Opinión | COMUNIDAD DE MADRID

Madrid atrae, entusiasma y funciona

Basta darse un paseo por Madrid para comprobar que ha recobrado una vida que no tenía ni siquiera antes de la pandemia. Las calles, las empresas, el empleo, el comercio, las cifras positivas y la alegría de vivir son una promesa y un compromiso en el que no podemos fallar los poderes públicos. Si echamos la vista atrás, comprobaremos que a Madrid le ha sentado siempre muy bien la llamada de la libertad. 

Al mismo tiempo, cada día muchos ciudadanos se debaten entre la perplejidad, el miedo y hasta la risa cuando leen las propuestas y leyes que llegan desde los frentes que desprecian, precisamente, esa libertad. 

Durante demasiado tiempo los mejores en España, preocupados por trabajar digna y eficazmente cada día, por cumplir con sus obligaciones, han descuidado el campo de las ideas. Por exceso de sentido práctico, por miedo o, simplemente, por estar demasiado ocupados, han dejado que otros reescribieran la Historia, pervirtieran el lenguaje, o colasen en leyes y reglamentos exposiciones de motivos y artículos en absoluto compatibles con el orden constitucional que nos dimos en 1978. Fue una deserción. Por mi parte, esto se ha acabado: ni una batalla va a quedarse sin luchar. Madrid es una escuela de solidaridad, de compromiso con España y con el mundo; pero hay que reflejarlo también en la defensa de las ideas que nos han hecho lo que somos. 

Por eso arremeten contra Madrid los totalitarios y sus socios. La última acometida viene, como de costumbre, envuelta en algún término de nueva invención. Se los ha llamado “palabras bala” porque se usan para disparar y luego se desechan como un casquillo, se desvanecen la urgencia y la pasión, y se usa una nueva “bala”. La más reciente es la llamada “España policéntrica”, que viene después de la apelación al supuesto “efecto capitalidad”.

Da igual que los hechos demuestren que hace cuarenta años la Comunidad de Madrid tuviera un PIB un 25% más bajo que el de Cataluña, habiendo sido capital desde la época de Felipe II; no se tienen en cuenta las cargas que supone que aquí todos se manifiesten y protesten; poco importa lo que supone de garantía para la gobernabilidad del Estado y la calidad de los funcionarios públicos el que todos se reúnan en la capital.

¿Qué sentido tienen las autonomías, que sus presidentes seamos los representantes ordinarios del Estado en cada Comunidad Autónoma? ¿O es que es esto, precisamente lo que se quiere negar, convirtiendo a los presidentes autonómicos en reyes de taifas, en “bilateralidad” con España?

Tampoco se puede negar la realidad de España como Nación, ni como Reino; ni su realidad regional, que no solo no es incompatible con ser Nación, sino que la articula y hace posible. 

Añado que la fórmula autonómica es la mejor, con todos sus defectos y a pesar de los que se empeñan en desfigurarla. Porque la tentación y la amenaza es el federalismo, que late desde su fundación en el PSOE, sería la negación de la soberanía nacional, y de sus siglos de Historia.

Estos ataques contra la Historia y la verdad de quiénes somos apuntan también a lo más íntimo de la persona. Marca típica del totalitarismo: la politización que todo lo invade. Sus proyectiles son las doctrinas de género e identitarias en todas sus variantes, que colectivizan a la persona y monopolizan las causas más nobles, instrumentalizándolas en su propio beneficio: dividen, extienden el miedo, la censura, el victimismo, desfiguran la Historia y la propia imagen personal con las máscaras de la “identidad”, a ser posible en permanente “herida”. 

La fórmula autonómica es la mejor, con todos sus defectos y aunque algunos se empeñen en desfigurarla

Isabel Díaz Ayuso

— Presidenta de la Comunidad de Madrid

No menos peligrosos son los ataques contra el Estado de Derecho, contra la seguridad jurídica, el libre mercado, la propiedad privada y el fruto del trabajo personal. Los impuestos son necesarios: nos permiten no dejar a nadie atrás y poner las condiciones necesarias para que esa libertad de mercado y personal pueda ejercerse. Todos salimos ganando con una fiscalidad progresiva y justa, pero también cierta, no arbitraria y no confiscatoria.

Todos perdemos cuando los impuestos, por inciertos o abusivos, desincentivan a empresas y particulares. No se olvide que los mayores afectados son los autónomos, los pequeños empresarios, que no pueden irse a otra parte como las grandes empresas; y los trabajadores de estas, que pierden su empleo. Los impuestos abusivos o arbitrarios son un atentado contra la libertad y la prosperidad. 

La Comunidad de Madrid apuesta por la responsabilidad: que los gobiernos traten a sus ciudadanos como adultos, pero también que los ciudadanos nos exijan. Y esa responsabilidad de todos, requisito de la libertad que defiendo, es el verdadero fundamento de la solidaridad, a la que tampoco renunciaré nunca. Somos responsables unos de otros, y para que nos vaya bien, ha de irle bien a los demás: nadie es próspero ni feliz en un mar de pobreza o enfermedad. Por eso el Madrid de hoy es la región más solidaria de España.

Pero los totalitarios, escondidos tras sonrisas sin alegría, nos quieren a todos más pobres, dependientes, incapaces de ejercer incluso esa solidaridad: porque todo depende del Estado. Mientras, España cuenta cada vez menos en el mundo. Quieren controlar el precio de los alquileres mientras se desboca el de la luz. Dicen estar muy preocupados por la salud mental, al tiempo que convierten en una prioridad la legalización de las drogas más dañinas para la juventud. 

Pero la Historia y las vidas de nuestros jóvenes no esperan. La Comunidad de Madrid no solo es la segunda casa de todos. También somos la prueba fehaciente de que la política de la libertad, entendida como responsabilidad y búsqueda de la verdad, atrae, entusiasma y funciona.