VIOLENCIA CONTRA LAS NIÑAS
La mutilación genital femenina: un problema más cercano de lo que parece
En Occidente se observa la MGF como una lacra alejada de sus fronteras, pero en España, debido a los flujos migratorios, hay mujeres y niñas en riesgo: "Puede estar sufriendo este problema la vecina de al lado"
Rubén Gargoi
Una niña de poco más de diez años se dirige emocionada y dando saltos de alegría hacia su fiesta. Justo antes de llegar, su abuela le venda los ojos y la guía para acceder a una oscura choza. La pequeña, sonriente e ilusionada de ser protagonista, solo escucha el sonido de los tambores y los cantos de las mujeres. Al cabo de unos minutos, varias personas trasladan a la niña a otra estancia. Pero, ya no es la misma: su sonrisa se ha esfumado y su ilusión ya no le pertenece. Las heridas físicas del corte tardarán algunos días en sanar, pero las psicológicas no desaparecerán nunca.
Al menos una de cada veinte mujeres y niñas ha sufrido una situación similar en el mundo. Tal y como informa la Organización Mundial de la Salud (OMS), 200 millones de personas vivas en la actualidad han sido sometidas a la Mutilación Genital Femenina (MGF).
La MGF es una práctica tradicional nociva y muy dolorosa que consiste en la extirpación parcial o total de los genitales femeninos o en otras lesiones de dichos órganos, como el raspado, por motivos culturales o de otro tipo, pero no relacionados con la salud. Principalmente, se lleva a cabo en ciertas zonas de África, así como en algunos países de Oriente Medio y Asia, pero de manera menos generalizada, también se encuentran casos en comunidades de todo el mundo.
Tal y como explica la presidenta de la Fundación Kirira, María Estrella Giménez, a este periódico, la práctica de la MGF en los países no suele ser uniforme en todo el territorio: “Kenia –país donde desarrolla sus proyectos Kirira– tiene una tasa de ablación del 30 o 40%, pero la realidad no es esa. En las comunidades en las que se mutila, se hace a casi la totalidad de las niñas, pero el porcentaje nacional no es tan alto porque hay comunidades numerosas que nunca han mutilado”.
Tras más de 20 años luchando por erradicar la MGF en Kenia, Giménez destaca que la situación del país ha mejorado sustancialmente e incluso se ha conseguido reducir la mutilación en hasta un 80% en las comunidades en las que trabajan. Sin embargo, a raíz de la Covid-19, el número de ablaciones ha vuelto a crecer en torno a un 25%. “Las familias se empobrecieron y utilizaron a las niñas para casarlas como dote. Y si las niñas están mutiladas, reciben una mayor compensación y las casan antes”, sostiene.
No obstante, las comunidades afectadas por la mutilación genital femenina no solo se encuentran en las zonas mencionadas. Idoia Ugarte, referente del Grupo de Mutilación Genital Femenina de Médicos del Mundo, apunta que “no hay constancia de que en España se realice la mutilación, pero debido a los flujos migratorios en nuestro país hay mujeres y niñas que están en riesgo”. Y es que, uno de los puntos críticos tiene lugar cuando los padres visitan junto a su hija su país de origen, donde pueden ser víctimas de la ablación.
Un pequeño cuchillo, tijeras, bisturíes, trozos de cristal o cuchillas son las herramientas de las que se valen quienes se encargan de mutilar a las niñas. Varias personas sujetan con fuerza las piernas y los brazos de las pequeñas, que padecen un enorme dolor al que se enfrentan sin anestésicos ni antisépticos.
En la mayoría de los casos, la MGF se practica a niñas que se encuentran en la etapa infantil o adolescente. “Con esta edad, no tienen la mente preparada para saber a lo que se van a enfrentar ni para comprender lo que les van a quitar. Una niña con 9 años no sabe lo que es la sexualidad y la ablación es un tema tabú sobre el que las madres y las abuelas no hablan”, señala Giménez. Y añade que las pequeñas acuden con la idea de formar parte de un ritual positivo que supone el paso a la edad adulta y por el que van a recibir regalos. “Pasan de ser el miembro menos valorado de una casa a ser la protagonista y el centro de atención”, afirma.
