HISTORIA DE UN HITO

El cabreo de Marta Sánchez, la catapulta de Mónica Naranjo y la inesperada confesión de Miguel Bosé: 30 años de la revista LGTBIQ+ ‘Shangay’

Un nuevo libro recorre la historia de la revista que buscó la normalización de los homosexuales a través de reportajes de actualidad cultural, y que todavía sigue siendo una de las ventanas más visibles del colectivo

De izda. a dcha., Pepón Nieto, Roberto Sánchez, Cayetana Guillén Cuervo, La Terremoto de Alcorcón, Pablo Rivero, Alfonso Llopart, María Adánez, Iván Platero, Hugo Silva y Michelle Jenner en la carroza de 'Shangay' en el Orgullo 2008

De izda. a dcha., Pepón Nieto, Roberto Sánchez, Cayetana Guillén Cuervo, La Terremoto de Alcorcón, Pablo Rivero, Alfonso Llopart, María Adánez, Iván Platero, Hugo Silva y Michelle Jenner en la carroza de 'Shangay' en el Orgullo 2008 / Cedida

Shangay no fue la primera revista dedicada al público gay. Sin embargo, sí puede presumir de ser la más longeva y la única que, salvo durante los tres meses de confinamiento duro por la pandemia de COVID-19, no ha dejado de llegar a sus citas (quincenales, mensuales o trimestrales) con los lectores. Según cuenta su cofundador, Alfonso Llopart, en el libro Memorias de Shangay. 30 años de historia LGTBIQ+ en España (Planeta), la conocida revista gratuita surgió en 1994, en un momento en el que su compañero Roberto Sánchez Miguel y él venían ya haciendo un fanzine para anunciar las fiestas de temática gay (Shangay Tea Dance) que organizaban los domingos en Chueca.

En aquella época, el hoy en día chic barrio madrileño era una zona degradada del centro donde las drogas y la delincuencia campaban a sus anchas. Pese a todo, como los locales eran baratos, varios empresarios se habían animado a instalar allí sus negocios, la mayoría bares de copas y discotecas dirigidas principalmente al público gay masculino. Luego ya fueron apareciendo algunos negocios diurnos, en parte, porque cada vez más homosexuales se estaban mudando a Chueca. El más importante fue sin lugar a dudas Berkana, la primera librería de temática gay y lésbica fundada en España, que funcionaba también como espacio de acogida y encuentro para muchas personas homosexuales y trans en una época en la que el colectivo era todavía prácticamente invisible.

Alfonso Llopart en los premios MADO por el aniversario de los 30 años de la revista 'Shangay'.

Alfonso Llopart en los premios MADO por el aniversario de los 30 años de la revista 'Shangay'. / CEDIDA

A diferencia de otros medios de referencia de la comunidad LGTBI, Shangay buscó la normalización de los homosexuales a través de reportajes de actualidad cultural que pudieran interesar a todo tipo de público. Su primera entrevista se la hicieron al actor cubano Jorge Perugorría, que entonces andaba rodando Dile a Laura que la quiero (1995), cuya promoción corría a cargo de la oficina de prensa de Javier Bellot, en la que Llopart trabajaba. “Al poco de mudarnos a Stella, nos contrataron nuestra primera publicidad de una distribuidora: la película Las aventuras de Priscilla, reina del desierto salía en formato vídeo y Polygram nos pidió organizar una fiesta para promocionarla”, relata Llopart en el ensayo. “Montamos un concurso de playbacks de su banda sonora, con premio al ganador de 30.000 pesetas, y sorteamos vídeos entre los asistentes. Era la primera vez que una major se fijaba en nosotros. Hasta ahora, todos nuestros anunciantes habían sido negocios de Chueca o cuyos dueños eran gais o lesbianas. Empezamos a creernos que estábamos creando un medio de comunicación, así que decidimos hacerlo en imprenta en vez de fotocopiado. Era mucho más caro, pero el resultado era mucho mejor”.

En el mismo libro se cuenta que aquel fanzine de nicho creció rápidamente y se terminó independizando totalmente de su fiesta dominical, que a partir de entonces se promocionó a través de publicidad pura y dura. Con el tiempo, Shangay incluiría secciones nuevas como una guía de Madrid (que después lo fue de toda España) con todos los negocios orientados a gais y lesbianas, un test con temas como “¿Te obsesiona el sexo?” o “¿Eres una reinona envidiosa?”, y un consultorio de salud en el que un tal Doctor Queen daba consejos sobre temas como el VIH-sida, que todavía no había pasado de ser una sentencia de muerte a una enfermedad crónica que se puede controlar con una medicación diaria sin riesgo de infección.

