ANIVERSARIO

El Teatro del Barrio cumple diez años convertido en plaza y asamblea

La sala fundada por Alberto San Juan (y otras muchas) celebra una década de teatro político y gestión colectiva 

Alberto San Juan, Luis Bermejo y Willy Toledo en la obra 'El Rey', escrita por el primero y estrenada en el Teatro del Barrio.

Alberto San Juan, Luis Bermejo y Willy Toledo en la obra 'El Rey', escrita por el primero y estrenada en el Teatro del Barrio. / Armando Vázquez Aguado

El 4 de diciembre de 2013, en el escenario de un teatro, una mujer llamada Ana dice: “Voy a necesitar que estés conmigo siempre. Que estés pendiente de mí. Que me preguntes cómo estoy, que te ocupes de hacerme sentir bien. Que busques la forma de hacerme bien. Voy a necesitar que no te canses de buscarla. Voy a pedirte mil veces que me mires. No voy a soportar que mires a otro lado”. La mujer es Ana Lischinsky, una de las actrices de la obra El futuro, dirigida por Fernanda Orazi, y ese texto conjugado en el mañana definía, sin saberlo, el motor de un teatro recién nacido que buscaba un vínculo nuevo con el espectador, con la comunidad, con el otro: “que estés conmigo y me preguntes cómo estoy”. Hacerlo de otra forma y hacerlo juntos, esa fue la apuesta del Teatro del Barrio, un proyecto que abrió sus puertas aquel 4 de diciembre de 2013 después de gestarse en la cocina de un piso en Atocha que el actor Alberto San Juan compartía con su pareja, la arquitecta Paloma Domínguez, y con la actriz y dramaturga Vanessa Espín.

Teatro político, gestión colectiva y fiesta

Alfonso PindadoSala Triángulo
Autorretrato de un joven capitalista español15Mmetió en el futuro teatro todo lo que tenía ahorrado, 7.000 euros.

Al proyecto se incorporaron el arquitecto Iñaki Alonso y Mario Sánchez-Herrero, cofundador junto con Cote Romero de Ecooo, una de las organizaciones más activas en el impulso de la energía solar en España. Ellos fueron quienes propusieron que el Teatro del Barrio fuera una cooperativa de consumo formada por socios implicados en la toma de decisiones, una fórmula que exploraba la gobernanza colectiva, algo poco usual en un proyecto artístico. En los inicios del teatro también estarán el economista Gerardo Domínguez, el abogado Jacinto Morano, exdiputado de Podemos en la Asamblea de Madrid, Raúl Baena (iluminador), Jacobo Gavira (diseñador del logotipo y de la imagen del teatro), Almudena Montero (encargada de la Comunicación) y Álvaro Sarmiento (que llegó para ofrecer un sistema de venta de entradas y se quedó).

El Teatro del Barrio se convirtió, desde el principio, en un teatro político que, a su vez, experimentaba con las formas de gestión y propiedad colectivas, un teatro convertido en plaza y asamblea a cuya programación artística se sumó también la creación de la Universidad del Barrio, fundada por Emilio Silva, Noelia Adánez, Juan Carlos Monedero, Ariel Jerez y Pablo Sánchez León, que inauguraron con Curso (provisional) de historia de ¿España?. “Enseguida funcionó muy bien”, cuenta San Juan, “gracias también a la generosidad de toda la gente que se sumó desde el principio y actuó en el teatro: Miguel Ríos, Bebe, Santiago Auserón, La Shica, Martirio, Sergi López o José Sacristán y Pepe Viyuela, que hicieron sus primeras funciones sin querer cobrar. Aquello lo disfrutamos muchísimo porque también hubo muchas fiestas y mucha ocupación de las noches, una vida privada del teatro con mucha gente muy bonita, aunque hoy el teatro ya se ha puesto más serio, más formal”.

El actor Pedro Casablanc en la obra 'Ruz-Bárcenas', representada en el Teatro del Barrio.

El actor Pedro Casablanc en la obra 'Ruz-Bárcenas', representada en el Teatro del Barrio. / CEDIDA

Las mujeres del Teatro del Barrio

Ana CamachoLucía Rico

—Nosotras no aparecimos al principio, hablando del proyecto, porque no teníamos esa vocación.

—Es que era como que no nos correspondía, ¿no?

—Porque ya estaba Alberto, ya estaban ellos.

—Porque éramos igual de machistas que ellos, creo.

—Nos valorábamos menos. O sea, pensábamos que no era necesario. Yo nunca sentí que fuera necesario figurar en el espacio público. Tampoco teníamos una agenda futura y creo que Mario, Iñaki y Alberto sí la tenían.

—Al principio de todo se acercó mucha gente, muchos porque estaban de acuerdo con nuestra posición política y otros porque querían meter la suya en el teatro o porque tenían un primo que había escrito una obra de teatro.

—El teatro tenía una posición inicial anticapitalista. El Barrio era anticapitalista y feminista y crítico.

—No, feminista no tanto. Eso fue después.

—Yo creo que era una posición de cuestionamiento sobre qué nos ha traído hasta aquí y cómo queremos salir de esta. ¿Por qué estamos tan mal? ¿Por qué estamos jodidas? ¿Qué queremos hacer para salir? Vamos a dejar de pensar que desde arriba van a solucionarnos los problemas. Vamos a tomar el control. Ese era el posicionamiento. Y desde aquí vamos a contar las historias y vamos a contar la verdad.

