Crítica de 'Dos chicas a la fuga': dos Coen mejor que uno

El camino seguido por cada uno de los hermanos Coen desde que en 2019 dejaron de formar equipo artístico invita a especular sobre qué aportaba cada uno a la sensibilidad tragicómica de su trabajo a dúo. Si la primera ficción que Joel dirigió en solitario fue la solemne y severa La tragedia de Macbeth, ahora Ethan estrena una road movie lésbica vocacionalmente caricaturesca que probablemente sea la más alocada de las películas estrenadas con el sello Coen. También es la más tosca.

Mientras contempla cómo las jóvenes del título -una pareja dispareja de manual- se ven enfrentadas a varios criminales ineptos que sirven a una conspiración política, Dos chicas a la fuga alude a algunos de los títulos más abiertamente cómicos de los hermanos -Arizona Baby, El gran Lebowski, Quemar después de leer- y a otros referentes como Faster, Pussycat! Kill! Kill! o El beso mortal sin llegar a estar a la altura ni de unos ni de otros.

En su avance de una situación ridícula a la siguiente, por momentos exhibe en los diálogos y los chistes visuales una agudeza típicamente coeniana que en todo caso amortigua a base de descontrol formal, y entretanto se esfuerza demasiado en ser absurda y desacomplejada en su aproximación al sexo y lo queer como para serlo de forma convincente. Su existencia es una buena noticia en cuanto que tiene de festivo regreso por parte de su director, pero también la demostración de que más le vale tener cerca a su hermano.