaza siempre ha sido un centro de cultura vibrante, así como la cuna intelectual de la resistencia”, asegura la analista Nour Odeh. Hija de un exembajador palestino en España, Odeh considera que Israel está haciendo ahora lo mismo que en 1948. “La Nakba no solo consistió en desarraigar a la población, fue un asalto integral contra la cultura palestina, diezmada y más tarde negada”, dice en una conversación telefónica. “La nueva narrativa nos convirtió en un pueblo indigente y sin estado que necesita caridad en lugar de un pueblo al que se lo arrebataron todo”. 

El poema de Refaat Alareer no acaba con rabia ni resentimiento o la tristeza que hoy invade a los palestinos por lo que está pasando. “Si tengo que morir, que sea para inspirar esperanza, para inspirar una historia”, dicen esos versos finales del poeta de Gaza.

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