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El reguetón no lo es todo: discos para introducirse en la música latinoamericana

Buena Vista Social Club, Rubén Blades, Silvio Rodríguez, Soda Stereo... El continente es mucho más grande que un solo género

El cantautor y guitarrista cubano Pablo Milanés en un concierto del ciclo 'En vivo' en Granada en 2021.

El cantautor y guitarrista cubano Pablo Milanés en un concierto del ciclo 'En vivo' en Granada en 2021. / MIGUEL PAQUET

En Cuba, en los años 40 y 50, hubo un club social llamado Buena Vista, donde artistas tradicionales, de son y de bolero, se juntaban para improvisar en sus instrumentos frente a un público que bailaba sin perrear. En 1997, el productor Nick Gold, junto al guitarrista Ry Cooder y al productor cubano Juan de Marcos González, reunió a esos músicos retirados, muchas veces desconocidos, para formar un grupo y grabar un álbum, al que dieron el nombre del lugar que hacía décadas los vio tocar: Buena Vista Social Club. Fue un hit mundial. La historia de la grabación y el posterior concierto en el Carnegie Hall de Nueva York están documentados en la película del mismo nombre que la banda y el álbum.

Rubén Blades, de Panamá, y Willie Colón, de Nueva York, pero latino hasta la médula, son dos de las fuerzas más potentes de la salsa. Por cuenta propia, cada uno tiene álbumes dignos de encabezar esta lista; auténticas banderas del nuevo continente. El primero es autor de Maestra vida y de Amor y control. El segundo, tiene bajo su nombre Top Secrets, Tiempo pa´ matar, entre tantos otros. Se juntaron, y tanta pólvora estalló en Siembra, el disco de salsa más vendido de la historia. El éxito indiscutible es Pedro Navaja, la historia de un maleante que da un traspié. Sin embargo, ninguna de las canciones pasa desapercibida. Plástico es una crítica contra el materialismo. Buscando Guayaba es una oda a la belleza de lo simple, con su melodía alegre y su ritmo marcado, fácil de bailar.

El cantante de los cantantes, Héctor Lavoe, nació en Puerto Rico, en 1946. Es el autor de himnos de la salsa y partícipe de populares colaboraciones con Willie Colón. La suya es una salsa más dura, con un ritmo menos marcado y melodías llevadas de la mano por trompetas que hablan. Sus letras suelen ser melancólicas, introspectivas; lamentan la vida solitaria del artista (El cantante), la miseria que abunda en Latinoamérica (El día de mi suerte), el amor que se acaba (Periódico de ayer). También critica, aunque a veces enaltece, la figura del criminal, que tiene las calles agarradas del pescuezo, a la gente en la palma de la mano, como Juanito Alimaña, que con mucha maña “saca su cuchillo sin preocupación, dice que le entreguen la registradora, saca los billetes, saca un pistolón”. Elegir un solo álbum es tarea difícil, pero Comedia, de 1978, es un sólido candidato para representarlo.

En Cuba, en los 60, cuando todo escaseaba, cuando ni siquiera los mercados diplomáticos tenían aceite y las personas ya no plantaban rosas en sus jardines, como lo relata Guillermo Cabrera Infante en su libro Mapa dibujado por un espía, sino platanales, porque no había cómo comprar la fruta y más valía plantarla uno mismo, en esa época de hambre, escasez y persecución, nació una cosa que fue bella: la nueva trova. Si bien es un género de alto contenido político, su música es disfrutable por mucho más. Melodías acústicas y voces sedosas, como la de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, altos representantes del género. El primero es autor de canciones que son auténticas obras maestras, como Óleo de mujer con sombrero y Ojalá, ambas del álbum Al final de este viaje.

La nueva trova escapó de su isla e infectó al continente entero. Su influencia incluso trasciende los géneros. Charly García y Nito Mestre, ilustres argentinos, lo convirtieron en una especie de soft rock con su dúo Sui Generis, una de las bandas pioneras del rock latino. Charly se encargaba del piano, Nito de la guitarra y la flauta traversa; ambos, de la voz. Sus canciones son auténticos poemas. Son más rítmicas y aceleradas que la nueva trova, más roqueras, pero mantienen la sensibilidad. Aunque el grupo duró pocos años lanzaron tres álbumes (Vida es el que mejor los representa) y fueron el primer paso para una tradición musical hoy consolidada: el rock latinoamericano.

Y no se puede pronunciar rock latinoamericano sin decir Soda Stereo. Y no se puede decir Soda Stereo sin pensar Gustavo Cerati, quien falleció en 2014 tras estar cuatro años en coma. Una búsqueda en YouTube ayuda a comprender la grandeza de esta banda: Soda Stereo – De Música Ligera (Último Concierto). El trío, compuesto por Cerati (guitarra y voz), Héctor Zeta Bosio (bajo) y Charly Alberti (batería), era dinamita en el escenario. Un rock perfectamente bailable, que no por eso pierde intensidad. Por supuesto, hablamos de Sudamérica, lo sensible y lo poético siempre está, pero los temas emblemáticos de Soda son explosivos. Nada personal es un álbum que los identifica.

Y aunque no todo es reggaetón, tampoco podemos fingir que este género, uno de los más escuchados alrededor del mundo, no existe. Surge como una mezcla entre el reggae de Jamaica y el hip-hop de Estados Unidos. Nueva York fue esencial en esta mezcolanza cultural, pero Puerto Rico le dio vida y nombre. Viso C, portorriqueño de Brooklyn, es considerado el padre del género. Otros nombres, vigentes hasta el día de hoy, cumplieron un rol esencial en difundirlo: Daddy Yankee, Tego Calderón y Don Omar. El Abayarde, de Tego Calderón, es un álbum referente.