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Muebles de una Premio Nacional de Diseño a precio de Ikea: "Me sorprende verlos en restaurantes y hoteles"

Inma Bermúdez, la primera española en diseñar para la multinacional sueca, consiguió entrar en la empresa por un "momento de suerte". Su primer trabajo, el lavabo Lillången, ha vendido millones de unidades

La valenciana considera que las mujeres hacen "muchas cosas en silencio". "No gritamos, no levantamos la voz, y hay veces que hay que levantarla", sostiene

¿Quién es Inma Bermúdez, la actual Premio Nacional de Diseño?

Sara Fernández

Ana Ayuso

Ana Ayuso

Su currículum llegó a Ikea gracias a una amiga, la también diseñadora industrial Sigga Heimis, mientras hacía el Erasmus en Alemania, en una época en la que nadie elegía ese país como destino. Ella había viajado a su ciudad, Valencia, para pasar las Fallas con su madre y sus amigos. Volvió un día de fiesta, revisó su correo electrónico y dio con un email en el que la compañía le comunicaba que había sido seleccionada para el programa de becas de la multinacional del mueble. "Fue un subidón porque yo no me podía creer que me dieran esa oportunidad". Volvió a Alemania, donde residía en ese momento. Hizo las maletas y se montó en su Clio rumbo a Suecia. Así es cómo Inma Bermúdez, recientemente nombrada Premio Nacional de Diseño, recaló en el gigante sueco en 2006.

Uno de los tres seleccionados para hacer prácticas en su semestre se cayó de la lista. Y, en ese "momento de suerte", llegó al personal de Ikea el porfolio de Inma Bermúdez. Cuando llegó al país escandinavo, el departamento de Baño se fijó en el nuevo grupo de becarias y les propuso diseñar algo para este espacio de la casa. Los informes de esta compañía están "superacotados", señala. Ya apuntan a cuál va a ser el precio, el material, el estilo y la tipología de productos. "En este caso, nos dieron mucha libertad, que no es algo normal", apunta Bermúdez, que se propuso diseñar el lavabo Lillången.

"Los diseñadores lo que intentamos es facilitar el día a día de las personas, desarrollando productos que ofrezcan soluciones intuitivas que no compliquen mucho la rutina", explica en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA en las II Jornadas de Arquitectura CIRCULAR. Ella se puso "en la piel de los usuarios" y se percató de lo molesto que resulta que se caiga el vaso de los cepillos, por lo que instaló en el tocador que planteó un escalón en el que colocar los complementos de aseo, dotado además de un borde, en el que se colgaban otros objetos útiles. "Conseguimos que un lavabo sirviera para más cosas, sobre todo en los baños en los que hay muy poco espacio", recuerda Bermúdez, que en ese momento se convirtió en la primera española en diseñar para la multinacional sueca. 

También con la compañía sueca, la Premio Nacional de Diseño ideó una línea de accesorios de hogar para mascotas, la colección LURVIG. Adaptó una casa para perros y gatos que se podía insertar en la millones de veces reproducida estantería KALLAX, que destaca por sus cuadrados. Mantas que repelen los pelos de animal, comederos para los más ansiosos, rascadores y transportines completan este económico surtido.

Su perchero Ekrar, presente en miles de entradas y salones, fue seleccionado como material de apoyo en la pandemia. Los sanitarios del hospital de campaña de IFEMA, el germen del Isabel Zendal, eligieron ese accesorio para emplearlo como portagoteros cuando Ikea les propuso elegir lo que necesitasen de su catálogo. "Es muy estable y muy ligero. Yo flipé. Estos son los regalos que nos dan a veces a los diseñadores", afirma Bermúdez, de 44 años.

Inma Bermúdez sostiene su lámpara Follow Me. / MARSET


La vajilla Paradisisk, cuyos platos y cuencos oscilan entre los seis y los nueve euros cada cuatro unidades; el jarrón Livslång, que se vende por 10 euros; el macetero y el vaso Gradvis, por cinco y 12 euros, respectivamente; y las lámparas Solskur, de 29 y 35 euros. Estas creaciones ilustran el porfolio de Bermúdez en Ikea, pero ella ha diseñado también para marcas de lujo, como Lladró y Marset, en las que sus productos se venden por un precio diez veces mayor. La lámpara autónoma Follow Me, de Marset, el objeto más icónico que ha ideado hasta el momento, supera los 200 euros. Las de la colección Metropolis, de Lladró, por su parte, rondan los 700 euros.

"Me sorprende mucho ver mis creaciones en hoteles y en restaurantes. Es la suerte de trabajar para un gigante, que hace que tus proyectos, que tus soluciones, se utilicen mucho", asegura la diseñadora valenciana, que ha vendido millones de unidades en su paso por Ikea. "El impacto que generas a nivel usuario es mucho mayor si haces algo para una empresa grande, que si lo haces para una pequeña", agrega, por lo que puede contribuir a que "el día a día de las familias sea un poco más organizado".

Inma Bermúdez, después de seis años viviendo fuera, quería volver a Valencia y estar cerca de su madre. Negoció un contrato de freelance con Ikea. "Suecia no me acababa de encajar", aclara. Querían una casa en el campo y, en el periodo en el que decidían qué hacer, la diseñadora conoció a su pareja en el estudio, el padre de sus hijos y su compañero sentimental, el arquitecto Moritz Krefter.

Diseñadoras, en el Congreso de los Diputados

La Premio Nacional de Diseño, que se define como una persona "extrovertida, simpática", que desprende una "cercanía y una manera de ser" que le han ayudado a que los trabajadores de las empresas con las que ha trabajado "se sientan bien", considera que "Ikea no es tan importante". Su discurso se centra ahora en la necesidad de posicionar a las mujeres en puestos de poder, desde la política a las empresas.

Si las mujeres estuviésemos más presentes en la política, habría menos guerras"

— Inma Bermúdez, diseñadora industrial

"Si las mujeres estuviésemos más presentes en la política, habría menos guerras. Tenemos otra manera de ver la vida. Me gusta más pensar en esto y no tanto en Ikea; pensar en algo más alto", apostilla Bermúdez, que, después de recibir el Premio Nacional de Diseño, va a parar durante un tiempo "para pensar".

El galardón lo recibió porque otros le recomendaron que se optase a él. "Si no hubieran estado estas personas, yo no me habría presentado", indica, y añade que "eso dice mucho de cómo las mujeres no vamos buscando el reconocimiento". Defiende que las mujeres tienen que pelear para que se les dé su lugar, especialmente para servir de "inspiración para otras más jóvenes". "A mí antes me daba un poco de vergüenza, pero es guay poder convertirme en un referente para mujeres de todas las disciplinas. Ya me encuentro bien con el premio", justifica. 

"Nosotras hacemos muchas cosas, pero las hacemos en silencio. No gritamos, no levantamos la voz, y hay veces que hay que levantarla", sostiene. "Ahora que tengo más voz, suelo decir que me gustaría que los diseñadores hiciéramos más cosas aparte de crear productos", como en el Congreso de los Diputados o como CEO de empresas, dice Bermúdez. Las diseñadoras, según una mujer que se ha convertido en referencia del sector a nivel mundial, existen "para aportar soluciones". 

Ella propondría un sistema de reciclaje que mejorase el actual, que "es un desastre"; hacer las ciudades más aptas para la gente mayor, de cara a un futuro en el que España se va a convertir en uno de los países más longevos del mundo; y otras medidas que pongan en primer plano a las personas, "y no a los coches o a los negocios".