Las críticas de cine de la semana: 'El exorcista', ‘El castillo’, 'Dispararon al pianista', 'Golpe a Wall Street'

No es El castillo de Franz Kafka pero, a su modo, esta filme del argentino Martín Benchimol resulta igual de laberíntico. Adquiere los rasgos de un documental, pero ya sabemos que el género es híbrido desde hace un par de décadas como mínimo, y lo que nos cuentan las imágenes y las palabras surge de la realidad para metamorfosearse en otras formas de relato. Es, además, una película en la que los dos personajes principales, una mujer y su hija, son igual o incluso menos importantes que la casa que habitan, el castillo del título. La mujer, empleada doméstica, la ha heredado de su empleadora. Es una mansión grande, espaciosa, quizá demasiado espaciosa, en medio de la pampa argentina. Un lugar a lo Edward Hopper pero con otros matices, recovecos y significados. La ha heredado con la condición expresa de su propietaria de que nunca la venda, así que la mansión, el castillo, adquiere también tintes de prisión: no pueden desprenderse de ella.

 Justina y Alexia, madre e hija, existen en realidad, y su historia es verídica. Benchimol las conoció hace siete años. Luego, las filma imponiendo otros criterios más allá del documental. De hecho, el protagonismo de la mansión es crucial pues actúa de un modo directo sobre los dos personajes, haciendo que, en esta quizá forzada convivencia, las relaciones madre-hija sean muy distintas a lo que hubieran sido en otro contexto, en otro espacio. - Quim Casas

Adicto al latín jazz, Fernando Trueba hizo inmersión en otros estilos musicales en El milagro de Candeal, sobre la música y las favelas de Salvador de Bahía, y en Chico & Rita, en torno a la escena afrocubana de los 40. Este último es un filme de animación codirigido con Mariscal, con quien Trueba repite en Dispararon al pianista, ahora mecida por los sones del jazz-samba de los 60.

 El título remite a un filme de François Truffaut, cineasta muy querido por Trueba: Tirad sobre el pianista. Aquel era un film noir a la europea. El de Trueba & Mariscal, además de ser de animación, se presenta como un documental-encuesta en torno a un pianista brasileño, Tenório Júnior, que fue una de las víctimas de los grupos de extrema derecha en Buenos Aires a las puertas del golpe de Estado en la Argentina de 1976.

No es tanto una recreación musical, aunque las canciones de Caetano Veloso o Gilberto Gil están presentes, como un filme demasiado explicativo sobre la geopolítica estadounidense en Latinoamérica y los estragos cometidos por la CIA y otras organizaciones en la denominada Operación Cóndor.

 Al final sabremos que Tenório Júnior era una de las grandes promesas de presente y futuro de la música brasileña, pero que ese futuro quedó cercenado. Mariscal luce mejor en ilustración estática que animada, y los personajes entrevistados por Trueba adquieren la forma de un dibujo parlante. - Quim Casas

En enero de 2021, un grupo de pequeños inversores organizados en torno a Reddit llevaron al caos a Wall Street tras disparar los precios de las cotizaciones de una tienda de videojuegos llamada GameStop, haciendo que los tiburones que habían intentado hundirla en bolsa perdieran miles de millones. Al recrear aquel suceso, el director Craig Gillespie no solo se las arregla mejor que La gran apuesta (2015) a la hora de hacer comprensibles conceptos financieros complejos; también logra que una película centrada en personajes que observan pantallas o bien en el contenido de esas pantallas -gráficos, memes, GIFS- resulte francamente entretenida.

Por otra parte, Golpe a Wall Street es muy maniquea al recrear la batalla entre David y Goliath -los pequeños inversores son todos nobles, los grandes son villanos caricaturescos-, y su interminable sucesión de monólogos sobre lo injusto y corrupto que es el sistema cae en el didactismo. Podría decirse que le falta el tipo de sarcasmo que Gillespie sí inyectó a su comedia negra Yo, Tonya (2017), también basada en hechos reales. En lugar de reconocer que el caso GameStop ni fue una revolución ni alteró la jerarquía del mercado bursátil -solo obligó a los ricos a buscar otras formas de serlo cada vez más- prefiere consolarse poniendo el foco en los beneficios que algunos de esos pequeños inversores acabaron obteniendo, y haciéndolos pasar por evidencia del Poder del Pueblo.