Por esa época, Alaska accedió a dejarse entrevistar para la revista. Como el equipo necesitaba una foto suya para poder ilustrar la pieza, la cantante, firme defensora de los derechos del colectivo LGTBI, los puso en contacto con Álvaro Villarrubia, que había hecho las fotos de promoción del último álbum de Fangoria y al poco se convertiría en el fotógrafo de cabecera de Shangay. “Gracias a Alaska conseguimos nuestro primer contrato con una discográfica”, explica Llopart. “La banda sonora de Priscilla había sido un éxito, y a la discográfica BMG Ariola se le ocurrió hacer un recopilatorio de música marica con los grandes éxitos nacionales e internacionales que tanto nos gustaban. Lo llamaron Dancing Queen y contrataron a Alaska para hacer la selección de temas, y a la oficina de Javier Bellot, en la que yo seguía trabajando, para su promoción”.

Otro de los impulsores de aquella nueva Shangay fue el activista Pedro Zerolo, quien en 1996, dos años antes de ser elegido presidente del colectivo LGTB+ Cogam, entró como socio y colaborador de la revista con una inyección de capital. “Aquel mismo año, el Orgullo Gay se institucionalizó con la incorporación al comité organizativo de varios empresarios, entre ellos Zerolo, Llopart y [Roberto] Sánchez. Para atraer más manifestantes y recibir más atención mediática, el Orgullo se vistió de fiesta: además de una reivindicación política, ahora era una celebración”, apunta el periodista Juan Sanguino en su último libro, Apriétame más fuerte, centrado en el fenómeno sociológico que supuso en su día la cantante Mónica Naranjo, y donde también recuerda que el Orgullo de 1996, el primero que contó con la participación de carrozas, ha sido el más multitudinario hasta la fecha.

Desde 1997, Shangay fue creciendo en número de páginas y contenidos. Fue entonces cuando le dieron su primera portada en España, precisamente, a Mónica Naranjo, en alquel momento una desconocida cantante catalana que había triunfado en México y ahora trataba de ser profeta en su tierra con su segundo disco, Palabra de mujer. Llopart fue luego por las discográficas asegurando que su publicación había convertido a Naranjo en un éxito de ventas. Lo que nadie puede negar es que aquel reportaje, unido a la actuación de la cantante que organizaron en el Shangay Tea Dance y a la repercusión que tuvo en varios medios generalistas un documental de Canal+ (titulado Bueno, bonito y gay) en el que aparecían hablando los creadores de Shangay, contribuyó a aumentar la popularidad de la revista, que empezó a distribuirse en Barcelona.

Pedro Serrano, su socio Alberto de las Heras, Roberto Sánchez y Alfonso Llopart en el Shangay Tea Dance en Flamingo.

Pedro Serrano, su socio Alberto de las Heras, Roberto Sánchez y Alfonso Llopart en el Shangay Tea Dance en Flamingo. / Cedida

Ya entonces, el equipo de Shangay mantenía muy buena relación con las discográficas, que no solo les regalaban discos, sino que también les proponía artistas para entrevistar, los llevaban al Shangay Tea Dance para presentar sus trabajos y hasta invertían en la revista con publicidad. “Si al principio Shangay Express era el complemento perfecto para promocionar el Shangay Tea Dance, ahora era al revés: gracias a que organizábamos fiestas todos los domingos, cada vez más artistas querían presentar sus trabajos en directo en ellas. Y a las discográficas les ofrecíamos el pack completo: portada/publicidad en Shangay Express y presentación en Shangay Tea Dance”, apunta en el libro el cofundador de una revista que cobraba 100.000 pesetas (600 euros) por portada.

De pronto, todo el mundo quería salir en Shangay. Desde artistas recién llegados al panorama musical hasta cantantes emergentes o estrellas tan consagradas como Ana Torroja, quien posó desnuda con un lazo rojo cubriéndole los pechos para conmemorar el Día Internacional del Sida. Llopart menciona igualmente aquella ocasión en la que otra diva patria, Marta Sánchez, fue abucheada al leer en inglés el pregón del Europride: “Como era el Orgullo europeo, decidimos que el pregón se realizaría en español y en inglés [...]. Marta intenta explicarlo, pero como no la dejan hablar, suelta un ‘Maricones, ¿queréis dejarme hablar?’. Al final, no hubo más remedio que leer primero el pregón en español. Al día siguiente, me llama Marta preocupadísima: ‘¿Has visto la prensa de hoy?’. Los titulares eran: ‘Marta Sánchez insulta a los gais en la inauguración del EuroPride’. No podía ser. Los gais hace mucho tiempo que nos hemos apropiado de la palabra ‘maricón’ o ‘maricona’ y la hemos transformado en una palabra coloquial positiva en nuestras conversaciones, algo que algún periodista de entonces, evidentemente, ignoraba”.

