Beneficios

Bancos, de la travesía del desierto a la tormenta política

  • La reputación del sector financiero vuelve a estar en la diana tras obtener unos beneficios en 2022 que apuntan a convertirse en los más abultados desde el fin de la burbuja inmobiliaria 

De izquierda a derecha, Ana Botín (Santander), Carlos Torres (BBVA), José Ignacio Goirigolzarri (Caixabank) y Josep Oliu (Sabadell). | ‘activos’

De izquierda a derecha, Ana Botín (Santander), Carlos Torres (BBVA), José Ignacio Goirigolzarri (Caixabank) y Josep Oliu (Sabadell). | ‘activos’

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La banca vuelve a estar en el centro de la diana del debate social y político en España, aunque en realidad lo excepcional en los últimos 15 años han sido los periodos en que no ha ocupado esa incómoda y arriesgada posición con distintos grados de intensidad. Primero se debió a la brutal crisis a la que contribuyó a arrastrar al país por la digestión de sus excesos y errores durante la burbuja inmobiliaria (2008-2014). Y después respondió a los efectos colaterales de lo que José Ignacio Goirigolzarri, entonces presidente de Bankia y hoy de CaixaBank, acertó en llamar la "travesía del desierto" del sector, causada por el efecto depresivo en sus resultados de la era de los tipos de interés oficiales en cero y negativo (2014-2021). Al final de ese desierto había un oasis de recuperación de beneficios, pero azotado por una tormenta política y reputacional, como se puede comprobar estos días.

El enésimo y último (o penúltimo) motivo de polémica para la banca, así, lo ha constituido la presentación por parte de las grandes entidades de sus resultados del año pasado, que han llegado a ser calificados de "absolutamente impúdicos" por el ala de Unidas Podemos en el Gobierno (ministra Ione Belarra). La mayoritaria vertiente socialista del Ejecutivo no ha querido ir tan lejos, pero sí que ha aprovechado para sacar pecho por el impuesto temporal y extraordinario al sector que ha impulsado (ministras Nadia Calviño y María Jesús Montero). Su argumento es que las elevadas ganancias demuestran que la banca tiene "margen" para pagar el gravamen gracias al supuesto beneficio caído del cielo que le ha aportado la acelerada subida de los tipos oficiales por parte del Banco Central Europeo (BCE) para combatir la espiral inflacionista.

Los grandes bancos que ya han presentado resultados -ocho de los 10- ganaron 21.146 millones de euros el año pasado, el 3,7% más que en 2021. La cifra del conjunto del sector se conocerá cuando el Banco de España la publique en abril, pero será solo algo más alta, ya que las entidades que faltan por comunicar resultados (dos de las grandes y 143 pequeñas) tienen una cuota de mercado muy inferior. Salvo sorpresa, no debería apartarse mucho de los 23.592 millones de euros de 2021. ¿Es una cifra muy elevada? Para responder a esa pregunta hay que ver el asunto con cierta perspectiva. 

Más que la media histórica

Los beneficios del año pasado no van a superar el máximo histórico de 30.640 millones alcanzado en 2007, una cifra que, en cualquier caso, supone una referencia un tanto engañosa: se puede considerar que estaba dopada por la burbuja inmobiliaria y que escondía las cuantiosas pérdidas que afloraron en los años siguientes. Las ganancias de 2022, en cambio, sí van a más que doblar los 11.783 millones de beneficio medio anual del sector entre 2001 y 2021. También si se tiene en cuenta el efecto de la inflación (que hace que una cantidad de hace años equivalga hoy en día a una cifra mayor), el resultado conjunto del pasado ejercicio estará por encima de la media anual de 15.141 millones de lo que va de siglo.

¿Quiere eso decir que son unas ganancias excesivas o injustificadas? Los bancos suelen argumentar que hay que ver los beneficios en relación con su patrimonio neto para comprobar si su rentabilidad cubre o no el coste de capital, es decir, el "rendimiento requerido por los inversores para estar dispuestos a convertirse en parte de su accionariado", como lo ha definido alguna vez el Banco de España.

Los resultados han estado lastrados durante años por el saneamiento del balance y el impacto de los tipos negativos

Se trata de un elemento muy relevante, porque mide teóricamente la capacidad que tienen las entidades para, caso de necesitarlo, captar con mayor o menor coste y dificultad el capital externo con el que, entre otras cosas, financiar la actividad económica vía créditos a empresas y familias.

En los nueve primeros meses del año pasado, los bancos españoles tuvieron un beneficio de 19.646 millones, con una rentabilidad sobre su capital del 10,09%, por encima de la media anual del 7,9% del periodo 2001-2021, pero prácticamente la mitad de los niveles dopados cercanos al 20% de los últimos años de la burbuja. 

En 2001, en cambio, las entidades ganaron menos (10.675 millones, el equivalente hoy día a 16.774 millones), pero con una rentabilidad mayor (13,4%). Ello se debe a que las autoridades bancaria europeas han obligado al sector a disparar su patrimonio neto -en España, desde los 115.116 millones de euros (equivalente hoy a 180.891 millones) hasta los 259.682 millones de euros- con el objetivo de generar una hucha mayor que evite que la próxima crisis financiera tenga un coste multimillonario para las arcas públicas tan elevado como la del periodo 2008-2014.

