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'Todo un hombre', en Netflix: el libro de Tom Wolfe, ahora serie del creador de 'Big Little Lies' con Jeff Daniels como figura 'trumpiana'

El actor de 'La rosa púrpura de El Cairo' encarna a un magnate enfrentado a una crisis contable y el desmoronamiento de su ego en este drama satírico

Jeff Daniels (Charlie Croker), en una imagen de 'Todo un hombre'.

Jeff Daniels (Charlie Croker), en una imagen de 'Todo un hombre'. / NETFLIX

Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

Tras el batacazo sufrido por De Palma con La hoguera de las vanidades, es valiente atreverse con una adaptación de la siguiente novela de Tom Wolfe, Todo un hombre, aquella inmersión con aires de reportaje periodístico en las grietas sociales y morales de Atlanta. Obra famosamente vapuleada en su día por tres grandes como John UpdikeNorman Mailer y John Irving, rebautizados por el propio Wolfe como Los Tres Chiflados a causa de sus críticas.

También amigo de llamar cosas divertidas a sus enemigos es Charlie Croker, el héroe de esta novela y, ahora, esta serie limitada, al que cuesta disociar (al menos en 2024) del ubicuo Trump. Jeff Daniels encarna a un magnate inmobiliario que se mueve por la vida creyéndose inmune a todo no por ninguna expresidencia, sino por, simplemente, ser blanco y rico. "Al final hay que poner los huevos sobre la mesa", dice al principio de la serie como avisándonos de su clase de filosofía de vida. Su segunda mujer, Serena (Sarah Jones), no es exactamente de su misma generación. Lo que más le distingue de Trump es quizá el acento, en el caso de Croker tradicionalmente sureño, sobre todo cuando se pone nervioso. 

Conocemos a este hombre hecho y derecho y dudoso en un momento tan feliz como complicado. Poco después de su lujoso 60º cumpleaños, en el que Shania Twain le canta en directo You're Still The One, tiene una reunión fatal en la que Harry Zale (el gran Bill Camp), director del departamento de gestión de activos inmobiliarios de un gran banco, le recuerda que debe 800 millones de dólares. Croker no ha estado gastando dinero solo en negocios lógicos; también estaba paseándose en jet privado o comprando plantaciones para cazar codornices

Nuestro anthihéroe espera salir del atolladero con ayuda de Roger White (Aml Ameen), el respetado asesor legal negro de Industrias Croker, al que toca también (tratar de) ahorrar la prisión a Conrad Hensley (Jon Michael Hill), marido de Jill (Chanté Adams), recepcionista de Charlie. En un principio, creemos saber quiénes son los malos y quiénes los nobles en este cruce de tramas, pero diversos personajes empiezan a tomar decisiones poco éticas. En negocios y política, todo parece valer, incluso volver a despertar el trauma en una probable víctima de agresión sexual solo por arañar unos votos. 

Todo un hombre funciona como varias series al mismo tiempo. El retrato de Croker es, básicamente, un drama satírico, pero cuando los escenarios son el juzgado o, después, la prisión, se impone algo más parecido a la emoción sincera. Algo de esta última hay, no obstante, en la interpretación del siempre enorme Jeff Daniels, quien se preocupa por que su personaje resulte lo bastante humano como para que lleguemos a preocuparnos por su suerte. O, dicho de otro modo, para hacer resultar creíble su antiguo matrimonio como Martha, esa mujer rica pero amable interpretada por Diane Lane. Redondean el reparto Tom Pelphrey (el hermano de Laura Linney en Ozark) como el nuevo pretendiente de esta última, el agente de préstamos Ray Peepgrass, enemigo de Charlie, o Lucy Liu como mejor amiga de la citada Martha y protagonista de una subtrama capital. 

El jefe de la serie, David E. Kelley (Big Little Lies, un largo etcétera), se divierte con el lenguaje y carga los diálogos de obscenidades, algo que no podía hacer cuando trabajaba para cadenas generalistas. Por momentos, estamos ante una versión subida de tono de sus más famosas series legales, como Ally McBeal o El abogado. Pero los fuegos artificiales no están solo en el texto. Como sabe lo que engancha, Kelley incluye algún momento de choque en casi cada episodio, ya sea un forcejeo con serpiente o un apareamiento forzado de caballos.

Se reparten la dirección Regina King, conocida actriz que ya acumula bastantes créditos en estas lides, y Thomas Schlamme, hombre de confianza de Aaron Sorkin, también en The Newsroom, en la que Daniels representaba a unos Estados Unidos mucho más idealizados. No faltan momentos, claro, de walking and talking al estilo de El Ala Oeste de la Casa Blanca: diálogos de metralleta soltados a paso ligero en planos secuencia por pasillos de alto copete. Bajo la pompa y circunstancia, toda la podredumbre moral imaginable, las telarañas infinitas de un país anclado en divisiones demasiado antiguas y en una masculinidad caduca.  

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