CENTENARIO DE UN MITO

Antonio el Bailarín, un admirador de Franco que triunfó en Hollywood y Moscú y que pasó por la cárcel por blasfemia

Fue una de las mayores figuras de la danza que ha dado este país, un genio controvertido que triunfó dentro y fuera de España

El pasado 4 de noviembre se cumplió su centenario, que se celebra con una temporada especial a cargo del Ballet Nacional de España y una exposición en Sevilla que recorre su vida

Antonio Ruiz Soler, conocido como Antonio 'El Bailarín', en una imagen de archivo.

Antonio Ruiz Soler, conocido como Antonio 'El Bailarín', en una imagen de archivo. / Archivo de Antonio Ruiz Soler

Eduardo Bravo

«Fue uno de los mayores genios que hemos tenido en la danza. Además de ser uno de los grandes intérpretes españoles, fue un coreógrafo genial en todos los aspectos. Renovó la técnica y fue el que nos puso a los hombres en primer lugar porque, hasta que llegó él, el hombre siempre había estado en un segundo plano». Lo dice Rubén Olmo, director de un Ballet Nacional de España que, en la actualidad, se encuentra inmerso en el homenaje que esa compañía de titularidad pública rinde a lo largo de toda la temporada 2021/2022 al bailarín sevillano Antonio Ruiz Soler, "Antonio el bailarín" —o sencillamente "Antonio"—, con motivo del centenario de su nacimiento.

Entre las piezas elegidas por Olmo están Sonatas del padre Soler —ballet que no se había repuesto desde 1981—, un recuerdo a la pareja que formaron Antonio y Rosario y a su periplo americano y un cuadro flamenco creado por Miguel Ángel Corbacho y el propio Olmo, "en el que reflejamos todo lo que nos ha dejado Antonio a las nuevas generaciones. No solo como coreógrafo sino en lo que se refiere a esa esencia y ese estilo de baile, que sigue con nosotros". La segunda parte del espectáculo, estrenado hace unas semanas en el Teatro Real, se abre con Asturias de Albéniz, "una partitura que siempre estaba en el repertorio de Antonio y cuya puesta en escena cuenta con la colaboración de Carlos Millán, primer bailarín de María Rosa, que llegó a trabajar con Antonio en sus últimos años". En el tramo final del homenaje se incluye el zapateado de Sasarate, "un número mítico que le dio mucho éxitos y, para cerrar, Fantasía galaica, que para mí es uno de los ballets de oro de la danza española», concluye Olmo.

Estampas Flamencas, uno de los espectáculos con los que el Ballet Nacional de España celebra el centenario de Antonio Ruiz Soler.

Estampas Flamencas, uno de los espectáculos con los que el Ballet Nacional de España celebra el centenario de Antonio Ruiz Soler. / Pablo Guidali

Niño prodigio

Antonio Ruiz Soler nació en Sevilla el 4 de noviembre de 1921, en el seno de una familia humilde pero "no pobre de solemnidad", como él se empeñaba en puntualizar. Desde muy pequeño, Antonio se arrancaba a bailar con la música de los "pianitos de manivela" que recorrían las calles sevillanas y, era tal su afición y talento para la danza, que su madre decidió apuntarlo a la academia de Manuel Real, más conocido como "Maestro Realito". Allí coincidió con Florencia Pérez, de nombre artístico Rosario, con la que formaría Los chavalillos sevillanos, mítica pareja de baile con la que actuaron por toda España, presentándose en teatros, fiestas mayores y salas de cine, en las que los exhibidores acostumbraban a incluir, al final de las proyecciones, actuaciones de variedades para completar la velada.

Los únicos escenarios a los que no accedían Rosario y Antonio en esa época eran los de los cabarés y salas de fiesta. Con los 12 años de él y los 14 años de ella, tenían prohibido actuar en dichos locales, al menos hasta 1936. Ese año, y tras sorprenderles el golpe de Estado trabajando en Barcelona, los dos adolescentes comenzaron a bailar en el mítico cabaré Barcelona de noche y otros locales del Distrito V, popularmente conocido como Barrio chino.

