Doctor en Economía en la UNIR y la LLYC

Más micro y menos macro

La economía española dispone de unas cifras macroeconómicas que Alemania envidiaría, pero, si miramos las microeconómicas, el balance de estos años no se sostiene: la riqueza per cápita sigue por debajo de la europea y no hemos reducido ni un euro la brecha con nuestros vecinos

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Bill Clinton, el presidente electo de EEUU, y George Bush, el saliente, en la Casa Blanca en 1992

Bill Clinton, el presidente electo de EEUU, y George Bush, el saliente, en la Casa Blanca en 1992 / 'activos'

Se ha contado muchas veces, pero hay que volver a hacerlo a la vista de la estrategia de Pedro Sánchez de sacar a pasear a Nadia Calviño con el cuadro macroeconómico. La ministra y sus comparecencias con tablas de Excel nos han transportado a la campaña americana de George Bush contra Bill Clinton. Corría el año 1992 y en el cuartel general de los demócratas un asesor de nombre James Carville colgó un gran cartel que inopinadamente fue clave para que Clinton ganase las presidenciales. Solo había una frase escrita, sencilla y recordable para vencer al poderoso presidente texano, una simple idea frente a los grandes éxitos en política exterior de Bush padre. Simple porque aludía a la vida cotidiana de los votantes americanos y sus necesidades más perentorias. "Es la economía, estúpido" era la sentencia puesta en ese cartel que se convirtió en eslogan oficioso de la campaña de Clinton que lo llevó a la Casa Blanca al identificarse con las preocupaciones más acuciantes de los votantes americanos. Desde entonces la frase se ha instalado en la cultura electoral de todo el mundo para poner la atención en lo esencial de determinados momentos históricos.

En España tenemos nuestra versión local de esta mítica frase. "Más Soria y menos Siria" parece que fue dicha por el ministro Jesús Posada a José María Aznar para reclamarle más atención a los asuntos locales que a la agenda internacional. El consejo del viejo amigo del presidente funcionó porque el PP ganó esas elecciones con una aplastante mayoría absoluta. No sé si en la planta séptima de la sede de Génova 13 algún asesor ha pintado esa frase en alguna pizarra ante la obsesión por las citas en el extranjero del presidente Sánchez, pero de lo que estoy seguro es que tampoco estará la sentencia de Carville.

Tres años a la basura

La economía española dispone de unas cifras macroeconómicas que Alemania envidiaría. Un PIB que crece al 2%, un empleo que no deja de crecer hasta rozar los 21 millones de cotizantes y sobre todo una inflación en el entorno del 3%. Si a esto añadimos un sector exterior pujante con exportaciones rompiendo techos históricos, los guarismos son para enmarcar. Quizá por todo lo anterior alguien ha querido resucitar esa campaña de Clinton, aunque igual antes de ponerse a imprimir carteles hay que recordar que las variables macro se complementan con los datos de déficit y deuda en los cuales estamos entre los cuatro peores países de la Unión Europea, con el 113% de deuda respecto al PIB y cerca del 5% de déficit. Lejos de las recomendaciones del 60% y el 3%, respectivamente.

Aunque no lo diga el cuadro macroeconómico, en la cabeza de todos los analistas y en los bolsillos de los españoles está que seguimos sin alcanzar el nivel de PIB prepandemia o, lo que es lo mismo, que hemos tirado a la basura tres años de nuestra economía. El Banco de España lo acaba de contar de otra manera, pero no menos dramática: la riqueza per cápita española sigue por debajo de la europea y no hemos reducido ni un euro en los últimos tiempos la brecha con nuestros vecinos.

La comida ha subido el 27%, las hipotecas se han disparado el 361% y el paro no ha bajado si descontamos los fijos discontinuos

En primero del grado de economía enseñamos que la microeconomía estudia variables individuales, mientras la macroeconomía se centra en las variables agregadas o nacionales. A la micro lo que le interesa no es la deuda de España sino la deuda de los españoles; le ocupa no la renta del país sino la renta de los paisanos; le obsesiona no la inflación nacional sino las inflaciones sectoriales. La microeconomía analiza las decisiones de los agentes individuales, por qué se compra, por qué se busca trabajo o por qué se pide un préstamo. Y ahí es donde el balance de estos últimos años de gobierno no se sostiene.

La comida desde la pandemia ha subido el 27% y las hipotecas el 361%, el paro no ha bajado si descontamos los fijos discontinuos, el empleo creado es de menor calidad por la cantidad de horas contratadas, la presión fiscal ha subido más del 20% y por todo lo anterior el poder adquisitivo del españolito medio ha caído más del 5%. Si a esto sumamos que las ayudas sociales no llegan a los hogares -como ha confirmado la AIREF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal)- y que las pymes no han ingresado nada del supuesto maná de Next Generation, el balance individual para los españoles es lamentable.

Indicadores de cabreo

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No tengo claro que en el equipo de campaña de Ferraz se atrevan a poner un letrero que rece "es la microeconomía, estúpida" por temor a la reacción de la aludida y su mentor, pero en muchas agrupaciones locales del PSOE lo pensarán cada vez que la ministra de Economía se vanagloria de su gestión. Al mismo tiempo, a Alberto Núñez Feijóo, que tiene a muchos aznaristas entre su círculo de confianza, seguro que le ronda en la cabeza la frase del ministro soriano y quizá la haya adaptado con su pragmatismo a "menos macro y más micro".

Sea como fuere, la campaña electoral no será la de los indicadores económicos sino la de los indicadores de cabreo, y en estos tampoco puede hacer un buen balance el Gabinete de Sánchez ya que es difícil encontrar un colectivo a su derecha y a su izquierda, nacionalista o españolista, en las pymes o en las grandes empresas, que no fume en pipa esta temporada. 

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