ENTREVISTA

Cristopher Pissarides: "Subir los salarios al mismo nivel que el coste de la vida es imposible"

El Premio Nobel de Economía reivindica el papel del Estado para echar una mano a los que menos se benefician de los avances tecnológicos así como la flexibilidad en el mercado de trabajo

El economista Cristopher Pissarides en el IESE Business School el pasado 4 de noviembre.

El economista Cristopher Pissarides en el IESE Business School el pasado 4 de noviembre. / David Castro

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El economista Christopher Pissarides (Nicosia, Chipre, 74 años) fue galardonado en 2010, junto a Dale Mortensen y Peter Diamond, con el Premio Nobel de Economía por sus contribuciones sobre cómo casar la oferta y demanda de empleo. Doce años después, con una crisis financiera, sanitaria y una guerra de por medio, conviene seguir escuchando las recetas de un académico que no tiene miedo a hablar de flexibilidad en el mercado de trabajo a la vez que reivindica el papel del Estado para echar una mano a los que menos se benefician de los avances tecnológicos. La crisis sanitaria y ahora la guerra en Ucrania están teniendo un profundo impacto en la forma de organizar el trabajo. El suministro energético y la inflación también se han convertido en todo un reto para los bancos centrales y los gobiernos de todo el mundo. Pissarides ha recalado en Madrid recientemente para tratar todas estas cuestiones en las jornadas Energy Perspectives organizadas por la Fundación Naturgy.

PREGUNTA. ¿Cómo explica que España tenga uno de los peores datos de paro de la Unión Europea?

RESPUESTA. Los errores del marco institucional español proceden de los años 80 y 90. Lo que hemos aprendido desde entonces es que la estructura institucional para negociar los salarios y condiciones laborales influye mucho en el funcionamiento de los mercados laborales. Ahora sabemos que para que los trabajadores puedan progresar es necesaria mucha flexibilidad: para que puedan cambiar de trabajo, ascender, cambiar de puesto dentro de una empresa... España carece de la flexibilidad necesaria para que los trabajadores con talento individual puedan progresar. Se ha primado la negociación colectiva frente a la flexibilidad y eso explica los malos datos.

P. ¿Qué reformas se deberían emprender para empezar a enmendar el problema del paro?

R. Las principales reformas tienen que ver con el aumento de la flexibilidad, esto es algo pendiente desde hace muchos años en España. Las negociaciones salariales deben ser más flexibles, sé que esto está muy politizado, pero es necesaria más libertad para que los trabajadores puedan negociar sus propias compensaciones, en vez de que estas cuestiones estén controladas desde los sindicatos de forma colectiva. Desde el punto de vista de los contratos, también sabemos que los mejores trabajos son aquellos que tienen posibilidades de ascenso, aquellos en los que te pueden incentivar con mejoras. Si tienes por encima de ti a alguien con un contrato blindado, es muy difícil que puedas progresar en la empresa. La flexibilidad es fundamental. 

P. ¿Eso explica las altas tasas de paro juveniles en España?

R. Sí, los que más sufren en un mercado laboral con poca flexibilidad son los jóvenes. Les cuesta encontrar su primer trabajo fijo y, entre medias, están en paro, con empleos temporales…

Cristopher Pissarides.

/ David Castro

P. ¿Qué le parece la reforma realizada en España que obliga a las compañías a contratar a los riders?

R. Creo que es acertada, pero una cosa buena de este tipo de la economía digital es la gran flexibilidad que ofrece y que algunos trabajadores quieren. El mayor problema son los beneficios que pierdes al ser autónomo, evidentemente no tener esas ventajas es un problema. Pero ante todo lo hay que evitar es la rigidez en el mercado laboral.

