DOSIER COMUNIDAD VALENCIANA

¿Hacia dónde va la economía valenciana?

Los agentes sociales de la comunidad son optimistas sobre el futuro del territorio y ven en el mismo una base sólida para afrontar los nuevos tiempos, mientras que los economistas rebajan el tono y tienden al pesimismo

Terreno de la gigafactoría de Sagunt preparado para el inicio de las obras.

Terreno de la gigafactoría de Sagunt preparado para el inicio de las obras. / BIEL ALIÑO/ EFE

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A vista de pájaro, la economía valenciana genera opiniones contradictorias. Tiene unas pocas empresas tractoras, la mayoría foráneas, eso sí; cuenta con sectores pujantes, muchas de sus compañías apuestan por la sostenibilidad y la innovación, está diversificada y abierta al exterior, dispone de centros formativos de relieve y está consolidando un ecosistema emprendedor creciente, pero, a la vez, tiene una tasa de paro elevada, la renta per cápita mengua y está lejos de la media nacional, persiste la economía sumergida y la productividad -y, por ende, los salarios- no alcanza los parámetros de los territorios españoles y europeos más avanzados. Padece una cierta esquizofrenia. También podría decirse que conviven en ella dos mundos -o dos tiempos- que de alguna manera se contradicen. En un momento de acelerado cambio, con las tecnologías dominando cada vez más el territorio de las empresas y las personas y con el clima -la destrucción del mismo tal como lo conocíamos hace un par de décadas- formando parte de la ecuación económica, cabe preguntarse: ¿Hacia dónde va la economía valenciana?

El consenso es difícil. Los agentes sociales muestran optimismo, pero desde el ámbito académico se rebaja la euforia. El catedrático emérito de Historia Económica de la Universidad de Valencia, Jordi Palafox, opina que, "aún con una tasa de desempleo inferior a la del pasado, no es fácil, fuera del corto plazo, hallar elementos para la euforia". "Desde una perspectiva histórica -añade- parece un caso de libro de la trampa de la pobreza regional de la renta media: perdió su ventaja competitiva en los 90 y, ante la ausencia de estrategias de adaptación activas, no ha dejado de alejarse de las áreas avanzadas de la UE".

Consecuencias previsibles

El experto pone el dedo en la llaga de la dependencia de un sector señero de la región: "La brutal apuesta por el turismo, a costa del capital natural, realizada entonces, solo ha sido modificada cosméticamente en los años recientes". Pero hay más: "En economía no hay premios ni castigos, sino consecuencias. Estas han sido las previsibles cuando se apuesta por una actividad de baja productividad y con salarios el 35% por debajo de la media: emigración de la mano de obra cualificada y, en síntesis, un nivel de bienestar a la cola de España, a su vez en la cola dentro del área euro. Con una única excepción bien conocida [en referencia a Mercadona], ello ha conducido a unos grupos económicos canijos, por débiles y enfermizos, sin capacidad de influencia fuera de la comunidad. La pérdida de posiciones de Alicante es un excelente ejemplo de todo lo anterior. En el año 2000 ocupaba el puesto 27 en renta por habitante provincial; en 2008, el 42, y hoy se sitúa en el 44 [de 52]".

El director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos, suaviza el lúgubre pronóstico de Palafox. En su opinión, "la Comunidad Valenciana tiene un reto que es estructural y que no ha mejorado en los últimos años: recortar la brecha que presenta en productividad y que explica una parte importante de la que también tiene en bienestar, es decir, en PIB por habitante. Si en 2007 su PIB por habitante era el 10% inferior al de España, a finales de 2022 fue el 13% menor". "Lo que hay detrás de esta divergencia es la baja productividad, cuya brecha es sustancial. Y para cerrarla lo que hay que hacer es aumentar el esfuerzo inversor en lo que los economistas sabemos que son sus determinantes: inversión en innovación, en intangibles y en educación, principalmente", subraya.

"Eso pasa sobre todo por el sector privado, ya que, en la mayor parte de las ramas productivas, la economía valenciana presenta una productividad por debajo de la media. Casi el 90% de lo que producimos lo hacemos peor que la media. El sector público valenciano no lo tiene fácil para ayudar a cerrar la brecha, porque por culpa de la infrafinanciación no disponemos de recursos para apoyar al tejido productivo", prosigue Maudos. Y añade que es "obvio que la especialización productiva valenciana no ha ayudado a cerrar la brecha ni en productividad ni en renta per cápita porque estamos más especializados en ramas que aportan menos valor [menos productivas] y las que son más productivas pesan muy en la economía. La llamada economía basada en el conocimiento pesa menos en la economía valenciana, y es esa economía la que más valor aporta".

Más complaciente se expresa el presidente de la patronal autonómica CEV, Salvador Navarro, para quien, "a nivel general, las perspectivas son buenas". Y lo argumenta: "La economía valenciana está diversificada y tenemos un nuevo Gobierno [de PP y Vox] que aplica rebajas fiscales y potencia las inversiones". El también vicepresidente de la CEOE considera que la comunidad ha experimentado un cambio de modelo económico desde el estallido de la gran recesión en 2007 que ha dejado atrás la preponderancia de los constructores para dar protagonismo a la industria, los servicios y la logística. Afirma además que la llegada de PowerCo "cambiará la economía" autóctona y destaca "la apuesta clara por las renovables". También pone deberes: aumentar la innovación, elevar el tamaño de las empresas e incrementar la capacidad exportadora.

Proceso de reindustrialización

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Ana García Alcolea, secretaria general de CCOO-PV, también es optimista. Con la vista puesta en el largo plazo, recuerda cómo «en los últimos años se ha producido un proceso de reindustrialización frente a la etapa en la que se favoreció el turismo y el sector inmobiliario». Esa vuelta al sector secundario la asocia a las inversiones de firmas como PowerCo, la filial de Volkswagen que va a construir en Sagunt una gigafactoría de baterías para coches eléctricos, y con el retorno de otras autóctonas que deslocalizaron su producción hace décadas buscando menores costes. En su opinión, la economía de la región "está bien posicionada en sectores de futuro", aunque alerta de algunas carencias, entre las que destaca las políticas de empleo y formación, insuficientemente orientadas a los requerimientos del mercado laboral, y el escaso tamaño general de las empresas. No obstante, considera que la apuesta por sectores con vocación tecnológica puede ayudar a paliar uno de los grandes males de la economía valenciana: la baja productividad.

Ismael Sáez, secretario general de UGT-PV, también se muestra «optimista» pues considera que la economía valenciana está diversificada. Cree que la estructura «debe ir hacia una economía más de innovación, de energías limpias y de electromovilidad». Estas dos últimas son dos actividades con futuro que están bien representadas, sobre todo si se concretara la inversión de Tesla en una planta en Cheste y si Ford mantiene sus planes de electrificación en Almussafes, anuncio realizado en junio de 2022 que tiene inquietos a los representantes sindicales porque, dice Sáez, "el compromiso no se materializa". Para el dirigente de UGT, "si la comunidad aprovecha los fondos europeos y el uso de energías limpias como el sol o el viento, nos podemos convertir en un país con soberanía energética". Y en cuanto a la productividad, piensa que "mejorará si la economía sigue la senda iniciada" y que frenará la economía sumergida.