Unos meses más tarde, en 1938, Antonio y Rosario cruzaron la frontera con Francia y llegaron a Marsella. Allí, después de actuar ante el cónsul español en la ciudad, consiguieron que se les expidieran sendos salvoconductos para viajar a Sudamérica por barco. Su primera parada fue Buenos Aires, ciudad en la que debutaron en teatros y salas de fiestas, y a la que siguieron Santiago de Chile, Montevideo, Caracas, Lima, México D.F. y Río de Janeiro. En la ciudad carioca, coincidieron con el director de orquesta italiano Arturo Toscanini que, impresionado por su arte, les ayudó a establecerse en Estados Unidos.

«En París hay dos clases de público: uno entendido y otro snob, ni que decir tiene que me quedo con aquel. El de Londres es especialista en ballet y muy culto. El de Nueva York es una mezcla de los dos, un batiburrillo que lo mismo resulta bien que mal», declaraba en 1959 a la revista Blanco y Negro Antonio Ruiz Soler a quien, a pesar de esas reticencias, el público de Estados Unidos adoró desde un primer momento. Prueba de ello fue que, además de participar en películas como Ziegfield Girl, La cantina de Hollywood, Panamericana o Canta otra canción, el bailarín y Rosario decidieron fundar allí su propia compañía de baile con la que, en 1944, actuaron en el prestigioso Carnegie Hall.

Con él llegó el escándalo

Antonio y Rosario regresaron a España en 1949. Además de para retomar su carrera en el país en el que habían nacido, la vuelta de Antonio tenía otro objetivo: sacar de la cárcel a su hermano Salvador, militante comunista represaliado por el franquismo. Gracias a sus influencias como estrella internacional, Salvador fue liberado pero, a partir de entonces, entre Antonio y las autoridades españolas comenzó una extraña relación, en la que se sucedieron desacatos y simpatías, hasta el punto de ser considerado por muchos como "el bailarín del régimen".

Si bien en 1964 Antonio desafió la prohibición franquista de viajar a la URSS para debutar con su compañía en Moscú, algunas de sus declaraciones mostraban una adhesión desmedida y gratuita hacia el sátrapa. En una entrevista concedida a ABC en 1972, por ejemplo, afirmaba: "La duquesa de Alba y Franco son la mujer y el hombre que más admiro en España". En todo caso, esa buena relación con la dictadura no impidió que, dos años después, Antonio fuera condenado a una pena de prisión por un delito de blasfemia, tras proferir, durante el rodaje de El sombrero de tres picos para Televisión Española bajo la dirección de Valerio Lazarov, "¡me cago en los muertos de Cristo!".

Le condenaron a prisión tras proferir, durante un rodaje en Televisión Española, "¡me cago en los muertos de Cristo!"

A la gravedad que hecho suponía en la época, se sumaron los antecedentes penales que tenía Antonio desde que, en 1959, fuera condenado por la Audiencia Provincial de Zaragoza a una multa de diez mil pesetas —a las que había que sumar las costas y tasas judiciales— por desacato a la autoridad. Los hechos motivo de juicio se remontaban a unos meses atrás, cuando Antonio y su apoderado se personaron en la perrera municipal de Zaragoza y se llevaron a la fuerza a Soleá, la perra bulldog del artista que los laceros municipales habían capturado en las inmediaciones del hotel en el que se alojaba el bailarín.

Tampoco ayudaron, para evitar la condena, otros problemas con la justicia, como la denuncia por incumplimiento de contrato interpuesta por un empresario de Benidorm u otra por reclamación de cantidad realizada por el dueño de un restaurante de la Cuesta de las perdices contra Antonio Ruiz Soler y Antonio González, "el Pescaílla", por no abonar los gastos del banquete del bautizo de Antonio González Flores, más tarde conocido artísticamente como Antonio Flores. Finalmente, y tras pasar en la cárcel de Arcos de la Frontera unos días, en los que le dio tiempo a escribir un libro y pintar, Antonio fue indultado por decisión del Consejo de Ministros.

Un genio olvidado

Amigo de la diversión, trasnochador, mujeriego —se le atribuyeron romances con Ava Gardner, Vivien Leigh y la propia Cayetana de Alba— y envuelto siempre en un halo de ambigüedad sexual, el último los grandes escándalos protagonizados por Antonio Ruiz Soler se produjo en 1983, cuando fue relevado de su cargo como director del Ballet Nacional por "reiteradas faltas de disciplina". La acusación resultaba llamativa, habida cuenta de que el artista era conocido en su entorno profesional por su exigencia hacia los miembros de su compañía, a quienes no dudaba en imponer multas si llegaban tarde a los ensayos o si no guardaban la compostura durante las representaciones porque, como explicaba, "no puedo ver que durante una representación se hable entre bastidores". Aunque en 1989 el Tribunal Supremo anuló el despido, la leyenda de genio indisciplinado, disoluto y soberbio, lejos de disminuir, aumentó.

