PROTECCIÓN DEL PARQUE

Las viñas que cuidan Doñana se extinguen: “Pagan la uva como en 1987”

Bollullos emprende la iniciativa ‘Viña Viva’ para tratar de salvar un cultivo de secano con una variedad de uva única en el mundo que está desapareciendo arrasada por la fresa y los bajos precios

La comarca del Condado, cuna de vino, cosecheros, bodegueros y toneleros, está cambiando de paisaje sin que nadie haga nada: “Nosotros ignoramos a Doñana porque el Parque nos ignora a nosotros”

Viñas Huelva

Viñas Huelva / Rafael Diaz Valdayo

Isabel Morillo

Isabel Morillo

Basilio Camacho tiene 85 años y ganó su primer jornal a los 10. Camino de sus viñas va contando a qué familia corresponde cada uno de las hectáreas abandonadas, sin cultivar o directamente convertidas en solares yermos. Los bancos o las inmobiliarias son los nuevos propietarios. “O las empresas esas que vienen que no se saben ni lo que son”, dice para referirse a los fondos de inversión. “Ahora tenemos a los de los paneles solares. Mire usted allí, ve la encina, desde ahí todo esto lo han cogido”, señala al horizonte. "Yo no voy a vender nada porque todo lo que he trabajado en mi vida no lo voy a meter ahora en un banco. ¿para qué?", se pregunta.

Desde sus viñas, de uva Zalema en gran parte, una variedad única del Condado de Huelva, cruza un arroyo que termina en la laguna madre, en El Rocío, y llega al Parque Nacional de Doñana. Oír a este hombre, de manos curtidas y rostro de arrugas tan profundas como los surcos que rajan su tierra, desmonta mitos. Sobre todo ese de que los agricultores son los ‘malos’ desaprensivos que esquilman Doñana y se beben el agua del Parque Natural más importante de Europa. “Es una verdadera lástima. Nosotros ignoramos al Parque porque Doñana nos ignora a nosotros. Si nos miraran y nos dijeran: ‘nosotros para sobrevivir los necesitamos a ustedes’ tendríamos otro tipo de sentimiento porque tenemos que protegerlo, esa es la verdad. Que nos llamen a todos los agricultores y nos hagan partícipes”, sentencia. “Los agricultores de la viña son la gran protección de las lagunas de Doñana”, abunda Félix Martín, bodeguero y productor de un vino ecológico, que devolvió a la vida la viña de su padre en 2014.

Al fondo el yerno de Basilio, Dioni, poda los olivos. El agricultor se siente afortunado porque ha tenido relevo generacional. Es extraño. En Bollullos Par del Condado (14.114 habitantes, Huelva), la capital del vino, dice un cartel a la entrada del pueblo, “ahora hay más maestros que viñas”. Donde había bodegas centenarias hay pisos recién construidos. En los años 50 hubo más de 40 bodegas y 400 cosecheros. Rociana, La Palma, Moguer, Almonte, Bonares, Villalba del Alcor, Lucena, Villarrasa o Trigueros son algunos de los pueblos que integran la comarca.

Basilio tiene dos hijas, una es farmacéutica. La crisis de 2008 le brindó la oportunidad de que sus tierras siguieran trabajándose. Dioni estudió empresariales y tenía una gestoría que se fue a pique. Ahora trabaja la mayor parte de las hectáreas heredadas de su suegro. El octogenario tuvo hace años nectarinas y fresa pero volvió a centrarse en la vid y el olivo. Él, con su hermano, pudo comprar las tierras que trabajaban a los terratenientes. Viudo, habla de sus hijas y sus nietos con la misma pasión que de las tierras que lleva trabajando más de 70 años. “Aquí vienen todos a vendimiar”.

La barbacana

“El viñedo es la barbacana de Doñana”, explica Basilio, que interrumpe la conversación para arrimar agua a una pareja de perdices. “Ya no se ven. El ‘colero’”, un pájaro específico de la vid, "está desapareciendo". Es el ‘alzacola rojizo’, de nombre científico Cercotrichas Galactotes, dice la guía de aves de Doñana.

“Se arrancan las viñas. Qué van a hacer las criaturas. Este año están pagando la uva a 30 pesetas”, dice Basilio. “Hemos vendido a precio de 1987”, apostilla Dioni. La cooperativa vinícola del Condado de Huelva llegó a ser la segunda más importante de España. Sigue siendo la mayor de Andalucía. Basilio recuerda cuando eran 1.500 socios. Hoy son 300.

Viñas Huelva

Viñas Huelva / Rafael Diaz Valdayo

Las viñas cumplen una función fundamental para proteger a Doñana. Retienen la tierra. Impiden que cuando llueve la tierra se arrastre y colmate las lagunas del Parque, amenazado por la falta de agua y la sequía. “Sostienen y sujetan la tierra. Si nos ayudaran a mantener las viñas les saldría más barato que sacar la tierra de allí”, asegura Basilio, que lleva años repitiendo lo mismo sin que nadie le escuche. Su discurso contra las políticos es tan calloso y áspero con sus manos. El cultivo de secano no necesita el agua que requiere las fresas y los frutos rojos que, bajo plástico, acorralan al Parque. La tierra es rica y única para la uva pero las viñas son ya muy pocas.

Basilio enseña a estudiantes de agrónomo que vienen de visita todos los secretos que conoce. Ahora va a ser entrevistado para el atlas que elabora la iniciativa ‘Viña Viva’. Él no lo sabe pero es un “Tesoro Humano Vivo”, en nomenclatura de la Unesco. Su testimonio, como el de otra docena de octogenarios y nonagenarios de la comarca, será fundamental para conseguir lo que se propone un grupo, que casi todavía cabe en un taxi, pero que está determinado a salvar la vid como patrimonio de la identidad del Condado de Huelva.

