CONCIERTO EN MADRID

Abraham Cupeiro: instrumentos de la Edad de Hierro para viajar a través de la historia de la música

El músico y luthier gallego, que recupera instrumentos y sonidos ancestrales y los utiliza en composiciones de diferentes épocas y procedencias, actúa este sábado en los Teatros del Canal

El músico y luthier Abraham Cupeiro.

El músico y luthier Abraham Cupeiro. / Cedida

Decía Bruce Chatwin que hay una canción ancestral por debajo de todas las canciones. Una raíz primigenia que resuena desde antiguo en el corazón de los humanos, como un lenguaje de antes del lenguaje. Abraham Cupeiro (Sarria, Lugo, 1980) también cree que la música es "un viaje a través del tiempo y del espacio" en el que siempre regresamos a esa melodía profunda que une a la humanidad entera. Este "músico de antes", constructor de instrumentos antiguos e investigador del sustrato sonoro que viene de atrás se ha propuesto viajar a esa dimensión desconocida para ponerle sonido a lo que ya no suena. Para rescatar los aparejos desaparecidos que tocaban al amor y la guerra. Para desplazarse por el tiempo y el espacio recogiendo de las civilizaciones perdidas los pedazos de esa gran canción que nos conecta con la eternidad.

Cupeiro, que empezó en la música tradicional y académica como trompetista en la banda municipal de su pueblo y en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, soñaba con cómo sonaría la Antigüedad. "Es una suerte de necesidad, porque la música es mi pasión, pero también lo es la historia y las culturas". Él quería descubrir las culturas que ya no están con nosotros y alumbrar con sonido todas esas historias que leemos en los libros. "Leyéndolos, yo me preguntaba: ¿qué será este instrumento? ¿cómo sonará?". Así que los ha recreado para acercarse a los orígenes. El propio paisaje espiritual gallego, con su infinitud de pliegues y misterios, le inspira en ese viaje. "Galicia es un sitio mágico enraizado en el pasado. He buscado en las raíces que afortunadamente tenemos todavía latentes como pueblo". Un recorrido que tiene mucho de real, pero también de imaginario. Donde la música es un paisaje de contradicciones y paradojas, donde lo hermoso y lo brutal, lo nuevo y lo antiguo, conviven y se entremezclan. Su álbum Pangea (Warner, 2020), que grabó en los míticos estudios de Abbey Road en Londres con la Royal Philharmonic Orchestra fue su manera de proponer una mirada distinta a este sustrato ancestral a través de los instrumentos de viento, atendiendo a su origen místico, donde la respiración se convierte en melodía, como en el misterio de la vida.

Un taller abierto al pasado

Entre luthier, intérprete e investigador, lo de Cupeiro es una suerte de arqueología experimental sonora abierta a su interpretación personal del pasado. En su finca-retiro en los bosques de Lugo almacena cientos de instrumentos de viento de todo el mundo, que toca con mimo o aprende a tocar desde una observación prodigiosa. En su taller anexo construye flautas con huesos de animales, customiza las bocas y lengüetas de sus flautas imposibles y martillea el latón de los instrumentos arqueológicos que rescata de piedras y grabados. De todos ellos, el carnyx es el más señero, una trompeta céltica hecha en bronce con cabeza de jabalí que Cupeiro recreó tras un arduo trabajo de investigación y casi 400 horas de construcción en su taller.

Hoy, este espectacular instrumento que en su día llamaba a la guerra es su buque insignia: "Es una pieza que a nivel plástico llama mucho la atención del público y de los medios. Tenía pocos recursos para hacerlo. Encontré una moneda en internet donde un legionario romano sostenía un carnyx. Calculé lo que medía una persona en la época e hice un trabajo de investigación, pero también de muchísima imaginación, porque en mi trabajo hay mucha investigación y rigor pero también mucha imaginación, algo que es muy importante". Cuando consiguió construir el instrumento y aprendió a sacarle sonido, hizo algunos vídeos que pulularon por las redes hasta que los arqueólogos franceses le llamaron para preguntarle cómo había conseguido recrear ese aparejo milenario. "Me invitaron a ir a Francia para probar el único carnyx entero que se conserva en el mundo", explica Cupeiro, divertido. "Allí comprobé que la diferencia que había entre éste y el que yo había construido era de 23 milímetros. Para mí fue una afirmación y un aliento de que lo que estaba haciendo estaba bien. Las piezas del puzzle que me había propuesto resolver encajaban".

