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Zanna Sloniowska: "Los anticomunistas en Europa eran conocidos, pero nadie sabía del movimiento antifascista ucraniano"

Con un estilo certero y directo, la escritora relata en 'Una vidriera en Leópolis' los conflictos internos de los personajes y el debate social más allá del idioma o las fronteras

La escritora Zanna Sloniowska, fotografiada esta semana en Madrid.

La escritora Zanna Sloniowska, fotografiada esta semana en Madrid. / ALBA VIGARAY

Carmela García Prieto

Carmela García Prieto

Zanna Sloniowska (Lviv, 1978) ha sido la primera escritora en recibir el Znak Publishers' Literary Prize. En Una vidriera en Leópolis, cuatro generaciones de mujeres se entrelazan con una ciudad, con el pasado y la frustración. Publicado en 2015 en Polaco y traído a España por Alianza este año, su estilo certero y directo, transporta los conflictos internos de los personajes y el debate social más allá del idioma o las fronteras. La sensibilidad con la que aborda la pertenencia a un país, pero también a una familia, nos llevá más allá de la lucha, del amor o del arte, directamente a lo humano. Periodista de oficio, muy consciente del contexto que ha ido atravesando su región a lo largo de la historia, consigue crear imagenes reales, profundas, a partir de sus recuerdos y los de sus contemporáneos y de la angustia que sintió y hoy, vuelve a sentir por su ciudad, la otra protagonista de la novela: Lviv, Lwów, Lvov... Leópolis

P. ¿Pensó mientras la escribía que su novela sería algo importante, sustancial?

R. Cuando vivía en Ucrania, era periodista y, de joven me gustaba mucho. Luego me mudé a Polonia y tuve hijos. De repente, mi vida empezó a cambiar por completo. Echaba de menos mi trabajo pero, sentí que el periodismo se había vuelto demasiado superficial. Quise probar algo más profundo. Mi intención era abrir un diálogo con la gente del país en el que vivía, no esperaba que surgiera esta novela. Primero se tradujo al ruso, y después, al inglés, francés, alemán, español. No imaginaba que esta historia tan local pudiera resultar interesante en el resto de Europa.

P. ¿La escribió en su lengua materna?

R. La escribí en polaco. Es complicado porque vengo de una región complicada. Lviv ahora es ucraniana, pero fue polaca durante 600 años. Siempre fue una frontera donde se mezclaron culturas, idiomas y religiones. Crecí hablando ruso y polaco, y también se hablaba ucraniano fuera de las instituciones.

P. Cuando una de sus personajes decide luchar por Ucrania, pasa a hablar solo ucraniano.

R. Es importante entender que, a lo largo de la historia, el ucraniano ha sido muy reprimido. Sobre todo por los rusos, pero también por los polacos. Los rusos prohibieron su uso, trataron de destruir la literatura, incluso cambiaron los diccionarios. Cuando la Unión Soviética se derrumbó, observé cómo la gente cambiaba de idioma por razones políticas. No es mi caso, pero era común que unos abuelos hablaran ucraniano, los padres, ruso y los hijos empezaran hablando ruso, pero tomaran la decisión de volver al ucraniano. Hubo una oleada de casos parecidos: En 2004, con la Revolución Naranja. Y, en 2014 con la Revolución de la Dignidad. Ahora casi todo el mundo lo habla porque quieren ser diferentes de los rusos que los han invadido. Incluso la gente que no lo habla perfectamente. Lo que está pasando ahora con el idioma es una declaración política de querer ser ucranianos.

P. ¿Cuándo empezó a ser consciente de que existía la política?

R. Estaba viviendo en el centro de Lviv, tenía 10 o 12 años. Estaba en mi balcón y vi pasar una muchedumbre. Resultó ser una manifestación anticomunista. Me asustó mucho esa muchedumbre, pero también percibí una gran energía en ellos. Tengo esa imagen grabada. Ahí, en mi balcón, tan cerca de mi casa. En ese momento entendí que algo —ahora puedo decir que histórico— estaba pasando. Así quise empezar mi libro, con esa imagen de mi infancia.

P. En la novela, se plantea “¿no son el arte y la lucha mutuamente excluyentes?”

R. Carl Gustav Young dijo que, si una persona tiene una vocación artística y no la sigue, se consumirá. Quería mostrar cómo se arruinaba la personalidad de la bisabuela, cómo se convertía en alguien frustrado. Después, Marianna es cantante, pero le surge el gran dilema de si debe hacer arte o política. Si ser cantante o revolucionaria. Me parece un dilema muy interesante, que la joven narradora también se plantea y para el que no encuentra respuesta.

Żanna Słoniowska fue la primera ganadora del premio literario Znak por su novela 'La casa de la vidriera'.

Żanna Słoniowska fue la primera ganadora del premio literario Znak por su novela 'La casa de la vidriera'. / ALBA VIGARAY

P. Los escritores siempre han tenido este dilema. ¿Qué clase de escritora se considera?

R. Como dije, yo pretendía escribir en diálogo con la sociedad polaca, y ha sido también un diálogo político. Los antifascistas y anticomunistas en Europa eran muy conocidos, pero nadie sabía del movimiento antifascista ucraniano. Mi idea era mostrar esta parte oculta. Cuando empecé a escribir, no había habido ningún derramamiento de sangre, siempre habían sido manifestaciones pacíficas, pero, tras acabar el libro, resulta que ha aparecido una situación peor que nada que hubiera imaginado. Ahora estoy involucrada de alguna forma, pero mi libro es una novela, es arte, aunque tiene un contexto histórico verdadero. Claro que tiene un punto político, pero no es un mensaje directo. Mi intención es que la gente reflexione, que profundice, que vaya más allá. Yo no tengo ninguna respuesta.