Mínimo exigido

La banca, así, es hoy un sector más seguro y menos rentable. Pero ¿no cubre el mínimo exigido por el mercado? Es cierto que así sucedió durante la crisis financiera, debido al imprescindible y costoso saneamiento de su balance (su rentabilidad media anual sobre el capital fue del 3,3% entre 2008 y 2014). También en los años de los tipos negativos del BCE, que hundieron sus ingresos (4,7% medio entre 2015 y 2021). En ambos periodos no se alcanzó de media el coste de capital (siempre por encima del 6% y con picos superiores al 10% y hasta el 12%, según un estudio del Banco de España de 2020). Pero no es tan claro que siga sucediendo ahora. El organismo supervisor estima que la rentabilidad hasta junio (10%) supera "con holgura" dicho nivel exigido por los inversores (7%).

El problema es que dicho coste de capital no es fijo y observable, sino una estimación algo subjetiva. Las entidades defienden que es más alto de lo que calcula el supervisor (de entre el 10% y el 18%, según el perfil de riesgo del banco), con lo que todavía no habría sido superado por la rentabilidad. De hecho, el valor bursátil de la mayoría de los bancos cotizados sigue por debajo de su valor contable pese a las subidas en bolsa del año pasado, un indicio de que los inversores estiman que su rentabilidad sigue siendo insuficiente.

Mochila reputacional

Alcance o no el nivel exigido por el mercado, el aumento de la rentabilidad de la banca de los dos últimos ejercicios se produce tras 12 años con un nivel claramente insuficiente. ¿Por qué entonces causan tanta polémica sus resultados? Más allá de los elementos de estrategia política en año electoral, lo cierto es que el sector carga con una pesada mochila sobre su reputación desde la anterior crisis (rescates públicos con cuantiosas pérdidas, preferentes, cláusulas suelo hipotecarias, desahucios…). 

Entre forzada por las autoridades y los jueces y por iniciativa propia, la banca fue más o menos corrigiendo esos errores. Durante el peor momento de la pandemia, además, logró aligerar su mochila reputacional gracias a medidas como la distribución de los créditos ICO a empresas y la apertura de las oficinas durante el confinamiento de 2020. Hasta María Jesús Montero, ministra de Hacienda y entonces también portavoz del Gobierno, le agradeció públicamente su aportación tras un Consejo de Ministros, algo impensable hasta poco antes, pero también hoy en día.

En los últimos dos años, el peso de la mochila ha vuelto a aumentar. Por un lado, sufre los efectos colaterales de las medidas que adoptó el sector para combatir su baja rentabilidad de los años previos, como el aumento del cobro de comisiones a los clientes o la reducción del número de empleados y oficinas (40% y 60% desde los máximos de 2008), que empeoró su servicio presencial, particularmente a los mayores y en la España rural.

Por otra parte, no le beneficia la publicación de los datos de incremento del número de banqueros millonarios en un contexto en que las familias sufren en su poder adquisitivo el golpe de la inflación. La Autoridad Bancaria Europea (más conocida como la EBA, por sus siglas en inglés) informó hace unas semanas de que el número de banqueros que cobran más de un millón en España pasó de 128 en 2020 a 221 en 2021, el 73% más y el 16% del total europeo. Dicho colectivo se embolsó 478 millones de euros en total, con una media por persona de 2,16 millones, la más alta del continente. La propia EBA relativizó estos datos, ya que se comparan con los de un año todavía marcado por el covid como 2021. Pero la vicepresidenta Calviño los utilizó para justificar el impuesto al sector del Gobierno, como ya hizo en 2021, cuando criticó los "altos sueldos" de los banqueros y les exigió que redujeran los eres que tenían en marcha.

Efecto cohete-pluma

En cualquier caso, es probable que lo que más esté pesando hoy sobre la imagen del sector ante la sociedad es que la subida de tipos del BCE se haya trasladado a un fuerte encarecimiento del crédito -tanto del ya concedido como del nuevo, y particularmente en las hipotecas- que no se está viendo acompañado por un aumento equivalente y paralelo de la rentabilidad que paga por los depósitos, el producto de ahorro por antonomasia para los españoles.

Así, el tipo medio de los nuevos depósitos en diciembre fue del 0,64%, frente al 0,06% de un año antes. En el mismo periodo, el BCE encareció el dinero del 0% al 2,5%, el euríbor se disparó del -0,5% al 3,018% (con el consiguiente alza de las cuotas hipotecarias) y el tipo de las nuevas hipotecas subió del 1,38% al 2,91%.

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Es cierto que cuando los tipos del BCE eran negativos, los bancos no lo trasladaron a sus clientes minoristas (le hubiera obligado a cobrarles por los depósitos). Ello les supuso una pérdida y ahora están tratando de resarcirse, aumentando la rentabilidad que obtienen por sus clientes. Pero, lógicamente, es una estrategia impopular, por más que intenten sortearlo colocándoles fondos de inversión en deuda pública (teóricamente más rentables que los depósitos, pero también con mayores comisiones).

Citando de nuevo a Goirigolzarri en una advertencia que suele repetir, "la sostenibilidad de un proyecto, un sector o una empresa pasa porque la sociedad lo encuentre útil y quiera que exista". Para lograrlo, sin duda, la banca tendrá que lograr salir de la diana reputacional en la que lleva instalada a su pesar cinco lustros.