INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Corea del Sur usará el reconocimiento facial para controlar a los positivos por covid

La iniciativa devuelve el debate sobre cuánta privacidad sacrificamos en nombre de la salud pública

Tres jóvenes coreanas se fotografían en Seúl

Tres jóvenes coreanas se fotografían en Seúl / EFE/EPA/YONHAP SOUTH KOREA OUT

Adrián Foncillas

Corea del Sur ha subido otro peldaño en el uso tecnológico contra la pandemia. En breve funcionará un programa piloto que seguirá los movimientos de los infectados por covid a través de la inteligencia artificial y reconocimiento facial a través de las imágenes captadas en miles de cámaras en las calles. Será más rápido y eficaz pero devuelve el debate de cuánta privacidad sacrificamos en nombre de la salud pública.

El sistema será implementado en Bucheon, ciudad de la costa occidental con casi un millón de habitantes. El plan contempla que el material enviado por las 10,820 cámaras sea analizado por algoritmos de inteligencia artificial para identificar a los sujetos y sus contactos. Sus virtudes han sido subrayadas en el escrito de más de 100 páginas que ha enviado la ciudad al Ministerio de Ciencia, Información y Comunicación.

Podrá seguir hasta a diez personas simultáneamente en apenas cinco o diez minutos en contraste con la media hora que se demoraba hasta ahora el control de una sola por métodos más artesanales. Bastará, además, con un equipo de una decena de operarios en la sala de máquinas.

Corea del Sur epitomizó el éxito asiático en los albores de la pandemia. A su sociedad solidaria que asumía los sacrificios personales en tiempos convulsos añadió un refinado sistema de rastreo, análisis y tratamiento. Pero la concienzuda labor detectivesca choca contra el comprensible cansancio del personal que encadena larguísimos turnos y con la necesidad de confiar en la veracidad de los testimonios de los afectados.

Y ahí aparece la tecnología, inasequible al esfuerzo y fiel fiscalizadora de los itinerarios. “Nos permitirá realizar los análisis en un momento”, ha defendido el alcalde de Bucheon, Jang Deog-cheon. La factura del programa, que asciende al equivalente de dos millones de euros, ha sido pagada entre Seúl y la ciudad.

Escala nacional

El ministerio ya ha desvelado que no se plantea implantarlo a escala nacional y que sólo pretende mecanizar el trabajo manual. La aclaración es necesaria. La sociedad surcoreana ha sido ejemplarmente comprensiva con las limitaciones a su privacidad que nacieron en el cambio de paradigma informativo tras la epidemia del MERS en 2015.

Seúl rehusó entonces identificar los hospitales que trataban a los contagiados y hubo de rectificar para atajar las especulaciones de las redes sociales. El parlamento aprobó una ley que permitía a las autoridades recopilar información privada de contagiados o sospechosos sin necesidad de aprobación judicial durante las epidemias para compartirla y satisfacer “el derecho público a saber”. El análisis de datos de tarjetas de crédito y geolocalizaciones de teléfonos móviles han permitido embridar la epidemia del coronavirus.

El programa piloto de Bucheon supone una vuelta de tuerca con la que no todos están de acuerdo. La iniciativa ha sido filtrada a la agencia Reuters por Park Da-chul, del opositor Partido del Poder del Pueblo. “El plan de gobierno de convertirse en un Gran Hermano con el pretexto del coronavirus es un concepto neototalitario”, ha lamentado.

“Es totalmente equivocado monitorizar y controlar al público a través de cámaras con el dinero de los contribuyentes pero sin su consentimiento”, ha añadido. Las autoridades han negado ningún ataque a la intimidad porque las imágenes pixelarán las caras de las personas que no son objeto de seguimiento.

Pulsión controladora

Corea del Sur no camina en soledad. También China, Rusia, India, Polonia y Japón han implementado sistemas de reconocimiento facial para identificar a contagiados, según un estudio de la Escuela de Leyes de Columbia publicado en marzo.

Persiste como anatema la supervisión digital en Occidente mientras en Asia se entiende como una factura aceptable en nombre de la salud grupal que evita medidas objetivamente más lesivas contra la libertad y la economía como los larguísimos confinamientos.

La vigilancia intrusiva en democracias como la taiwanesa o la surcoreana son aceptadas por su eficacia, la confianza de la sociedad en sus gobiernos y la promesa de que su vigencia caducará cuando la crisis termine. Las organizaciones de derechos humanos, sin embargo, alertan de que la emergencia por el coronavirus puede demorarse durante años y recuerdan la pulsión controladora de las autoridades.

“Por eso es clave que construyamos ahora protecciones sobre el derecho de la privacidad, con límites claros sobre lo que puede ser recopilado y revelado, con requisitos habituales y oportunos para las reautorizaciones que determinen si la extensión de esos poderes está justificada, y con fechas de expiración firmes”, señala Phil Robertson, subdirector del área asiática de Human Rights Watch.