MÚSICA

Por qué merece la pena reivindicar el rock español de sus primeros tiempos

El libro 'Los 100 mejores discos del rock español de los 60 y 70', escrito por Juan Puchades y César Campoy, es tanto un rescate de talentos escasamente valorados en su momento como una gran historia de quienes sentaron las bases de nuestra música popular

Los Brincos, uno de los grupos de rock más representativos de los 60 en España.

Los Brincos, uno de los grupos de rock más representativos de los 60 en España. / CEDIDA

Su intención era desenterrar gemas ocultas del rock español más arcano, al tiempo que reivindicaban trabajos señeros de otros artistas de dominio más que público, que triunfaron comercialmente, y lo que han acabado haciendo –casi sin proponérselo– es una gran historia de nuestra música popular durante los años 60 y 70. Uno de los libros que mejor y más didácticamente explican aquel tránsito, durante el cual el rock adquirió denominación de origen hispano. Una apasionante historia que conviene leer desde el primero de los discos rescatados hasta el último. Exactamente en el orden en el que figuran.

Los periodistas Juan Puchades (Valencia, 1965) y César Campoy (Valencia, 1973) se embarcaron en la redacción del libro Los 100 mejores discos del rock español de los 60 y 70 (Efe Eme) sin esperar (ni de lejos) que su primera edición se agotara en cuestión de semanas. La segunda ya está en marcha. Y no deja de ser todo un logro en un país en el que tanto peso tienen aún el aura de la Movida e incluso del indie, y en el que parece que cualquier cosa anterior a Radio Futura, Alaska, Nacha Pop, Los Planetas o Vetusta Morla no merezca la atención del público lector.

Portada de 'Los 100 mejores discos del rock español de los 60 y 70', de Juan Puchades y César Campoy./ ARCHIVO


Contra los tópicos, conocimiento

el rock no deja de ser música que viene de EEUU y se expande por todo el planeta
Los BravosLos BrincosLone StarLos Cheyenes, Los Salvajes, Los Huracanes, Los Salvajes Los RelámpagosJuan Pardo Micky

César Campoy ahonda en la misma idea, y propone un reguero de nombres que podría ser interminable: “Queríamos premiar a quienes arriesgaban saliéndose de lo establecido: Los Pasos, que tienen una discografía magnífica que se ha reivindicado muy poco, o los Z-66 de Lorenzo Santamaría, o Los Pepes, que tienen un disco magnífico con canciones originales que apenas se conoció en su época y se tuvo que recuperar a través de material aparecido en un almacén, o Los Sonor del principio, una cantera de músicos que dio pie a parte de Los Bravos, o Los Faros, que tienen una historia curiosa porque con ellos el sello Zafiro/Novola se propuso emular el modelo de Los Brincos, quienes habían revolucionado la industria musical de este país”.

Una fusión que viene de muy atrás

personalidad, la originalidad y la reivindicación folk boom folk r’n’bBarrabás
El grupo español de los Barrabás.

El grupo español de los Barrabás. / CEDIDA

Pronto llegarían el progresivo y la psicodelia, el rock andaluz de Smash o Triana, el rock mediterráneo de Pep Laguarda, Bustamante y Remigi Palmero desde Valencia, o las fórmulas patentadas por Ia & Batiste, Sisa, Iceberg, Los Chorbos, La Grecas, Triana o Itoiz, entre muchos otros, así como aquella tercera vía (entre el pop y el rock, mirando al folk norteamericano) de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán o Noel Soto. Muchos de ellos, atentos a la tradición local, aunque antes ya permeaba cierta fusión: “Las letras pop de El Dúo Dinámico tienen mucho que ver con la copla, como le pasa a Serrat en el caso de la canción de autor, porque vienen de esa tradición: Balada gitana es de 1962. También Los Brincos introducen elementos aflamencados. O Los Cheyenes. Los Relámpagos ya directamente se meten en el folklore, como Los Pekenikes. Solera introducen elementos del barroco en algunos arreglos. Y el primer disco de Remigi Palmero tiene inflexiones vocales de les albaes valencianas”, cuenta Juan Puchades. “En Catalunya, Baleares, Euskadi o Galicia, cantaban en sus propios idiomas y se les permitía, cosa que también es curiosa, quizá porque la censura consideraba que era una cosa folklórica y se veía bien que lo mezclaran con ritmos foráneos”, añade César Campoy, quien recuerda que la popular Los cuatro muleros fue adaptada por Los Pekenikes, o que Los Relámpagos llegaron “a hacer discos temáticos sobre la historia de España”.

Nombres imprescindibles


Parece el texto de un chiste, pero no lo es: ¿Qué hacían un suizo y un italiano buscando músicos en la España de Franco para hacerles triunfar en el resto del mundo?. “¿Qué se les pasaba por la cabeza?”, se pregunta Juan Puchades acerca de Alain Milhaud y Rafael Trabucchelli, los dos productores fundamentales de aquel periodo, cuyos nombres son recurrentes a lo largo del libro. “Consiguieron un éxito enorme con Black Is Black de Los Bravos o Mamy Blue de los Pop Tops o con el Himno a la alegría de Miguel Ríos, a la que se le llegó a dar una lectura de canción anti Vietnam que seguramente ni Trabucchelli ni el arreglista Waldo de los Ríos ni el propio Miguel Ríos pensaron”, rememora. Y es que “había una industria española ávida por exportar, como hizo Hispavox con el sonido Torrelaguna: los grandes sellos metían en Latinoamérica a todos sus grupos”, remata. “En Los Bravos cantaba un alemán y producía Milhaud, que era franco-suizo”, añade César Campoy.

El grupo español Los Pepes./ CEDIDA


Les pregunto quiénes son aquellos músicos más reivindicables de entre quienes no cotizaron nunca en las listas de éxitos ni en los medios. Puchades me contesta que merecía la pena rescatar a “Nuevos Horizontes y José Manuel, que quedaron sepultados, a Ia & Batiste, a Brakaman, a Cotó-en-pèl, al modernísimo primer disco de Salvador Domínguez – entonces solo Salvador – cuando aún no hacía heavy o a los canarios El Eructo del Bisonte, quienes tuvieron una mínima repercusión con un single que sonó algo – poco – incluso en Los 40, y nadie les hizo caso, aunque fueran una de las semillas de la new wave que vendrá en los 80”.

También les consulto cuál sería el mejor grupo o músico de los sesenta y de los setenta. Al menos el más representativo. César Campoy se decanta por Los Brincos en los 60 y Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán en los 70. “La importancia de Los Brincos se explica también por todo lo que hicieron después Juan Pardo y Fernando Arbex en los 70 como productores y descubridores de talento”, explica. Juan Puchades también se queda con ambos nombres, matizando que “Los Brincos fueron nuestros Beatles, aunque no importen tanto como ellos porque han sido olvidados con el tiempo, y Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán es un grupo de culto, no olvidado como Los Brincos, pero tan solo conocido por un determinado tipo de público y por la crítica: ambos abrieron muchas puertas”, concluye.