El disgusto que se llevó la madrileña fue un juego de niños comparado con el cabreo que se pilló Alejandro Sanz después de leer en El Mundo un artículo en el que se insinuaba que él era gay. Sin pensarlo dos veces, el cantante denunció tanto a la autora del texto (la periodista Carmen Rigalt) como al periódico. “El argumento de esa demanda era lo problemático: atentado contra el honor”, apunta Sanguino en su libro. “Eso partía del silogismo de que ser homosexual era deshonroso. Para dejar claro que su demanda no tenía nada de homofobia Alejandro apareció en la portada de Shangay. No a Carmen Rigalt, sí a los maricones. Hoy Alfonso Llopart señala que esa portada se organizó a propósito para que el cantante pudiera aclarar que no tenía nada en contra del colectivo y que tenía muchos amigos gais”. Aquel proceso judicial terminó en 2008, cuando un juez condenó a la revista dominical de El Mundo y a Rigalt a indemnizar con 30.000 euros al intérprete de Corazón partío por intromisión ilegítima en el derecho al honor.

Otro animal escénico que se ha prestado a posar para la revista es Miguel Bosé. En junio de 2013, el artista sorprendió al mundo al confesar en exclusiva a su entrevistador que tenía cuatro hijos fruto de gestación subrogada. Algunos creen que lo hizo en una revista como Shangay porque, de alguna forma, sentía que tenía una deuda con el mundo LGTBI. Sin embargo, todavía tuvieron que pasar varios años para que admitiera públicamente que durante un cuarto de siglo mantuvo una relación sentimental con el escultor valenciano Nacho Palau, o lo que es lo mismo, que es homosexual. "Como ocurre con todas nuestras grandes exclusivas, el motivo es la normalidad, la naturalidad", asegura a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el periodista Nacho Fresno, actual director adjunto de la revista. "Por lo que sea, quizá por nuestro buen hacer en todos estos años, los personajes se sienten cómodos con nosotros y nos cuentan sus cosas. Muchas de esas ‘cosas' son bombazos periodísticos. Jamás hemos ido buscando el morbo. Además, cuando se trata de algún asunto que pueda ser delicado, solemos consultarlo antes de publicarlo y pecamos de pacatos. Muchas veces es el personaje el que nos dice 'si os he dicho esto es para que lo pongáis'".

Las críticas a la revista

Con el tiempo, la revista se convirtió en un catálogo de tendencias que también cuenta, lógicamente, con detractores. El propio Shangay Lily, que fue uno de los promotores de Shangay (aunque acabó seriamente enemistado con los otros fundadores), criticó duramente el devenir de un medio que, en su opinión, pretende "distraer sin informar, creando el espejismo de transgresión sin amenazar seriamente los pilares políticos del sistema". Indiscutible agitador de conciencias, el desaparecido activista malagueño también puso de vuelta y media a los organizadores del Orgullo LGTBI en varias columnas de opinión que denunciaban la mercantilización del Orgullo madrileño y el control que según él ejerce el "empresario rosa" sobre el evento. "El orgullo no es una verbena con más o menos conciertos para solaz de heteros borrachos", apuntó en una de ellas. "El Orgullo es una herramienta política que transmaricabollos luchadoras levantaron con su sacrificio y esfuerzo para visibilizar nuestra diferencia, no para promocionar las carreras de artistas más o menos pop que pagan a gaympresarios para cubrirse de una pátina de modernidad y tolerancia que termina llamándose 'diva gay' o 'icono gay'".

Dejando a un lado ese tipo de críticas más o menos justas, está claro que Shangay no solo consiguió capear el temporal durante la crisis publicitaria de la prensa, sino que también ha ido poniendo en pie suplementos de moda, belleza y viajes que todavía hoy funcionan. "Nunca he visto un fenómeno similar al de Shangay", apostilla orgulloso Fresno. "He visto cómo grandes editoriales han sacado ambiciosos proyectos, con presupuestos millonarios, que han durado meses en el kiosco. Nosotros nunca hemos ido a kiosco, pero también he visto cómo otros muchos gratuitos de grandes multinacionales han dejado de editarse. ¿Cuál es el secreto? Sinceramente no lo sé. Pero si lo supiera tampoco lo diría, porque entonces nos lo copiarían. Es como esas obras de teatro o películas con grandes producciones que duran un mes en cartel, mientras que otras que vienen del circuito off se mantienen años. Son los misterios de la industria".