—Pensábamos que la única manera de cambiar las cosas era dando voz a la gente y tomando el control de un medio de producción cultural.

—Y el origen fue el barrio, el barrio como comunidad de gente que se conoce y se une para ayudarse, eso que es la base de la ciudadanía.

—Claro, pero luego eso se convierte en algo curioso. Porque de repente, cuando empieza a crecer, hay cosas que la gente que es dueña de este teatro empieza a pedir porque está en contra o en desacuerdo con lo que creíamos o queríamos las personas que estábamos empezando.

—Por ejemplo, Podemos hizo el primer acto político aquí y después, cuando se constituyeron como partido político, la asamblea decidió que ya no podían hacer más actos en nuestra sala. Éramos un teatro político, pero la asamblea no quiso que nos vinculáramos con ningún partido en concreto.

—Al principio no éramos feministas y hubo un grupo de socios que nos dijo que no podíamos no ser feministas. Aquello no es que creara un conflicto, pero es verdad que tienes que reflexionar, modificar cosas y te quitan un poco el trono, ¿no?

—Si esos cerca de 700 socios de ahora deciden que quieren convertirse en un teatro de derechas, una gran mayoría nos vamos a la mierda y nos convertimos en un teatro de derechas.

—Y si un gran número de estos socios se levantan y dicen que no les gusta la programación de este teatro, tendríamos que modificarla.

—Otra de las cosas que un grupo de socios nos solicitó desde el principio fue el vínculo con la gente y era una cosa que no sabíamos muy bien cómo abordar. Para mí fue un hito La Cuba, nos llamaron en la pandemia para que les dejáramos el espacio y convirtieron el teatro en un banco de alimentos… Fue ahí cuando realmente empezamos a conectarnos con otros movimientos.

—Hemos tenido unos cuantos hitos en estos diez años… En abril de 2016, cuando detuvieron a los titiriteros, hicimos una charla y representamos su obra con Alberto San Juan y Gloria Muñoz…

—Y dos semanas antes del referéndum del 1-O en Cataluña se canceló un acto en Matadero y ofrecimos el Teatro del Barrio. Sacamos un cajón a la puerta y se subió Joan Tardà, con toda la calle Zurita cortada y llena de gente cantando L’Estaca… Fue súper emocionante, una pasada.

La calle Zurita cortada. / CEDIDA


—Otro momento importante fue cuando Alberto se desvinculó del teatro…

Más feminismo


Alberto San Juan, que había ejercido como director artístico y programador del teatro (sin cobrar un euro) desde sus inicios, se desvincula en 2017, “por agotamiento y por mi dificultad para convivir con una forma asamblearia, la verdad”, explica a este diario. Cinco años después de impulsar el proyecto, San Juan vive en sus propias carnes las tensiones que provoca esa gobernanza de naturaleza asamblearia: “Creo que es absolutamente necesario explorar las formas de gobierno colectivo, pero si vuelvo a hacer un teatro voy a ser el líder supremo. Yo, como todos, tengo mis cosas buenas y mis cosas malas y en el trabajo en grupo tengo una parte difícil, un impulso muy controlador y un poco neurótico. De hecho, Raúl, el jefe técnico de la sala, me puso el mote de la suegra. Decía, cuidado, que viene la suegra. Yo siempre ponía pegas a todo: este cartel no se entiende, esta luz es muy triste... Era la suegra pesada”.

Creo que es absolutamente necesario explorar las formas de gobierno colectivo, pero si vuelvo a hacer un teatro voy a ser el líder supremo"

Alberto San Juan

Cuando el actor y director se convierte en un socio más, el teatro contrata a la gestora Ana Belén Santiago, actual directora artística, que le da un giro feminista a una programación muy centrada en esa decisión inicial de San Juan de poner el foco “en la historia invisible de España y en aquellos procesos de emancipación que habían sido silenciados”. En esos años, el Barrio estrenará y producirá obras como Ruz-Bárcenas, El rey, Las guerras correctas (sobre los Gal), El rey o El pan y la sal (sobre los crímenes del franquismo). “Cuando yo llegué todavía era sexy la política y lo político, pero a raíz de la pandemia”, explica Santiago, “eso se va desconectando y determinadas ideas que tenían que ver con la memoria histórica o con un teatro político muy historicista y que eran garantías absolutas de programación, dejan de serlo”. Es entonces cuando el Teatro del Barrio introduce la idea de “reconquistar la imaginación y, desde ahí, se van incorporando personas y discursos más feministas, de reflexión sobre la identidad y sobre la sexualidad”.

El Teatro del Barrio, explica la directora, celebrará sus diez años de vida con la recuperación y celebración, a partir de enero de 2024, de espectáculos insignia “como Emilia, de Noelia Adánez y Anna R. Costa, Autorretrato de un joven capitalista español de Alberto San Juan o el Non Solum de Sergi López y estarán también personas míticas que nos han acompañado estos diez años”. ¿Habrá fiesta el 4 de diciembre? “Claro, va a ser un día de fiestón que ya estamos diseñando”. Y ojalá ese día, como dijo hace diez años otro de los personajes de aquella obra llamada El futuro, toda esa comunidad construida por el teatro a lo largo de esta década piense: “Lo vamos a ver todo, todo, todo. Menos el final, el final no lo vamos a ver”.

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