ENTREVISTA

José Luis Correa, escritor: "Me interesa lo que hay alrededor del crimen"

El creador del detective Ricardo Blanco vive, como el tiempo que nos acoge, una época de melancolía que reluce en su última novela, 'Un arpegio de lluvia en el cristal', donde se trata la investigación de un asesinato de homosexuales en Las Palmas de Gran Canaria

José Luis Correa

José Luis Correa / EPE

Juan Cruz

Juan Cruz

José Luis Correa (Las Palmas, 1962), escritor de novela negra, es decir, escritor de novelas, vive, como el tiempo que nos acoge, una época de melancolía, y no renuncia a que esa sensación de devastación, tras una pandemia, un confinamiento y otros hechos que marcan a fuego la vida, surja en sus libros. La poesía, la literatura hispanoamericana, los maestros de la escritura –que, como él, practicó su amigo y maestro Alexis Ravelo– son la esencia de su búsqueda de ejemplos para contar la vida actual desde el prisma que le permite su pasión literaria, que arranca de la influencia de escritores como Juan Rulfo y Mario Vargas Llosa

En su último libro, Un arpegio de lluvia en el cristal (en la editorial Alba, como casi toda su obra), se trata la investigación de un asesinato de homosexuales en Las Palmas de Gran Canaria, y ahí esa melancolía a la que alude reluce desde el carácter de su detective privado habitual, Ricardo Blanco. Antes publicó muchas otras novelas, todas ellas en Alba, con el mismo detective al frente.

En los dos últimos años han aparecido dos con títulos especialmente poéticos, o melancólicos, Para morir en la orilla (2022) y La estación enjaulada (2023). Como en esta última, Un arpegio de lluvia en el cristal, el lenguaje acoge el deje de su tierra, y también su geografía y su raíz contemporánea, la melancolía, la extrañeza de este mundo que él describe como si estuviera tocando su corazón.

P. Para morir en la orilla es como una herida de lo que ocurre en Canarias, esas pateras viniendo frágiles a un territorio cercano, el alma en vilo de esos inmigrantes…

R. Lo escribí durante la pandemia. Una preocupación permanente. Después empezaron a venir las pateras. Llevaba dándole vueltas mucho tiempo. Uno escribe de las cosas que le afectan, le preocupan, le obsesionan. El de la emigración es de los asuntos que más me obsesionan… Cincuenta, sesenta, setenta mil emigrantes africanos todos los años. Algo insostenible. En Para morir en la orilla planteé, con mi estilo y con mis personajes, una historia a partir de un crimen. Ahí reflexioné sobre las mafias, la trata de personas, los que ganan dinero trayendo a la gente pobre.

P. La estación enjaulada parte también de un crimen, es "una trama enredada" que Ricardo Blanco va desvelando como todos los enigmas que se le proponen.

R. Lo escribí antes del confinamiento, lo acabé justamente el día en que nos confinaron. Ocurre en Melenara cuando el virus se aproxima. Y de lo que se trata es de desvelar el caso de una secta para hablar de las sectas en general y de las que hay en particular en Canarias.

P. ¿De dónde viene la figura de Ricardo Blanco?

R. Empezó como un divertimento y ya lleva conmigo, en mis libros, 25 años. Yo era un apasionado de la literatura negra norteamericana. De Raymond Chandler, sobre todo. De las películas que parten de sus libros: El halcón maltés, Tener o no tener… El detective era el personaje, pero no pensaba tenerlo conmigo toda la vida. Él tenía que resolver un crimen en La Isleta. A partir de ahí me ha resuelto casos en 14 novelas, fíjese si ha pasado tiempo. Podía haber sido un policía nacional o un guardia civil, pero yo elegí un detective. Me ha dado la oportunidad de tener un alter ego que me sirve para poner en su boca todo lo que se me ocurre. Y así fuimos sacando novelas con él, la editorial Alba me apoyó, confió mucho en mí y Ricardo Blanco ha envejecido conmigo. Le he contagiado todos mis achaques y me ha dado la oportunidad de contar todo lo que he querido contar en mis novelas. En ellas lo de menos es el muerto o la investigación. No me planteo un juego de lógica ni de pistas desperdigadas. Me interesa lo que hay alrededor del crimen. Y así van saliendo los temas: la secta religiosa, las mafias rusas, la corrupción en la Iglesia, la trata de personas, la corrupción política… Lo que importa, pues, es lo que está alrededor del crimen y la investigación.