"Cuando sucedieron todas esas cosas él ya era famoso, vivía en Marbella y se rodeaba de todo el glamour de España y de Hollywood. No necesitaba un reclamo o un golpe de efecto para estar en las revistas», explica Rubén Olmo, en cuya opinión, «todo eso le fue haciendo daño en su carrera. En sus últimos años tenía grandes amigos, pero también grandes enemigos. Viéndolo desde fuera, creo que llegó un momento en que muchos pensaron que era mejor ignorar la muerte de Antonio".

En sus últimos años tenía grandes amigos, pero también grandes enemigos"

El 5 de febrero de 1996, Antonio Ruiz Soler, que desde hacía algún tiempo arrastraba graves problemas de salud que le habían provocado una hemiplegia, falleció en su domicilio de Madrid a consecuencia de una trombosis. "Hemos perdido al bailarín universal más importante de todos los tiempos", comentaba María Rosa, que le acompañó en sus últimos momentos. "Se fue triste. Triste porque los Organismos han sido muy injustos con él", se lamentaba la bailaora.

Desde finales de la década de 1960, Antonio Ruiz Soler había planeado dejar al Estado español su estudio de la madrileña calle Coslada para que se crease un museo en su honor. El proyecto no se concretó y la mala situación económica del bailarín en sus últimos años, hizo que el edificio —que albergaba salas de ensayo, camerinos, talleres de carpintería y sastrería, un pequeño teatro y estaba decorado con obras de Picasso, Cocteau o Miró— estuviera a punto de ser embargado. Aunque la ministra de Cultura Carmen Alborch declaró en la capilla ardiente "no le hemos olvidado, estábamos preparando un homenaje con la directora del Instituto Nacional de Artes Escénicas y Músicales y queremos que su estudio se convierta en una escuela de danza y el piso superior en un museo dedicado a él", lo cierto es que, si se conservó el estudio, no fue gracias a la iniciativa pública, sino a la decisión de la bailarina Carmen Roche, que adquirió el inmueble para instalar en él el Centro superior de Artes Escénicas SCAENA.

Transcurridos varios años desde su desaparición, el resto de bienes Antonio fueron subastados en la Sala Durán de Madrid para liberar a los herederos de las deudas del caudal relicto. Conscientes de la importancia del artista, el Ministerio de Cultura hizo valer su derecho de tanteo y, tras seleccionar los lotes más interesantes, las piezas fueron repartidas entre la Junta de Andalucía, el Museo Nacional del Teatro de Almagro y el Centro de Documentación Artística y Musical del Ministerio de Cultura. El museo, sin embargo, nunca llegó. Una exposición recién inaugurada en la sala Santa Inés de Sevilla reúne muchos de aquellos objetos para trazar una panorámica sobre su vida y su legado, que se extiende hasta el próximo 9 de enero.

La exposición conmemorativa del centenario de Antonio Ruiz Soler, recién inaugurada en la Sala Santa Inés de Sevilla y que dura hasta el 9 de enero de 2022.

La exposición conmemorativa del centenario de Antonio Ruiz Soler, recién inaugurada en la Sala Santa Inés de Sevilla y que dura hasta el 9 de enero de 2022. / Eduardo Briones

«Creo que se le está valorando mucho más ahora que después de su muerte. En el 2015, el Ballet Nacional, bajo la dirección de Antonio Najarro, empezó una labor de reconocimiento del legado que había dejado dentro del Ballet Nacional pero, hasta entonces, no había sido así», recuerda Rubén Olmo, empeñado en que la figura de Antonio no vuelva a caer en el olvido. «Además de representarse en Madrid, nuestro espectáculo ha ido a Sevilla y Murcia. También viajaremos a Jerez y la intención es que se pueda ver en todo el mundo. De hecho, mi idea es que, pasado el centenario de Antonio Ruiz Soler, este espectáculo se llame “Antonio el bailarín” y permanezca en nuestra cartelera para que nos lo pidan teatros internacionales".