SOSTENIBILIDAD

La gran industria confía en las renovables para evitar una deslocalización forzada

 Las empresas esquivan los cierres con frenos de inversiones, despidos y paradas de actividad por el coste eléctrico mientras aceleran sus planes de sostenibilidad

Hornos altos de ArcelorMittal en Gijón.

Hornos altos de ArcelorMittal en Gijón.

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Alcoa reinició las primeras cubas de su fábrica de aluminio en San Cibrao (Lugo) a finales de enero después de dos años de parón. La firma estadounidense no podía hacer frente a los altos costes de electricidad. Su competidora, ArcelorMittal, planteó en diciembre de 2023 un ERE para 440 empleados en todo el mundo, 400 de ellos en Asturias, donde también clausurará un alto horno y un centro de procesamiento para hacer frente a la descarbonización. Un mes más tarde, congeló el proyecto de instalar una planta de DR (reducción directa de un mineral de hierro) basada en hidrógeno obtenido mediante energías verdes y la ayuda de 450 millones de euros del Gobierno para la transformación verde de sus plantas asturianas está en el aire. La industria pesada afronta una década decisiva marcada por los objetivos europeos de eliminar las emisiones de carbono de su actividad. Y para ello, ha fiado toda su estrategia a la generación de energías renovables.

España ofrece una ventaja competitiva frente a otras economías europeas: el clima basado en el sol y el viento permite la generación de renovables a un precio sustancialmente inferior. "Si somos capaces de acceder a esas energías, podremos remontar la producción", asegura el director general de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE), Pedro González. Si no, "difícilmente podremos acometer las inversiones que necesitamos para transformarnos y aguantar la producción industrial". Una de esas energías es el hidrógeno verde, aún en fase piloto y con un coste muy alto por su reducida producción. Las previsiones apuntan a que habrá que esperar, como mínimo, hasta finales de esta década para que tenga un precio competitivo.

En el sector hay cierto desánimo sobre la posibilidad de adaptar sus infraestructuras a las nuevas energías para lograr las cero emisiones. "Cambiar el gas por otra materia primera que te dé calor es inviable, y a día de hoy, el hidrógeno verde no es posible", afirma la presidenta de GasIndustrial, Verónica Rivière. Las industrias electrointensivas deben recorrer antes una hoja de ruta que empieza por el biogás, sigue con el biometano y finaliza con el hidrógeno verde, con algunas electrificaciones donde se pueda. "Hay que acompasar los tiempos, no forzar una transición más rápido que la propia tecnología", sentencia. Se refiere al objetivo marcado por la Comisión Europea de conseguir una plena descarbonización del sector poco después de 2040.

A la industria pesada se le atragantaron los objetivos de sostenibilidad de Bruselas cuando comenzó la pandemia. En 2021 se disparó la demanda de pedidos en plena crisis de la cadena de suministros, Rusia invadió Ucrania y los precios energéticos se pusieron por las nubes. El coste de la electricidad se multiplicó por cuatro hasta llegar a los 300 megavatios/ hora en agosto de 2022, mientras que el gas se multiplicó por 10. Los precios se han relajado, pero no lo suficiente para la industria pesada. Según el barómetro de AEGE, en febrero el precio medio del mercado diario español fue de 41,26 euros por megavatio/ hora, un 44,1% menos que en enero, mientras que el precio mayorista fue el 32,6% más barato que el vigente en Alemania y el 28,6% menos que el de Francia. "Los precios siguen siendo insostenibles para la actividad industrial y nos ha generado una caída acumulada del 12% en 2023", expone González.

Si el precio del suministro energético era antes el coste operativo más grande que tenían las industrias, ahora es mayor que el resto de costes juntos. Y el contexto macroeconómico no ayuda. La subida de los tipos de interés en la eurozona hasta el 4,5% actual ha provocado la caída de las hipotecas, y con ellas, la demanda de materiales de construcción. "Lo más grave de todo es la inseguridad de los consumidores. Los ciudadanos no quieren comprar coches ni viviendas", lamenta el director general de Unión de Empresas Siderúrgicas (UNESID), Andrés Barceló. Por último, el riesgo de cerrar la producción española y deslocalizarla es cada vez mayor. "No puedes llevar toda la producción de un día otro, pero a futuro las inversiones van hacia esos países", señala Rivière, en referencia a China y a otros países asiáticos donde los costes de producción son menores.

Competencia desleal

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El sector se queja de no competir con las mismas condiciones con empresas de otras partes del mundo. Alemania lanzó un programa de ayudas que pone a disposición de las compañías más de 10.000 millones de euros para afrontar su transformación hacia producciones neutras en carbono, mientras que Estados Unidos, a través de la Inflation Reduction Act (IRA), movilizó más de un billón de euros para recuperar producción industrial y conseguir autonomía energética. "El Plan Industrial del Pacto Verde Europeo, centrado en la regulación, es una respuesta insuficiente para hacer frente a la transformación industrial exigida y no garantiza un nivel adecuado de competencia interna entre los Estados miembros", afirma la consultora de Etalia, María Fernández. El Gobierno español aprobó en 2022 el PERTE de descarbonización industrial con un total de 3.100 millones de euros de inversión pública prevista y el objetivo de movilizar hasta 11.800 millones de euros en total. La primera línea de ayudas todavía no se ha repartido.

Sin suficiente financiación y demanda de pedidos, la industria pesada busca no caer en el pesimismo y reconducir su situación para alcanzar un 20% de peso del sector industrial sobre el PIB español (actualmente es del 15,6%). "Será necesario un modelo que refuerce la capacidad inversora y mejore la competitividad de las mismas, por lo que es necesaria una estabilidad normativa, además de la energética, y otras medidas globales a nivel fiscal", señala el presidente del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España (COGITI), José Antonio Galdón Ruiz. También deberán atraer profesionales con alta capacidad de adaptación y la formación de las plantillas existentes. "El grado de realismo dependerá de cómo vaya evolucionando la tecnología y la innovación en procesos de producción limpios, de los costes, de los incentivos que existan para alcanzar la descarbonización y de la capacidad de responder a los cambios en las condiciones del entorno", subraya Fernández.