UN 'WESTERN' CASTELLANO

Carla Berrocal, autora de 'La tierra yerma': "No me gusta que vendan este como un cómic lésbico. La etiqueta va en nuestra contra"

Después de su reverenciado 'Doña Concha', biografía en viñetas de Concha Piquer, la ilustradora y narradora gráfica regresa con un poderoso 'western' de mujeres cocinado a base de inspiración lorquiana, mitología clásica y folclore castellano

Carla Berrocal, fotografiada en su estudio del distrito de Tetuán, en Madrid.

Carla Berrocal, fotografiada en su estudio del distrito de Tetuán, en Madrid. / ALBA VIGARAY

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Un western protagonizado por mujeres, planteado a nivel gráfico como un manga y con aires entre lorquianos y de tragedia clásica. La pirueta que Carla Berrocal realiza en su nuevo libro, La tierra yerma (Reservoir Books, llega el jueves 9 a las librerías), es de envergadura. Llevarla a cabo, con el cruce de otros trabajos, le ha ocupado varios años, y solo la fase de dibujo, esta sí en régimen de exclusividad, se ha extendido seis meses. Por eso, uno de los primeros comentarios que asoman cuando se pone a hablar de él tiene que ver con la supuesta fugacidad de su disfrute. “Hacer 180 páginas y que se lean en solo hora y media es un poco frustrante”, dice con una media sonrisa la autora madrileña, uno de los nombres fundamentales de la ilustración y el cómic español recientes, cuando se encuentra con este diario en el estudio que comparte con otros creadores en un rincón del distrito de Tetuán, en la capital.

En ese espacio presa del horror vacui hay quien trabaja escultura, pintura o escritura. Hay incluso una periodista. Está lleno de caballetes, de libros de arte y mil cosas más, de figuritas de todo tipo repartidas entre montones de papeles y manchurrones de colores. Su mesa no se diferencia mucho del resto. Cuando saca las planchas originales de las que ha salido su libro, realizadas con trazos limpios y mucha geometría a base de plumilla, pincel y rotrings y en riguroso blanco y negro (una vez impreso el libro, los fondos serán en un amarillo luminoso, como de sol castellano), es fácil solidarizarse con que todo ese trabajo invertido, efectivamente, se consume demasiado rápido. Aunque el peso emocional de la historia y sus numerosas capas lo conviertan en una lectura que deja una huella mucho más profunda de lo habitual.

Una de las planchas originales de 'La tierra yerma' con su protagonista, Leonor de Salvatierra.

Una de las planchas originales de 'La tierra yerma' con su protagonista, Leonor de Salvatierra. / ALBA VIGARAY

La tierra yerma es una historia de amor y de muerte, de lazos y herencias familiares que marcan a fuego. De un vínculo con el territorio hecho, literalmente, de sangre, la que derraman las mujeres que lo habitan. ¿Su argumento? En un rincón de la provincia de Salamanca, dos sagas de charras luchan cada día por mantener sus tierras y su ganado, incluso sus propias vidas, a salvo de la sequía y de unos seres terroríficos y claramente masculinos ('los ellos', con sus esbirros los hombres) que cada cierto tiempo las atacan y saquean.

Los dos clanes, ligados a las casas de Salvatierra y de Isla Perdida, son algo más que matriarcados. Son sociedades formadas tan solo por mujeres, mujeres que montan a caballo y disparan pistolas y rifles tocadas con sombreros de ala ancha como hacían los hombres en las películas del oeste. En ese ambiente de leyenda se desarrolla una poderosa historia de amor entre dos jóvenes campesinas, Leonor e Isabel, cada una pertenciente a uno de esos dos clanes que, sin ser rivales, llevan vidas separdas, pero que se apoyarán contra el enemigo común cuando sea necesario. Una especie de utopía construida en torno a la sororidad que se convierte en distopía cuando los depredadores entran en escena.

