TURISMO

Masificación: el riesgo de un país que recibe más de 80 millones de turistas

España se encamina a batir un nuevo récord de visitantes extranjeros en 2023. ¿Cuál es el límite?

Cruceros en el Puerto de Barcelona.

Cruceros en el Puerto de Barcelona.

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La inflación no puede con las ganas de volver a viajar tras la pandemia. El turismo va camino de superar todos los récords este año. Ni el aumento de los precios de los billetes de avión, de los hoteles y de los paquetes que ofrecen las agencias de viajes pueden con el principal sector de la economía española, el que más empleo y riqueza genera. "La ocupación en el mes de julio ya ha superado en algunos territorios las cifras de 2019, también en términos de rentabilidad", asegura Jorge Marichal, presidente de la patronal Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos. La recuperación de los viajeros a los niveles precovid también ha devuelto a las ciudades españolas un viejo problema: la masificación y los problemas de convivencia entre vecinos y turistas. Las previsiones del sector apuntan a que este año visitarán España 85 millones de personas. ¿Cuál es la capacidad de España para seguir sumando récords de visitantes?

El principal acceso al puerto de Torrevieja (Alicante) cierra desde las 20 horas por la masificación y falta de aparcamiento desde el pasado 2 de agosto. Esta misma semana, la localidad costasoleña de Nerja ordenó el cierre temporal del río Chíllar por el alto riesgo de incendios para intentar reducir la cantidad de gente que se daba cita en el paraje tras los informes del Seprona de la Guardia Civil, el Consorcio Provincial de Bomberos y Protección Civil. En Santiago de Compostela (La Coruña), su Ayuntamiento está estudiando la posibilidad de implantar una tasa a excursionistas que no pernocten, es decir sólo a aquellos visitantes y peregrinos que simplemente pasen unas horas en la ciudad. La capital gallega también ha remitido a la Xunta una tasa turística para las pernoctaciones desde 50 céntimos a 2,5 euros por noche según el tipo de establecimiento. En España, sólo Baleares y Cataluña cobran un gravamen a los turistas y la Generalitat Valenciana aprobó en diciembre que los consistorios lo apliquen según sus necesidades a partir de 2024.

Para Francisco García Pascual, doctor en Geografía y decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Comunicación de la Universidad Europea, no se trata de reducir esta industria, pero sí gestionarla mejor para limitar sus impactos negativos. "En la última década se han incorporado al mercado turístico mundial millones de personas y eso inevitablemente lleva a la masificación de los destinos más populares", señala y asegura que el uso del espacio público por parte del turista es lo que ha provocado la turismofobia. "También hay que tener en cuenta que ha añadido presión sobre el mercado de vivienda y sus costes". Un ejemplo de ello son las capitales de provincia donde la obra nueva ya es más cara que en la burbuja de 2008: en Barcelona las viviendas de nueva construcción han incrementado sus precios un 11,5% más, en Madrid 9%, en Palma de Mallorca un 4,3% y en San Sebastián un 3,7%, según los datos de Sociedad de Tasación.

"La masificación del turismo es prácticamente un fenómeno global. Venecia es el caso más extremo, pero la afluencia de turistas ha crecido a nivel general", apunta Viola Migliori, directora en el sur de Europa de Evaneos, agencia especializada en viajes a lugares singulares. Algunas de las zonas más codiciadas de España por los turistas se sitúan en el Mediterráneo, las Islas Baleares y Canarias. Las altas temperaturas y la concentración de turistas en algunos destinos es la nota discordante de la gallina de los huevos de oro. España necesita al turismo, en su principal industria con un 12,2% del PIB y sirve para compensar la balanza de pagos y el déficit por cuenta corriente. La aportación turística al crecimiento estimado de la economía española en 2022 fue del 60,8%, según el informe trimestral de Perspectivas turísticas de la Alianza para la Excelencia Turística (Exceltur). "No sería realista disminuir estos números y hay espacio para que se incrementen", señala Francisco García Pascual. 

 

Se espera, además, que el impacto del turismo sea aún más positivo este año para las cuentas públicas. Según el Banco de España, el superávit por cuenta corriente, que mide los ingresos y pagos por intercambio de mercancías, servicios, rentas y transferencias registró un superávit de 16.200 millones de euros hasta el mes de mayo, frente al déficit de 2.000 millones que registró en el quinto mes de 2022 debido, en parte, “ante la mayor solidez de los servicios y el turismo” como señala el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su última revisión sobre el crecimiento mundial.

Bañistas en una playa de Oeiras, cerca de Lisboa.

/ EFE

El sector reconoce el problema

 

José Manuel Lastra, vicepresidente primero de la Confederación Española de Agencias de Viajes, reconoce que hay ciertos destinos, especialmente en las Islas Baleares y la Costa del Sol, que están masificados. Desde esta patronal apuestan por desestacionalizar más el período vacacional, puesto que en España es muy habitual cogerlas en julio y agosto, y potenciar destinos del mundo. “Sería muy positivo que se pudieran combinar las vacaciones de sol y playa con destinos de interior”, explica. “Somos conscientes de que las comunidades locales no son un parque temático y por ello apostamos por un turismo sostenible a largo plazo”, remarca.