Decidir no mutilar a una niña no es algo sencillo. Quienes se oponen a ello tienen que lidiar con un estigma en ocasiones asfixiante, especialmente cuando no tienen apoyos, como el de las ONG que trabajan sobre el terreno o el de comunidades que no mutilan. La presión es tal que también la sienten quienes residen en España: “si no comparten que su hija sea mutilada, puede suponer romper la relación, incluso, con su familia más estrecha”, asegura Ugarte.
El machismo detrás de la MGF
es una forma extrema“Bajo el paraguas de lo cultural, quien manda y permite que se perpetúe son los hombres”.“Bajo el paraguas de lo cultural, quien manda y permite que se perpetúe son los hombres”
Y aunque los argumentos para la ablación cambian dependiendo de las zonas y las épocas, entre los más utilizados están el de garantizar la virginidad de la mujer antes del matrimonio, privarles a ellas el sentir placer o eliminar las partes ‘impuras’ del cuerpo de las niñas. Pero tampoco se pueden olvidar los motivos económicos, ya que cuando una mujer se casa, su familia recibe una dote mayor si está mutilada.
Más política que religión
Es una cuestión de tribus, en absoluto de religiones”Incluso la política guarda una relación más estrecha con la mutilación. “Cuando hay año de elecciones en Kenia, como ocurre este 2022, aumenta el número de mutilaciones, ya que los políticos ceden ante las peticiones de los grupos más tradicionales para ganar votos”.
Un problema también en España
“Puede estar sufriendo este problema la vecina de al lado”, Estrella Giménez
En ocasiones, desde Occidente se observa la MGF como un problema ajeno, una lacra alejada de las fronteras de España y la Unión Europea. Pero, según advierte Giménez, “puede estar sufriendo este problema la vecina de al lado”.
De hecho, en nuestro país, existen diversos protocolos para combatir la mutilación y garantizar la protección de las niñas y sus familias. El reglamento más eficiente sería aquel que abordara el problema de forma preventiva y que, a su vez, trabajara también con las supervivientes, según señala Idoia Ugarte. Asimismo, la referente del Grupo de MGF de Médicos del Mundo destaca la importancia de que el protocolo contemple “las actuaciones en los diferentes sectores donde hay que intervenir: en el ámbito sanitario, el educativo, que es uno de los fundamentales para la prevención, y también desde el ámbito de los servicios sociales y jurídico”.
Pero el trabajo no debe acabar aquí. Desde Médicos del Mundo ponen el foco en la importancia de mejorar en la aceptabilidad de la atención; es decir, que los profesionales sanitarios tengan en cuenta el punto de vista de las víctimas, realicen una escucha activa y traten de conocer el significado que tiene la MGF y qué esperan de la atención sanitaria.
Una de los instrumentos fundamentales a disposición de los servicios sanitarios es el del compromiso preventivo. Mediante este documento, los padres se comprometen a que la niña no sea mutilada y se les recuerda que en España es un delito penado. De esta forma, los progenitores “se comprometen a llevar a la niña a la pediatra antes y después del viaje para que haya una exploración de los genitales externos”, relata Ugarte. Y, al mismo tiempo, las familias pueden protegerse de la presión social en sus países de origen gracias a este documento.
¿Y qué se puede hacer cuando todo falla? Desde Médicos del Mundo abogan por que el sistema sanitario atienda a las víctimas, que sufren consecuencias “tanto físicas como psicológicas y sociales”. “También reivindicamos que, en el caso que sea oportuno, se contemple la reconstrucción de los genitales. Es un derecho de las mujeres”, concluye Idoia Ugarte.
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