Un aventura clásica y trágica

A pesar de la tragedia que marca esta historia, la primera idea de Berrocal fue hacer “algo ligero, que respirase el espíritu de la aventura clásica”. Quería abordarlo desde el western, explica, y sobre todo quería responderse a una pregunta: “¿Cómo sería una épica feminista?”. Dicho de otra manera: tratar de darle la vuelta a todos esos mitos construidos casi siempre desde la mirada masculina. La autora venía de hacer Doña Concha (también en Reservoir Books), un libro biográfico sobre Concha Piquer que ha acabado teniendo un enorme éxito, y estaba harta de que la gente le preguntara cuál era la siguiente biografía que iba a abordar. Pero con la ilustre coplera había cubierto el cupo. “Aquel fue un proyecto muy documental, en el que no había mucha posibilidad de ficcionar, de hacer cosas un poco locas. Y fueron tres años de trabajo que me dejaron agotada”.

La plumilla es el principal instrumento que utiliza Carla Berrocal para dibujar sus historias.

La plumilla es el principal instrumento que utiliza Carla Berrocal para dibujar sus historias. / ALBA VIGARAY

Si decidió situar su nueva historia en la dehesa salmantina, y no en Andalucía, como habría sido más previsible por ese carácter lorquiano, fue porque le pareció interesante “hacer ficciones en Castilla, que tiene un folclore y una idiosincrasia que también permite acercarse a un tipo de historia muy intensa y muy oscura que no ha sido tan aprovechada por la ficción española”. Fue decisivo, además, descubrir Orgullo, película de Manuel Mur Oti de 1955 que, dice, le fascinó. Una especie de western con mujer protagonista ambientado en algún lugar indeterminado de Castilla y León. Enseguida tuvo claro lo que quería hacer: una ficción de género dentro del marco de la cultura tradicional española.

Así nació este ‘western bollero’, como ella lo define, que en un principio se había concebido como un patreon (un proyecto de mecenazgo online que financian los potenciales lectores) y que acabó convertido en un libro hecho y derecho a cargo de su propia editorial, pero en el que solo ha podido trabajar gracias a una subvención del ministerio de Cultura para creadores, porque la precariedad sigue siendo una constante en su profesión.

Viñeta en una de las planchas originales de 'La tierra yerma'.

Viñeta en una de las planchas originales de 'La tierra yerma'. / ALBA VIGARAY

El origen remoto de la historia está en un viaje que Berrocal realizó con una novia, hace años, a Salamanca. Pasaron por un pueblo que se llama Salvatierra y que está a orillas de un pantano. “Tanto el nombre como el paisaje me sugirieron muchas cosas. Lo conecté con unas ideas que tenía y empecé a buscar contactos de gente de allí. Quería respirar aquella zona, ver cómo era realmente el campo charro y el día a día de sus campesinos”. Dio con Macu, una mujer que vivía más cerca de Ciudad Rodrigo, en el este de la provincia, el paisaje que finalmente ha reflejado en el libro, con sus vaqueros y sus trigales, y que a ella le pareció como “el salvaje oeste”. Se alojó una semana en una casa que ella le consiguió porque quería ver cómo era la vida allí. Lo que se encontró fue una zona “de vida muy dura, muy aislada y muy abandonada”, pero donde también descubrió una magia especial y pudo sentir el calor de sus gentes.

Folclore, mitología y feminismo

En la novela, las protagonistas llevan la vestimenta de los charros salmantinos, que podría recordar también a la de los charros mexicanos o incluso a la de los gauchos argentinos. Como le está pasando a tantos autores jóvenes, y como ya se apreciaba en varios de sus libros anteriores, Berrocal siente una inclinación especial por el folclore, por lo tradicional y lo rural, aunque ella sea una madrileña que sigue haciendo una vida muy urbana y que le ha dado ya tres vueltas a la modernidad. “Somos una generación que estamos mirando hacia lo español y lo folclórico con mucho menos miedo que generaciones anteriores. A mí me interesa mucho porque, en este mundo tan globalizado, donde las ciudades cada vez se parecen más y estar en Madrid es igual que estar en París, con los mismos H&Ms, es una respuesta, casi una obligación, apostar por esa identidad más concreta y más pequeña”.

