Opinión | MURCIA

Optimismo de cara al futuro, pese a todo

España tiene una extraordinaria capacidad de recuperación.

Lo hemos demostrado en múltiples ocasiones. Desde los pactos que hicieron posible una ejemplar Transición con la que se sentaron las bases del más extenso período de paz de nuestra historia, en el que algunos hemos crecido, nos hemos formado y hemos asumido unos valores que no pueden ser hoy cuestionados, hasta el cumplimiento de los requisitos para ser aceptados en el espacio económico y la moneda única europea, o a la recuperación tras graves crisis económicas, la última de ellas hace tan solo una década.

Todos estos hitos, protagonizados por la sociedad española, contaron además con una dirección adecuada desde las instituciones. Con gobiernos que creían en la libertad y la democracia, y basaban su actuación en el diálogo y la participación de todos.

Gobiernos que supieron limitar la participación del Estado en la vida cotidiana para no coartar la enorme capacidad de los españoles desde un intervencionismo desmedido o incluso un intolerable dogmatismo como el que hoy, desgraciadamente, vemos y padecemos en normas que pueden suponer un gravísimo lastre en la formación de nuestros jóvenes.

Vivimos un momento especialmente complejo por todos estos motivos y otros muchos que todos conocemos igualmente, o por aquellas actuaciones que afectan a diversas partes de nuestro territorio nacional, a comunidades que ven -que vemos- cómo hay una absoluta ausencia de un proyecto común donde la voz de todos sea igual de importante, y que incluso se cuestiona el desarrollo de algunas regiones aparentemente por razones de simple revancha electoral.

Comunidades como la Región de Murcia hemos visto limitado nuestro progreso tras encabezar las estadísticas de crecimiento o creación de empleo hace tan solo unos meses, con decisiones incomprensibles como la negativa a modificar un sistema de financiación claramente injusto para algunos territorios, con la paralización de las infraestructuras que ya estaban en marcha o con la clara voluntad del Gobierno central de enviar a decenas de miles de personas al paro y evitar cualquier posible desarrollo futuro al cerrar -como está más que claro que pretenden- el Trasvase Tajo-Segura. Una obra proyectada hace más de cien años y que durante cuatro décadas ha sido la mayor muestra de vertebración de España y del aprovechamiento conjunto de un recurso vital que pertenece a todos los españoles, como es el agua.

Otro claro ejemplo de ese maltrato hacia determinadas regiones lo hemos visto con la crisis ecológica del Mar Menor, un ecosistema único en Europa, que necesita medidas urgentes para su recuperación. Desde el Gobierno de la Región de Murcia ya nos hemos ofrecido al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico para poner en marcha y pagar las acciones necesarias para llevarla a cabo. Sin embargo, y de forma incomprensible, se nos niega la autorización para actuar. 

Y, mientras se ignora la situación del Mar Menor y se impide que tomemos las decisiones destinadas a salvarlo, vemos cómo otras comunidades sí obtienen respuesta e incluso mesas de diálogo bilateral. Como aquella en que el objetivo de esas conversaciones a espaldas de los españoles no es el progreso común, sino la destrucción del proyecto nacional que tanto ha costado poner en marcha para ser, como fuimos, un ejemplo de concordia y unión nacional en pos de unos derechos y libertades que hoy se ven amenazados.

A todo esto se suma una grave crisis sanitaria, económica y social derivada de la pandemia a la que debemos hacer frente. Pero, de nuevo, nos encontramos con un Gobierno central cuyas prioridades se alejan cada día del que debiera ser el principal de sus objetivos; su gran prioridad: mejorar la vida de los españoles.

En estos últimos meses hemos visto cómo se ataca la división de poderes que constituye una de las bases de cualquier democracia que se precie de serlo, o cómo se formulan diversas propuestas legislativas de profundo calado cuya única finalidad parece ser la de promover la división y el enfrentamiento entre los españoles en lugar de garantizar su prosperidad y desarrollo en paz, igualdad y libertad.

El modelo bajo el que se plantea el reparto de los fondos Next Generation parte del oscurantismo"

Sin embargo, la firme convicción de una amplísima mayoría de los españoles de querer vivir en un sistema democrático definido por los valores que lo sustentan, en un Estado Social y de Derecho en el que se salvaguarde la separación de poderes; de contar con gobiernos a su servicio y no de que sean ellos puestos al servicio de un gobierno, son factores que volverán a propiciar esa recuperación que hoy tanto necesitamos y que vemos más cerca que nunca.

Es posible iniciar un nuevo tiempo de progreso, con normas basadas en el diálogo, con proyectos educativos que primen el esfuerzo en lugar de premiar el desinterés y la apatía en las aulas, con leyes que busquen cerrar heridas en lugar de reabrir de manera tan dolorosa las que ya habían desaparecido de nuestra realidad hace décadas. Con un modelo fiscal que iguale a las regiones más castigadas con las que apuestan por la reducción de impuestos y demuestran -demostramos- que ése es el camino a seguir, y no el contrario.

Hoy, gracias al amparo de la Unión Europea, contamos con fondos que nos permiten no sólo dejar atrás la crisis, sino construir un mañana mejor. El modelo bajo el que se plantea el reparto de los fondos Next Generation parte del oscurantismo y la falta de un criterio objetivo a la hora de actuar por parte del Gobierno central. Pero con todo, demuestran cómo la unión nos hace más fuertes y servirán, a buen seguro, para poner los cimientos de un desarrollo en que seremos los mismos españoles quienes tutelemos el progreso de nuestro país.

Tan sólo hace falta que, de nuevo, contemos con una adecuada dirección desde el Gobierno de España, eso que tanto echamos de menos con Sánchez en el poder y que sólo podrá suceder con una nueva mayoría política que haga posible que la enorme capacidad de nuestra gente deje de encontrar para su desarrollo el freno que hoy le ponen algunos por razones ideológicas, en muchos casos injustificables.

Ese cambio que nuestra sociedad demanda de manera urgente y que España tanto necesita hoy más que nunca llegará, estoy plenamente convencido de ello, muy pronto. Afortunadamente.