OBITUARIO

Alberto Anaut, fábrica de las ideas

El gestor cultural, fundador de La Fábrica, de la revista Matador, e impulsor de PHotoEspaña, ha fallecido en Madrid a los 68 años

Alberto Anaut impulsó festivales como PHotoESPAÑA, Eñe, Madrid Design Festival Y Pública.

Alberto Anaut impulsó festivales como PHotoESPAÑA, Eñe, Madrid Design Festival Y Pública. / ARCHIVO

Juan Cruz

Juan Cruz

Maldito lunes, vida maldita la que admite la muerte. Y ahora ha muerto Alberto Anaut, que parecía irrompible, un genio que creó una fábrica de las ideas, La Fábrica, para que no se durmieran en España ni la cultura ni los libros.

Con una generosidad que era consecuencia de su personalidad y de su inventiva, él creó entre nosotros el Festival Eñe, e hizo de esa letra común y excéntrica del alfabeto el centro mismo de la apuesta personal, y en seguida colectiva, por mejorar la relación de la vida con las artes que cultivó, además de la noble artesanía del periodismo, donde lo conocí. Tampoco podemos olvidar que fue fundador de Matador, una revista insólita para el futuro más inteligente, considerada de culto, que juntó a los creadores más importantes del siglo XX.

En esta faceta, en El País, fue mi maestro en curiosidad, y en preguntas. Ni lo que era evidente podía con su capacidad de escrutinio, pues buscaba, en ese oficio, en todos los que abordó, la perfección que quería en el arte. En este último ámbito fue también un genio que indagaba hasta la extenuación, pero decidía con la velocidad de un muchacho. Siempre.

Nada le era ajeno en esos variados asuntos que merecieron su pasión y su paciencia. La creación de Eñe, como la de La Fábrica, tuvo ambición colectiva, de modo que en ambos hemisferios del mundo que quiso estuvo abierto a la colaboración con otros. No era discursivo, su discurso iba por dentro, y lo ejercitaba también escuchando. Se sentaba ante ti, indagaba sobre la idea que te habitara y de inmediato, si esa idea le resultaba fértil o abierta, en seguida estaba contigo llevándola a cabo.

Un día reciente le dije, a él y a su compañero Luis Posada, que como todos los suyos ahora llora el futuro sin él, que había en Argentina un suplemento literario, el del diario Clarín, que se llamaba Ñ como su festival ya veterano, y que además estaba cumpliendo años.

No hubo falta más alertas, en seguida estaban los que llevaban este barco que él pilotaba en contacto con la revista cultural más importante de América, y fue un éxito el encuentro. Como le dijo un día Benedetti a Viglieti, cuando éste le dijo al poeta que él componía canciones, Anaut estaba lleno de “energía para las coincidencias”, y donde hubiera una posibilidad de caminar con otro, o con otros, ahí estaba siempre, al principio mandando y luego viendo mandar.

Siempre disponible

España, la lengua española, de modo que América también, viven de estas energías; y la energía de Anaut era primordial, primerísima, en este universo en el que se desparraman las ideas por culpa de las afrentas que llevan dentro las envidias y las ideologías. En ningún momento de la vida, incluso cuando éramos compañeros de la misma redacción, vi en Anaut ni un gramo de la mezquindad que a veces nos habita a los periodistas. Y como creador de cultura, y como persona, siempre estaba disponible para decir sí aunque te dijera, al fin, que no, que no lo veía.

Me resulta tan insólito que ahora tenga que escribir en pasado su nombre, Alberto Anaut, es tan horrible que este lunes se haya comportado con él como el infierno se comporta con la vida, que todo lo que diga sobre esta pérdida se corresponde con la rabia de ver rota la fertilidad de la vida.

Anaut era un inventor de la cultura. Una insólita energía para crear y esta que ahora lloro es una enorme pérdida para los mundos del libro, el arte y el pensamiento. Un motor increíble que ojalá no deje de sonar porque las ideas no mueren, están ahí, como gozosa herencia que nos deja la luz de los bien iluminados.  

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