Otro ingrediente fundamental de La tierra yerma es el mitológico. Las protagonistas tienen mucho de amazonas. 'Los ellos', seres malvados de apariencia demoníaca que recuerdan a esos personajes de los carnavales más tradicionales de la península, con sus cuernos y su apariencia casi animal, son un coro griego que se expresa y que depreda en grupo. Todos los hombres o seres masculinos que aparecen en el libro son eso, depredadores. “Sí, es una representación muy bestia de la masculinidad más tóxica”, admite la autora. “Para mí, toda la esencia más mala del ser humano está muy vinculada a esa masculinidad”. Y añade: “Yo quería contar una historia única y exclusivamente de mujeres, por una cuestión política -es un libro muy político-, pero también porque yo me he tragado westerns llenos de hombres sin cuestionar nunca nada. Si ahora hago un western de mujeres, no me gusta incidir en que es de mujeres. ¿Que todos los personajes son femeninos? Pues sí”.

En una historia con mucho dolor y mucho duelo, Berrocal admite que ha explorado sus propias heridas, las que le han dejado algunas muertes cercanas y también algunos amores, o la toxicidad de ciertas relaciones, sean o no de pareja. Hay una madre, Isidora, que tiene mucho de Bernarda Alba. Las que pueblan el libro son mujeres que luchan, que se confrontan entre ellas y que confrontan al enemigo, que empuñan las armas. El retrato es positivo, pero no idílico. “Ellas tienen que defenderse, y yo creo en la violencia como forma de autodefensa, lo veo bastante lícito. Pero también he querido mostrar que hay imperfecciones dentro de esas sociedades. Que ellas también son vulnerables y se equivocan”.

Carla Berrocal, empuñando una pistola réplica que utilizó para dibujar las de su libro.

Carla Berrocal, empuñando una pistola réplica que utilizó para dibujar las de su libro. / ALBA VIGARAY

El feminismo del libro se corresponde con la militancia de su autora, que durante sus años como presidenta de la Asociación Profesional de Ilustradores de Madrid fue muy combativa respecto a la representación de las mujeres en su sector. Aunque sigue habiendo muchas menos autoras que autores de cómic en España (a grandes rasgos, un 25% frente a un 75%), reconoce que la cosa ha mejorado sustancialmente. “Cuando empecé a publicar cómics en los 2000 éramos muy poquitas, y ahora hemos perdido la cuenta. Es maravilloso, ¿no?”. Esa mejora la atribuye en parte al manga, que como estrategia de marketing "hizo mucho en los 90 por incluir a las mujeres como objeto de consumo”, y de ese modo atrajo al cómic a adolescentes como ella.

Aún así, queda trabajo por hacer. En las estructuras de poder, en los premios que se entregan. “Solo hay tres premios nacionales a mujeres”, recuerda. Hasta las propias tiendas de cómics han sido lugares históricamente poco amables para ellas. Que la entrevista con este diario tuviera lugar el día en que Marjane Satrapi recibió el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades podría parecer una contradicción con este argumento, pero no lo es. Berrocal lo saluda con alegría, por la propia autora iraní y por lo que ayuda a visibilizar el cómic como arte, aunque dice que hubiera preferido que se lo dieran a un autor o autora de tebeo de género (y no de novela gráfica). “Tengo ganas de que se reconozca el cómic como lo que es, un medio popular”, defiende.

Otro elemento importante de contexto es el buen momento que está viviendo la literatura lésbica. Una ola de la que ella es parte fundamental. ¿Siente que se han abierto definitivamente las puertas para que estas historias se puedan contar con la misma libertad que cualquier otra? “Yo creo que sí. Pero tengo mucho miedo a las etiquetas. No me gusta que digan que este es un cómic lésbico, porque la etiqueta nos reduce a una cosa que va en nuestra propia contra", sostiene reconociendo su contradicción con lo que ha dicho antes, aunque aclara que se refiere a las etiquetas marketinianas, al argumento de venta del libro. "A mí me encanta que las bolleras corran y compren mi tebeo, no hay cosa que me haga más feliz en la vida. Pero también quiero que el cómic atraviese ese mercado y vaya a otros sitios. Que los tíos se acerquen a ver el cómic. Aunque no salgan muy bien parados”.  

'La tierra yerma', de Carla Berrocal.

'La tierra yerma', de Carla Berrocal. / Reservoir Books