Imagen histórica rescatada por la plataforma 'Viña Viva', impulsada por Isabel Medrano junto a otras personas de la comarca.

Imagen histórica rescatada por la plataforma 'Viña Viva', impulsada por Isabel Medrano junto a otras personas de la comarca. / Viña Viva

Isabel Medrano es archivera. Acudió a Jerez de la Frontera a dar la conferencia ‘Vinos con Documentos de Bollullos’. Su charla fue la simiente de la iniciativa que ya hoy trabaja, asesorados por el antropólogo de La Rioja Luis Vicente Elías, en la protección de todo el patrimonio alrededor del vino en la comarca que abraza a Doñana. Ayudados por la Inteligencia Artificial tienen ya un cuestionario para los más ancianos que permitirá elaborar el ‘Atlas del Cultivo Tradicional del Viñedo’. El objetivo es conseguir que las bodegas, catedrales del vino del siglo XVIII en algunos casos, se protejan como bienes de interés cultural o industrial. También conseguir la protección del paisaje de viñas de la comarca como bien inmaterial. “Somos conscientes de que las bodegas deben ser rentables y de que las viñas no se pueden proteger como si se tratara de un jardín. Tienen que ser rentables pero hay muchas oportunidades”, defiende Medrano con pasión. Incide en “el beneficio medioambiental a Doñana”, en un cultivo de secano “en armonía” con el Parque. Habla de “las trazas y las huellas” del cultivo del vino y la industria vinícola en la comarca, en la necesidad de incorporar a la juventud. "¿Por qué no crear un grado de Formación Profesional relacionado con esta industria?”, se pregunta y se refiere a la solicitud de declaración de Patrimonio Agrícola Mundial en el Condado, que se concede a los modelos agrarios que conviven con el medio ambiente.

Vino del siglo XIV

La Denominación de Origen Condado de Huelva se remonta a 1933 y hay constancia del cultivo de la vid desde el siglo XIV. Junto a la archivera, Félix Martín da a probar su vino. Hijo de cosechero, la figura clásica de la zona, que cultiva su tierra y elabora su vino en un lagar o pequeña bodega en muchas ocasiones junto a su propia vivienda, retomó la actividad hace nueve años. Él tiene otros negocios pero necesitó volver al origen y matar su añoranza. Su producción es ecológica, hasta el punto que se ara con mulo o se recoge la uva de noche. Se lanzó con 8.000 euros de inversión y hoy ya envasa unos 5.000 litros tras recoger su primera producción en 2019. “Ya vendemos hasta en Galicia”.

Félix Martín, bodeguero.

Félix Martín, bodeguero. / Rafael Diaz Valdayo

La reunión se celebra en la taberna Zalema, en Bollullos, con el nombre de la uva. El propietario no vive para nada ajeno a lo que allí se cuenta. Su problema son los conejos. Otro ejemplo de la difícil convivencia con Doñana. En Bollullos se han afincado una familia de linces, hoy son cinco ejemplares, y está vetada una zona a la caza, también de conejos, el alimento principal de esta especie protegida en peligro de extinción. Los conejos proliferan a la velocidad del rayo. Se comen las viñas y todo lo que se plante. “Estoy desesperado. No puedo hacer nada”, asegura el tabernero.

Antonio Pancho, agricultor.

Antonio Pancho, agricultor. / Rafael Diaz Valdayo

“Menos dinero para los linces, que son muy bonitos, preciosos, sí, yo no tengo nada en contra, y un poquito de ayuda para nosotros”, dice Antonio Pancho. A sus 38 años es un agricultor desesperado. Él estudió electrónica pero volvió al campo hará unos diez años. Ahora mismo cultiva las tierras de su padre y otras en una figura que es un clásico en la zona, la de “fruto por pensión”. Hay grandes extensiones de terratenientes, heredadas por decenas de descendientes, que no se trabajan. Los dueños ceden la tierra y se desentienden. Él ha arrancado viñas y plantado en algunas hectáreas espárragos y olivos. “Los costes se nos han multiplicado por 2,5 con la excusa de la guerra de Ucrania. He pasado de pagar 75 céntimos el litro de gasoil a 1,40. De pagar 57 euros por 20 litros de herbicida a 160 euros. Y nos pagan una miseria. A 20 céntimos la uva este año cuando mira a 50 kilómetros, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), se está pagando a 65 céntimos la uva manzanilla”, cuenta Antonio.

El covid del agricultor

Los agricultores de la zona pasaron dos covid. La pandemia que sacudió al mundo y la del mildeu, el hongo que ataca la vid y que los dejó sin cosecha. “Ese covid lo viví con mucha más ansiedad”, confiesa Antonio, que perdió, como casi todos en la zona, la cosecha completa de 2020. Él ha tomado el relevo de su padre pero admite que no sabe cuánto va a durar. “Los freseros sí ganan mucho dinero. Yo no”, cuenta, “si a mi vienen y me dan 1.500 euros por hectárea al año para poner placas solares, haría cuentas”. “Yo a mi hijo no lo voy a llevar al campo ni a una barbacoa. Claro que le diré 'hazte maestro’”, dice Antonio con una risa amarga. La crisis del viñedo empezó en los 80 pero hoy el grito de socorro es desesperado. Se sienten abandonados. El plan de Doñana, aprobado por el Ministerio para la Transición Ecológica y dotado con 356 millones de euros hasta 2027, ofrece 100 millones para rescatar tierras en manos de los freseros pero nada para los que tienen viñas. Ellos que cuidan Doñana no ven un euro. El paisaje de la viña está en peligro real de extinción.