Otro de sus instrumentos fetiche es el cuerno milenario que llegó hasta él a través de un vecino de su pueblo. Al principio pensó que se trataba del clásico cuerno de res donde guardaban los labradores la piedra de afilar para sus herramientas de siega, pero comprobó que era un cuerno hecho para sonar, manipulado y grabado con unas incisiones especiales. Cupeiro estaba tan excitado que llamó a un conocido profesor de arqueología para someterlo a la prueba del Carbono 14 y conseguir una datación exhaustiva. El cuerno, asegura, es la ratificación de su búsqueda: "le da verdad a todo lo que hago".

Su gran aportación reciente es el aulós griego, "uno de los instrumentos más iconografiados en la historia de la humanidad", pero cuyo sonido permanecía velado. Se trata de un instrumento doble que toca una misma persona y hace que el empaste sea diferente, ya que, como indica Cupeiro, el aire que utiliza para excitar dos tubos sonoros es el mismo. "El aulós era un instrumento tan importante que se utilizaba en las Olimpiadas como modalidad olímpica o aparece en mitos y leyendas como cuando Marsias reta a Apolo, el dios de la música". Escucharle tocando esta antigua flauta doble tiene algo de transformador. Como si el intérprete se convirtiese en fauno y, con melodias maravillosas, cautivase irremediablemente al oyente. Porque Cupeiro se transmuta con cada instrumento que toca, encarnando a uno de los miles de músicos pasados que le habitan en un ejercicio de dominio técnico y de ensoñación: "Había cientos o miles de carnyx en la Antiguedad, cientos o miles de aulós, y cada intérprete corregía o adaptaba y modificaba los instrumentos para llegar a donde su imaginación quería llegar. Esto es algo que hemos olvidado: los objetos no son inertes. Los instrumentos son fruto de un trabajo de alguien que los modificó para llegar a esa nueva manera, y quizá otra persona hizo uno con otras dimensiones que no llegó a nuestros días".

Arqueología sonora

Ver tocar a Cupeiro pasando de un instrumento a otro es verlo entregándose al espíritu de cada objeto con una pasión desbordante. Es lírico cuando toca las flautas milenarias chinas, marcial cuando toca el carnyx de guerra céltico, druídico al hacer hablar la corna, embelesante cuando empuña la flauta doble del dulce aulós… El músico cambia la respiración, la técnica de la boca, el ataque de los dedos. Y llega a soluciones sorprendentes como el ney, la flauta persa que se toca sobre un diente, como harían los músicos milenarios sepultados bajo las ruinas de Ur, la antigua ciudad mesopotámica. Su labor oscila entre el didactismo y la investigación. Así, el músico orbita en torno a una red de arqueólogos para estar al tanto de cada hallazgo y tratar de reproducir los sonidos con su sabiduría y su respiración mágica. Ha tenido la oportunidad de reconstruir fidedignamente uno de los cinco cornus romanos que se encontraron en Pompeya, una gran trompa que se utilizaba en los ejércitos romanos y también en el Senado: "Tiene un sonido increíble. Si se volviesen a rodar esos peplums de romanos sería un instrumento especial que nos haría estremecer".

Cuando Cupeiro hace sonar este instrumento contra el viento, algo poderoso se remueve en el espectador. El sonido es un pasaporte a otras épocas. Sus explicaciones en directo ayudan y mucho en ese viaje compartido. Algo de lo que hace gala como una recuperación de la vieja tradición musical: "Cuando Beethoven estrenaba una sonata o un concierto, hablaba con el público, le explicaba las cosas, comentaban juntos", explica. "Creo que hoy se ha instalado una suerte de liturgia que aleja. Aleja a la música. La música no deja de ser ese aderezo que se le pone a una reunión que hay alrededor de un fuego o en una cueva". Por eso se considera "un músico de antes". Y se extraña de que llamen la atención las decenas de flautas, trompas e instrumentos de viento que domina. "En la corte de Leipzig, donde trabajaba Bach, si no tocabas más de ocho instrumentos no trabajabas". 

Precisamente Bach es uno de los compositores sobre los que Cupeiro ha trabajado en alguna ocasión, como también Bartok o Piazzolla. Del clásico al contemporáneo. Pero el grueso son sus propias composiciones, muy centradas en recuperar esos sonidos vetustos. A su actuación en los Teatros del Canal, este sábado, llega con su trío, "con Margarida Mariño y Sabela Caamaño. Y vamos a hacer un collage entre Los sonidos Olvidados, un poco de Pangea, Mithos e incluso temas que no están grabados -explica-. Al ir con un formato tan pequeño te permite ser más flexible y da lugar a la improvisación, que es algo que me gusta mucho".

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