 

Migliori señala que repartir de otra manera las vacaciones a lo largo del año ayudaría a equilibrar los flujos turísticos y evitaría la masificación. "El objetivo es que los viajes tengan un impacto menor en el entorno y en las comunidades locales", explica. En determinados lugares la única manera de proteger el entorno pasa por la limitación y protección del patrimonio. “En ciertos enclaves de valor cultural la masificación turística puede ser contraproducente y será necesario limitar de alguna forma el número de personas que pueden acceder”, señala el geógrafo Francisco García Pascual. Es lo que ya ocurre, por ejemplo, en la famosa playa de las Catedrales de Ribadeo (Lugo), las playas del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería) -desde Genoveses hasta Cala Carbón-, en algunas calas de Menorca, en la Playa Torre de Río de Oro en Mazagón (Huelva)...

"El turismo debe adaptarse a un nuevo paradigma que pasará por la limitación de los apartamentos turísticos", explica Pablo Díaz Luque, profesor de Economía en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC). Portugal ya ha prohibido abrir nuevos apartamentos turísticos en Lisboa, Oporto y buena parte del litoral del país. El veto sólo excluye a las zonas de interior que están fuertemente despobladas, aunque será necesario el visto bueno de la comunidad de propietarios del edificio. “Si no se toman medidas algunos destinos podrían morir de éxito y degradarse hasta perder su atractivo a causa del turismo, aunque en el caso de España aún hay margen para llegar a esta situación”, señala Díaz Luque.

 

El malestar vecinal es palpable desde años en algunas ciudades como Barcelona, Palma de Mallorca o Málaga donde los colectivos vecinales denuncian la masificación, la degradación de algunos barrios por los efectos del turismo de masas y borrachera, el aumento del precio de los alquileres por el avance de los pisos turísticos y el efecto que también tiene para los servicios públicos por la falta de personal para atender a tal cantidad de turistas en los centros de salud. Esta semana la revista más leída de Alemania, ‘Stern’, se hacía eco de esta realidad que vive Mallorca en un extenso reportaje que describe la saturación que sufre la isla. “Palma se ha convertido en un parque temático, donde hay visitantes que llegan para pasar dos o tres días de fiesta sin control, sin pasar por un hotel y acaban durmiendo en la playa. Más allá de Magaluf y El Arenal, que son los puntos más conocidos, lo vemos en el distrito centro, en Santa Catalina o El Jonquet. El alquiler de pisos vacacionales está prohibido en toda la ciudad de Palma desde 2018, pero da igual porque se cometen innumerables irregularidades y los inquilinos pagan las multas si les llegan”, denuncia Maribel Alcázar, presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Palma.

 

“La tasa turística -ecotasa como se llama oficialmente- de Baleares que se aplica desde 2016 no ha tenido ningún efecto para evitar esta degradación ni los efectos indeseables del turismo. No es disuasoria para evitar la llegada masiva de turistas y al final los efectos económicos los pagamos los ciudadanos de las islas: somos una de las comunidades con la inflación más alta, con un PIB per cápita por debajo de la media nacional y la quinta autonomía con los salarios más bajos. No hay quien se compre un piso en Mallorca y muchos vecinos y trabajadores que vienen a trabajar en el turismo se ven abocados a vivir en caravanas y coches como vemos en los barrios de Ciudad Jardín o Estadio Balear”, relata.

  

Benidorm, el ejemplo

 

“Benidorm es un destino de unos 38 km2, que recibe aproximadamente 10 millones de turistas al año y tiene una población de unos 69.800 residentes. Siempre fue un proyecto planificado para recibir turistas y ha ido evolucionando, aplicando estrategias de regeneración y sostenibilidad muy acertadas. Su construcción vertical, con edificios altos, hace que la degradación del territorio no sea tan grande como ocurre con urbanizaciones más dispersas. Cuenta con más de 90 km de carriles bici, zonas peatonales… Con diez ciudades como Benidorm a lo largo del Mediterráneo se hubiera evitado la degradación de la costa española”, arguye Arturo Crosby, codirector del curso de experto en gestión e innovación sostenible de destinos turísticos en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Vista de Benidorm.

/ Activos

Crosby explica que la mayoría de ciudades no están preparadas para recibir una cantidad de turistas de manera masiva y menos aún los pequeños pueblos y los entornos naturales porque son entornos vulnerables no planificados ni preparados para acoger un número grande de visitantes, por lo que la solución a la masificación no pasa por redirigir a los turistas de un lugar a otro como supone el turismo de interior o rural. “Zorita de los Canes (Guadalajara) cuenta con apenas con 70 habitantes pero puede recibir 1.000 visitantes al día en los días de verano, algo muy impactante, por lo que decidieron imponer una capacidad de carga, creando un parque fluvial, parking disuasorio cobrando la entrada (10 euros), pero con buenas bonificaciones si los clientes consumían al menos un plato y bebida por persona en el restaurante del municipio”, indica.

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Para este experto la solución a la masificación no es fácil ni rápida pero pasa por una combinación de factores: limitación de aforos y diálogo entre los agentes implicados, como vecinos, instituciones y empresarios del sector como se hace en Burdeos (Francia). No descarta las tasas turísticas, pero cree que son insuficientes a no ser que se pongan cantidades de dinero que frenen la demanda. Bután, en el borde oriental del Himalaya, cuenta con un impuesto al viajero de 250 dólares diarios por persona en temporada alta y 200 en temporada baja. Algo similar ocurre en las islas Galápagos de Ecuador donde para poder acceder siendo extranjero debes pagar 100 dólares.