"Siempre busqué una voz propia, sin matar al padre, pero propia. Me gusta cuando me reconocen por el estilo"

P. En el caso de esta última novela, Un arpegio de lluvia en el cristal, además tiene usted otro cómplice: un periodista cuyas iniciales son las suyas, J. L. C.

R. De vez en cuando hago cameos, como Alfred Hitchcock en sus películas. En todas las novelas de Ricardo Blanco siempre hay algún Correa, bueno o malo. Esta vez es un periodista que está siguiendo el caso de un asesinato de homosexuales en el barrio de La Naval, en Las Palmas. Surgen una ristra de interpretaciones sobre un crimen que tiene que ver con ese mundo y los periodistas empiezan a hacer conjeturas, a tirar de la madeja, hasta que viene el momento en que se descubre que el caso no tiene nada que ver con el mundo homosexual. La novela recoge el cambio que en el mundo actual se ha abierto paso en torno a la homosexualidad. Era algo que quería abordar, y aquí está.

P. Otros personajes, por decirlo así, le ayudan: el paisaje de su tierra, por ejemplo.  

R. Siempre he dicho que el arte tiene relación con el paisaje: la arquitectura, la pintura, la música, la literatura. Todo tiene que ver con el paisaje. Algo que distingue a mis novelas de otras es que el lugar está ahí, es Las Palmas, sobre todo donde ocurre la trama, y no es lo mismo que pase en una isla a que ocurra en un continente. El paisaje, naturalmente, toma partido. Pasa en las novelas de Andrea Camilleri y de Manuel Vázquez Montalbán, y pasa en las mías. Todas las novelas negras y criminales están relacionadas con el espacio, y en mi caso, obviamente, el sitio es Gran Canaria, y más concretamente Las Palmas. 

P. Y el clima, claro, además del clima de la literatura de la que usted proviene. ¿Qué literatura es esa?

R. La del descubrimiento de la literatura hispanoamericana, que es cuando me hago lector. Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique… Estábamos leyendo literatura española, europea, norteamericana, inglesa, y de pronto ingresa en nuestras vidas la literatura hispanoamericana, una forma diferente, pero muy cercana, de la escritura. Yo vengo de esa literatura, de ese estilo; luego me he ido abriendo a otras literaturas, a otros autores, como Guillermo Cabrera Infante. Autores en los que descubrimos una manera de contar que era diferente y a la vez cercana para aquellos que escribimos en Canarias. No voy ahora a discutir si existe o no una literatura canaria, pero sí debo decir que lo que escribimos está a medio camino de la influencia peninsular, la novela europea y lo que nos vino de América Latina.

P. Aquí, en esta novela, se refiere al estilo, precisamente, y ahí le surge el ejemplo de Juan Rulfo.

R. Es uno de esos autores que nos sorprendió, que nos enganchó por el estilo. En literatura, la diferencia está en el estilo, en el lenguaje, en la manera en que se cuenta una historia. Siempre busqué una voz propia, sin matar al padre, pero una voz propia. Me gusta cuando me reconocen por el estilo, porque en el fondo es lo que estoy buscando.

P. Esta novela aborda el mundo homosexual y eso le da pie a usted para referirse a las distintas maneras de ser educados que ha habido en su propio tiempo y en este de ahora.

