ANÁLISIS

Una década para superar a nuestros vecinos

Las ‘startups’ españolas tienen aguante, fruto de capear dos grandes crisis económicas

Unos post-it en una mesa de oficina.

Unos post-it en una mesa de oficina. / PEXELS

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La madurez del ecosistema, la resistencia desplegada ante la pandemia y la consolidación social del emprendedor abren la puerta a un crecimiento sostenido en los próximos años. Los retos: la escalabilidad, la regulación y la igualdad.

La era de las startups, si podemos llamar así a la eclosión de la nueva economía con el cambio de siglo, comenzó en España bajo la sombra de dos crisis tremendas: la financiera de 2008 y la ocasionada por el coronavirus. De la primera, con su terrorífica factura de destrucción de empleo y de empresas, se salió con la consagración social de un nuevo tipo humano: el del emprendedor.

Un vistazo a Google Trends lo confirma: antes del estallido de la burbuja inmobiliaria, apenas se usaba ese término, pero después, al calor de las recuperaciones (primero, la frustrada, la de los brotes verdes; y luego la que se consolidó a partir de 2013) se observa cómo gana empuje, para acabar convirtiéndose en una palabra -y en una realidad- cotidiana.

La crisis del Covid-19 no se puede dar todavía por terminada, pero en el balance provisional que cabe hacer de su impacto llama la atención la resistencia del ecosistema startup. La nueva economía captó en rondas de financiación en 2020 más dinero que lo recaudado en 2019, a pesar de los confinamientos y las limitaciones a la actividad, según recoge un informe de Closa y Barcelona Tech City, y este 2021 va camino de romper todos los récords. Por otro lado, un análisis de casi mil startups ibéricas elaborado por CaixaBank atestigua que las empresas innovadoras pudieron mantener sus plantillas durante los peores momentos de 2020.

Un ecosistema que ha germinado y ha crecido en estas condiciones tan duras en la última década está listo para florecer en los años que vienen, al calor de una economía más amable y bajo los cuidados de una sociedad y una financiación más atentas; pero los retos son importantes y se pueden resumir en tres.

El reto de la escala

En un reciente informe de la consultora McKinsey sobre las mil startups más potentes de Europa, España aporta 30 nombres, lo que la sitúa séptima de la clasificación, en mitad del grupo que sigue a los países más potentes (que son el Reino Unido, Alemania y Francia). En su lista de las 200 startups más pujantes de 2021, la publicación del Financial Times especializada en emprendimiento, Sifted, incluye 17 españolas. Buenas posiciones, pero mejorables.

Los próximos años son decisivos para escapar del pelotón y ponerse en cabeza, alcanzando en el ámbito de startups la posición que corresponde a España por su tamaño y su potencia económica. La asignatura pendiente, como casi todo el sector reconoce: empresas que pasen de la etapa inicial -startup- a la de compañía consolidada y con volumen -scaleup-.

El reto de la regulación

Los tiempos en los que las startups irrumpían en el mercado “moviéndose rápido y rompiendo cosas”, como rezaba el antiguo lema del fundador de Facebook, se han terminado. Las administraciones ya no se dejan sorprender por la política de hechos consumados: recordemos la perplejidad y la parálisis regulatoria de nuestros ayuntamientos cuando, hace tan sólo unos años, se encontraban con sus ciudades inundadas de un día para otro con patinetes eléctricos.

Y la fraseología con la que las empresas disruptivas han tratado de explotar los agujeros de nuestra legislación laboral ya no convencen a nadie. Testimonio de ello es la reciente regulación de los repartidores a domicilio, la llamada ley rider, que se apoya en numerosas sentencias que califican como abuso el uso que las plataformas digitales estaban haciendo de la figura del autónomo para evitarse los costes de tener a sus trabajadores en plantilla como asalariados. Las autoridades están ya ojo avizor, las legislaciones se están revisando y la primitiva audacia de los emprendedores va a tener que dar paso a la diplomacia y a la negociación.

El reto de la igualdad

Una asignatura pendiente en el emprendimiento a escala global, y también en España. El reciente mapa del emprendimiento presentado por South Summit, una de las grandes citas anuales del ecosistema startup europeo y que se celebra en Madrid, muestra que solo el 20% de los fundadores o impulsores de los 1.800 proyectos participantes analizados en la edición de 2021 son mujeres.

Además, la edición española de este año del Global Entrepreneurship Monitor, la red mundial de académicos que analiza el fenómeno del emprendimiento desde hace más de dos décadas, señala que la pandemia ha frenado en seco la tendencia a la convergencia entre las iniciativas emprendedoras lideradas por hombres y las encabezadas por mujeres.

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Las startups españolas tienen aguante, fruto de capear dos grandes crisis; afrontan unos desafíos claros en el horizonte y su presencia y papel están plenamente normalizados en una sociedad que reconoce cada vez más su especificidad, dibujando una normativa que paulatinamente pone coto a los excesos y busca favorecer su desarrollo (algo que han intentado, con mayor o menor éxito, todos los gobiernos de los últimos años, desde las tarifas planas para autónomos durante lo más duro de la crisis financiera hasta iniciativas en elaboración, como la ley de startups).

El ecosistema español puede salvar en una década las brechas que le separan de las naciones más punteras del continente en materia de emprendimiento, y los fondos europeos pueden ser la espuela que permita llegar a esa meta, porque además alinean los recursos económicos con los objetivos que ha de plantearse toda empresa innovadora: transformación verde, digitalización, cohesión social e igualdad de género