P. ¿Cómo se han transformado las ciudades debido al uso de plataformas digitales?

R. Han supuesto un gran cambio para las ciudades, aunque estas plataformas han tenido un impacto mayor en el campo que en la ciudad porque han conectado zonas rurales que antes estaban aisladas. La industrialización y las primeras fábricas favorecieron el desarrollo urbano porque había que acercar los servicios a los centros de trabajo. En cambio, las plataformas digitales no necesitan esa proximidad, por lo que la tecnología lo que está trayendo es una ‘desurbanización’. Para poblaciones rurales en las que solo hay una tienda y un bar, las empresas digitales ofrecen grandes posibilidades. ¡Ni en el centro de Londres puedes elegir tantas marcas de café como a través de aplicaciones digitales! ¡Y te llega en un día!

P. ¿Cuál ha sido el efecto de la pandemia en los mercados laborales?

R. La pandemia ha tenido más efectos sobre el mercado laboral de los que cabría esperar. Ha acelerado la automatización debido a los confinamientos. Se han implementado nuevas tecnologías y eso ya no va a desaparecer a pesar de la vuelta a las oficinas de los trabajadores. El teletrabajo es la otra gran herencia de la pandemia. Las reuniones a distancia, clases, etcétera. Ahora tenemos la tecnología necesaria para hacerlo. El 20% del empleo será telemático. Además, trabajadores y empresas son más conscientes de los riesgos laborales. La salud en el trabajo ha cobrado mayor importancia. Y aquellos sectores con empleos poco saludables tendrán más dificultades a la hora de encontrar trabajadores. 

El Premio Nobel de 2010 durante la entrevista.

/ David Castro

P. ¿La automatización del empleo puede causar más desigualdades?

R. La automatización impulsa la desigualdad, aunque no más paro. Los gobiernos tienen que poner medidas para controlar la desigualdad. Esto lo hemos visto en Estados Unidos y, en menor medida, en Reino Unido. Son economías menos reguladas y en estas ha aumentado mucho la desigualdad entre los salarios altos y bajos. En Estados Unidos la desigualdad es inaceptable. Todas las ganancias que ha producido la tecnología en los últimos años han beneficiado especialmente al 5% de las rentas más altas. Las más bajas no se han beneficiado en absoluto. 

P. ¿Cuál es la receta para combatir la desigualdad?

R. La Unión Europea lo ha hecho mejor que Estados Unidos. Países como Suecia, Noruega o Dinamarca son un ejemplo a seguir. Hay que implementar un salario mínimo razonable y financiar buenos servicios sociales de calidad, especialmente para las rentas bajas. Eso sustituye su falta de recursos, pero hay que financiarlo de forma adecuada, el gobierno tiene que pagarlo. Ese dinero sale de los impuestos a las rentas más altas. Así se distribuye la riqueza desde aquellas personas con rentas más altas que se han beneficiado de la automatización y el avance de la tecnología.

"Es posible que vivamos una pequeña recesión el próximo año"


PREGUNTA. ¿Cree que habrá una recesión?


RESPUESTA. Nadie lo sabe con seguridad, el Banco Central Europeo prevé que se produzca una. Pero no será profunda. Será una pequeña recesión. 


P. Entonces, ¿no será tan grave como la última que hemos experimentado?


R. No, no. Durante la última crisis financiera se cometieron errores, pero, por suerte, hemos aprendido de ellos. 


P. ¿Considera que con la pandemia y la guerra en Ucrania las instituciones europeas lo han hecho mejor que durante la última gran crisis?


R. Creo que sí. Lo han hecho mejor. Todavía se necesita una mejor coordinación entre las políticas monetarias y fiscales, pero en la Unión Europea esto es difícil porque las políticas monetarias están en manos del BCE y las fiscales todavía están controladas por los países que conforman el club. Pero, a pesar de todo, se ha reaccionado mejor en este momento que durante la última recesión y en esa ocasión se hizo mejor que en la anterior. Cuando venga la próxima crisis seguramente lo haremos mejor que ahora. 


P. ¿Qué deberíamos hacer con las grandes deudas que se han generado a raíz de la pandemia?


R. ¡Pagarlas! De hecho, la inflación es buena para pagar la deuda y la reduce. Será más fácil ir amortizando lo que se debe. Pero hay que devolverla.