P. ¿Cómo de cerca está la voz de joven narradora de la suya propia?

R. Empecé con mi propia voz pero, durante el proceso de escribir, vi claro que había cambiado. Fue algo un poco misterioso. Me fui dando cuenta que esto no era periodismo, era literatura. Creo que se fue armando la voz de toda una generación, porque iba añadiendo experiencias e ideas de mis amigos, de conocidos, de gente muy diferente.

P. Ha conseguido un enfoque femenino de la sociedad muy natural, directo.

R. Es divertido, porque mientras lo hacía no me di cuenta de que estaba escribiendo sobre mujeres. Pensaba que escribía simplemente sobre personas. Cuando acabé, la gente empezó a preguntarme por la lucha de las mujeres y la diferencia entre generaciones y yo misma empecé a plantearme esta cuestión. Durante el régimen soviético, muchos hombres habían sido asesinados en la guerra y muchos más seguían reprimidos. Los que sobrevivieron, se volvieron más pasivos. Creo que ese es el motivo porque el que hay tantas personalidades femeninas muy fuertes en la sociedad ucraniana. Recibí todas esas preguntas sobre mujeres después de acabarlo y me sorprendió lo que efectivamente había hecho.

Durante las primeras semanas de la guerra, para mí era una pesadilla imaginar que Lviv podía ser destruida por las bombas

P. ¿Se percibe diferente la realidad según la edad?

R. Eso es interesante. Ahora en Ucrania, casi todo el mundo está pensando o sintiendo en la misma línea. Un editor polaco me pidió que escribiera un libro sobre Ucrania, de historia, cultura, identidad… para niños de ocho a catorce años. Ha salido hace poco y la gente me dice que es muy acertado también para los adultos. El concepto de identidad ha ido tomando forma en estos últimos quince años y estamos siendo testigos de un proceso muy intenso y particular.

P. La relación entre estas cuatro mujeres suma otro conflicto a la historia.

R. En la Unión Soviética pasaba algo terrible cuando las generaciones más jóvenes no podían permitirse su propia casa. La gente se veía obligada a seguir viviendo junta. Ahí aparece ese amor-odio. Por supuesto que seguían queriéndose, pero esa imposición, la incapacidad de irse a vivir sus vidas… yo vi como arruinaba relaciones. Cuando los niños crecen, tienen que irse. Seguir viviendo en el mismo piso incómodo, arruina las relaciones y aparece mucha violencia, muchos rencores que sería posible evitar si se pudiera poner cierta distancia. Otra cosa es la joven narradora, que intenta de alguna forma mantenerse cerca de su madre, pero se aleja de la abuela.

P. ¿Qué le preocupa ahora de Lviv, de Leópolis?

R. Me encanta la variedad de nombres que tiene, refleja su historia. Estoy muy unida a la ciudad. Durante las primeras semanas de la guerra, para mí era una pesadilla imaginar que podía ser destruida por las bombas. Pero no parecía correcto temer por la arquitectura. Ese miedo tan fuerte me ayudó a sobrellevar mejor la tragedia de la guerra. Pensaba en la capital de Polonia, que fue destruida en 1944, y muchas más ciudades que fueron atacadas en Europa, en cómo la gente sobrevivió a aquello. En mi interior nació esa idea, que existe la posibilidad de que la guerra llegue y destruya por completo mi ciudad. Es algo muy personal. Desde el principio, en Lviv empezaron a tapar e incluso a esconder, las esculturas y las vidrieras para protegerlas, o sea que la gente sí que pensó en seguida en el patrimonio, en protegerlo.

P. En estos meses, ¿ha cambiado la percepción de la guerra?

R. Ahora parece que la gente se siente más fuerte, puede que más relajada si se puede usar esa palabra. La capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias es una habilidad humana importante. No sobreviviríamos sin ella, sometidos a un estrés enorme constantemente. Pero yo sí me mantengo preocupada todo el tiempo. Por ejemplo, el 10 de octubre decidí ir a visitar a mis amigos, al piso que tengo allí. Mientras hacía la maleta un amigo me dijo: no vengas, porque toda Ucrania está siendo bombardeada y las casas se caen. No es fácil acostumbrarse a eso, aunque pase todos los días. Mi madre está sin luz ahora, tengo amigos que me piden que les envíe aparatos para calentarse… para mí es algo real. Desde abril, tengo a una niña refugiada en casa. Es una gran música de 16 años que ha visto la guerra, las bombas, los disparos, ha estado en manifestaciones… tiene la edad de mis hijos. No puedo dejar de sentirlo muy intensamente como algo propio.

P. Y la vidriera, ¿existe realmente?

R. Sí, existe. Nunca he vivido ahí pero, cuando era joven, estaba casi en ruinas. Me preocupaba mucho que fuera destruida. Por eso decidí que la destruiría en mi historia, para sentirme mejor, como si lo peor ya hubiera pasado y no pudiera preocuparme más. Pero, después de que saliera el libro en Polonia en 2015, la vidriera real fue restaurada y ahora es maravillosa. Es exactamente como en el libro... incluso mejor. Mucha gente me preguntó la dirección para ir a verla. Supongo que no, pero me gusta pensar que ha sido gracias a la literatura, que puede cambiar las cosas.  

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