FÚTBOL

Luis Enrique, de la pompa de Milán al camino de piedras hacia Qatar

La selección española deberá consolidar el mes que viene la progresión exhibida en la Liga de Naciones para garantizarse su presencia en el próximo Mundial

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

Quién se lo iba a decir a España hace unos años, derrotada por Francia en una final y sin embargo fortalecida en su autoestima, robustecida en la sensación de que la senda que sigue hacia el éxito es la correcta. Y no solo porque el hachazo definitivo de Mbappé llegara precedido por un fuera de juego más que polémico y obviado por el equipo arbitral, sino porque una vez más el conjunto nacional volvió a rendir en una cita de gala por encima de las expectativas. “Hemos sido capaces de ganar a la campeona de Europa [Italia] y de tutear a la del mundo [Francia]. Es un refuerzo grande”, resumió la noche del domingo Luis Enrique, consciente, pese a la defensa a ultranza que realiza de su tropa cada vez que tiene ocasión, de que hoy la plantilla de la que dispone no pertenece a la élite mundial. La comparación con la generación dorada es tan injusta como improcedente a la hora de valorar a esta España.

La conclusión que arroja la resolución de la Liga de Naciones es, en definitiva, que el plan de Luis Enrique funciona y que las sorprendentes apuestas que realiza, temerarias a ojos de la crítica, resultan efectivas. Las actuaciones de Gavi (17 años) y Yéremi Pino (18), especialmente en el encuentro de semifinales contra Italia, contribuyen a derribar tópicos sobre la edad y la experiencia necesarias para defender la camiseta de España, siguiendo la vía abierta por el ahora lesionado Pedri (18). La vida sería más fácil para el seleccionador si introdujera en el vestuario nombres más mediáticos y consolidados en grandes equipos, lo sabe perfectamente, pero entonces no sería Luis Enrique.

Estilo y personalidad

Esta selección goza de un estilo y una personalidad definidos que entroncan con la tradición que tantos éxitos reportó en la década anterior, interpretados por unos futbolistas cargados de futuro a los que el técnico parapeta sobre su propio escudo. Todos los golpes son para él, pues así entiende el asturiano su oficio y cuenta además con el respaldo incondicional de Luis Rubiales y de toda la cúpula directiva de la RFEF. También el de los propios jugadores, muchos de ellos (Simón, Pau Torres, Laporte, Oyarzabal, Olmo, Ferran...) consolidados en el equipo en esta segunda etapa de Luis Enrique, iniciada a finales de 2019.

Los partidos contra Italia y Francia han reforzado la certeza de que esta España tiene la capacidad de competir con solvencia frente a las mejores selecciones del mundo. En los dos últimos años, ha goleado a Alemania, ha empatado contra Países Bajos, Italia, Portugal y de nuevo Alemania y solo ha perdido contra Francia en encuentros de máximo caché. Su debe, paradójicamente, reside en su dificultad para resolver partidos contra selecciones a priori inferiores. Las derrotas contra Suecia y Ucrania y empates ante Polonia, Grecia y Suiza (dos veces), todos ellos en el último bienio, dan fe de esta realidad.

Sin una gran estrella

La tarea pendiente de Luis Enrique es dotar a la selección de mayores recursos para enfrentarse a rivales conservadores que cierran sus defensas a cal y canto. La calidad individual es el mejor argumento para hacerlo, pero no cuenta hoy España con una estrella rutilante en ataque que le aporte ese valor diferencial. No tiene un Messi, un Neymar, un Benzema, un Mbappé, un Haaland o un Kane, en definitiva. Y eso, con el asterisco del ya recuperado Ansu Fati, no tiene solución a corto y medio plazo.

Luis Enrique deberá, sin embargo, enfrentarse a una nueva final en apenas un mes. Una final que no reportará ningún título, pero que goza de mayor importancia que la disputada el domingo en Milán, pues la Liga de Naciones es un torneo todavía anónimo y carente de prestigio, mientras que perderse un Mundial supondría un trauma para varias generaciones de aficionados: no ocurre desde 1974. Aunque todavía quedaría el comodín de la repesca para ganarse una plaza en Qatar 2022, el parón de noviembre asoma como un punto de no retorno.

Tras perder en Estocolmo en septiembre, España encabeza su grupo de clasificación con 13 puntos, pero Suecia, con 12, ha jugado un partido menos, el que disputará este mismo martes ante Grecia. Lo lógico sería una victoria escandinava, por lo que España debería sí o sí ganar a Isak y compañía en el encuentro que les enfrentará el 14 de noviembre en La Cartuja de Sevilla. Tres días antes, el combinado de Luis Enrique se desplazará a Georgia para un encuentro que debería ganar sin mayores dificultades. Solo el campeón del grupo logrará la clasificación directa, condenando al segundo a una repesca en marzo en la que, ahora mismo, participarían selecciones como Portugal, Suiza, Ucrania, Noruega o Rusia. El formato es de semifinal y final a partido único, sin espacio para el error. Mal negocio.

"En el alambre"

“Se nos ha acabado el margen, estamos en el alambre”, dejó dicho el seleccionador tras aquella derrota en Suecia. La posterior derrota sueca en Grecia devolvió la iniciativa a una España que no se ha tenido que someter a la ansiedad de una repesca desde la clasificación para Alemania 2006. Y Luis Enrique, hombre de fútbol, sabe perfectamente que un fracaso del calibre de ver el Mundial por televisión no sería asumible. Por mucho que la confianza de Rubiales en él sea ciega, no hay seleccionador que pudiera sobrevivir la peor actuación de España en casi medio siglo. Milán ha cargado de pompa a España, pero ahora lo que espera es un camino de piedras hacia Qatar.