P. ¿Cree que los bancos centrales están actuando de forma adecuada al subir los tipos de interés?

R. Sí, es inevitable. Tienen que subir los tipos de interés y endurecer la política monetaria. A pesar de ello, no creo que la actual inflación se deba exclusivamente a factores monetarios, tiene que ver especialmente con el aumento de precios de comida y energía. Por ese motivo, los bancos centrales tienen que ser muy cuidadosos y no ser demasiado agresivos a la vez que tienen controlar que la subida de salarios no acabe desatando una espiral inflacionaria. No pueden parar la inflación con la política monetaria pero tienen que rebajar las expectativas de una subida salarial. Los sindicatos nunca lo reconocerán, pero el incremento de sueldo conforme a la escalada de costes que estamos viviendo en algo imposible. La energía ahora cuesta el doble y es imposible que los salarios se revaloricen igual que lo está haciendo el coste de la vida. Eso nos llevaría a una espiral de subida de precios sin final, a no ser que encontremos una fuente de energía alternativa. A los sindicatos esto no les gusta, pero no lo digo yo, lo sabe cualquier estudiante de primero de economía. Hay que tratar de bajar los precios, no subir los sueldos. 

P. ¿Qué disrupciones ha traído la guerra en Ucrania a la economía global?

R. Está teniendo consecuencias muy serias. La primera que podemos señalar es el incremento de precios de la energía y los alimentos. Pero considero que una de las mayores disrupciones que ha introducido el conflicto, que es más política que económica, es la división en bloques tras el aislamiento económico y político a Rusia. Esto está causando muchas dificultades en las cadenas de suministro. La posición ambigua de China respecto al conflicto tampoco ayuda, la gente ya no se fía igual de ir a este país a emprender negocios. Esta guerra ha traído consigo una especie de ‘desglobalización’. Es probable que Rusia y China estrechen lazos políticos. Lo más preocupante sería volver a una política de bloques, con Estados Unidos y sus aliados por un lado, y China y sus aliados en el otro. Eso es muy preocupante. Rusia podría haber elegido otro camino e integrarse más en la economía occidental, en los 90 parecía que eso iba a ser así, pero eso ha cambiado ahora. Esta tendencia es mucho más peligrosa que el incremento de los precios de la energía.

P. ¿Estamos regresando a una especie de Guerra Fría?

R. No, no. No estamos en ese escenario, eso ya pasó. El papel de China es ahora mucho más relevante de lo que fue en la Guerra Fría. Los países occidentales hemos invertido tanto en China que ahora tenemos dependencia de su economía, con Rusia no había este problema y por eso se han podido llevar a cabo sanciones económicas. El papel de China en el comercio internacional es mucho más importante y una ruptura de relaciones con ellos sería muy preocupante, esperemos que todo siga como en los últimos 40 años.

P. ¿Cree que es efectivo limitar los precios de la energía, como se ha hecho en España?

R. Eso es algo muy complicado de hacer, alguien tiene que acabar pagando los costes reales de lo que cuesta la energía, que está disparada. Si, por ejemplo, suministrar energía cuesta cien euros y el gobierno dice que las empresas no pueden cobrar más de 80 euros por ella, ¿quién pone la diferencia? Alguien tiene que pagarlo. Este tipo de medidas acaba subvencionando a los que más tienen, que son los que más energía utilizan. Es mejor que el precio de la energía se determine mediante el mercado y luego apoyar a las familias con rentas bajas para que puedan pagar sus facturas de electricidad, en vez de dar dinero a toda la población. 

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P. ¿Debemos limitar el uso de combustibles fósiles e incentivar el uso de energías renovables?

R. Sí, eso es buena idea. El uso de energías renovables es fundamental, ya hay compromisos para realizar una transición ecológica hacia fuentes de energía renovables y ojalá ese proceso se acelere. Con la guerra en Ucrania la Unión Europea se ha concienciado de la dependencia energética de Rusia y la importancia de las renovables. También deberíamos incentivar el transporte público, eléctrico a ser posible, y utilizar menos el coche privado.