R. Aquí aparece el padre frustrado por el resultado de la educación de su hijo, que es uno de los homosexuales asesinados. Él se plantea su relación con el hijo, ajena a lo que hoy sería políticamente correcto. A nosotros, dice él, nos educaron de otra manera. Ahí, en ese episodio, le hago un homenaje a mi padre… La generación a la que pertenezco reflexiona mucho sobre la educación que hemos tenido o aquella que hemos dado. Ahora hay otros modelos, y sobre ellos reflexiona Ricardo, el detective, que lógicamente recoge lo que yo mismo pienso.

P. Hay homenajes: a su editora catalana, a sus padres…

R. Hay muchos guiños. A la editora, a mis padres… Estos siempre aparecen en mis novelas. Pero todas las personas, todos los padres y madres de mis novelas, se llaman como ellos, Agustín y Maruca. Y en este caso hay, además, un homenaje a Alexis Ravelo.

P. Desde la dedicatoria está este gran escritor de novela negra, fallecido el año pasado.

R. Desde la dedicatoria: "A Alexis Ravelo, con quien tanto he leído…". Discutíamos mucho sobre nuestros personajes. Él decía que el mío era un señorito y que el suyo siempre sería el camarero. Así que le quité un poco de tecnicismos a Ricardo Blanco como homenaje a Eladio Monroy, su personaje. Siempre hacíamos esos guiños, y aquí están también.

"Los libros nacen de lo que estamos viviendo. Y los años vividos recientemente nos han dejado un poso de melancolía"

P. Tanto usted como él incluyen el lenguaje hablado en Canarias con profusión. 

R. Prácticamente empezamos juntos a escribir y a publicar. Los personajes que inventamos tienen que hablar como hablamos nosotros, los canarios. Así que hay una reocupación por que sea nuestro el idioma que utilizan, socarrones, con muchos dichos de las islas. Incluso cuando salen de aquí, de este territorio, los personajes siguen hablando como nosotros. El lenguaje oral es fundamental, nosotros escribimos como hablamos. Ahora hay escritores y escritoras más jóvenes que no tienen ningún pudor en utilizar el lenguaje de las islas, y ese camino lo abrió, por ejemplo, Alexis.

P. Ahí está el caso de Andrea Abreu, la joven autora de Panza de burro, que rompió por completo el sigilo que el canario guardaba a la hora de usar su lenguaje.

R. Eso me encanta, que no haya ningún rubor en ese uso del lenguaje. No hay ningún problema en que los personajes hablen como hablamos nosotros. Durante mucho tiempo se intentó buscar un lenguaje más neutro. Ahora eso ya no sucede. Muchos escritores hacen que sus novelas transcurran en las islas, así que es lógico que, si tus novelas pasan aquí, tus personajes hablen como hablamos aquí. Así que ese lenguaje vivo, ese lenguaje oral, está cada vez más claro en la literatura que hacemos.

P. En esta última novela se aborda el asesinato de dos homosexuales. En este tiempo es, digamos, una noticia rara, pues la persecución parece haber periclitado.

R. La persecución ahora no es tanta como la que fue… Pero existe, se refleja cuando Ricardo Blanco se pone a investigar el contorno de ese asesinato doble. Los que hablan del tema y son homosexuales se expresan con un lenguaje propio, que no es el de la gente que no es homosexual. Mientras que los homosexuales se refieren a sí mismos con mucha más libertad, sin acudir, naturalmente, al lenguaje políticamente correcto. La novela refleja un mundo, ese mundo de los homosexuales, y el mundo de los que están fuera de él, aunque estén relacionados, por parentesco, por lo que sea, con ese universo. Todavía no asumimos que ahora aquel mundo es otro y está aquí. 

P. El último capítulo se titula como un poema de Rubén Darío, Los motivos del lobo.

R. Hay muchos homenajes privados de carácter literario. Pero también de carácter musical, cinematográfico, el arte que me gusta. Desde el principio y hasta el final del libro, ahí están todos esos homenajes: a la literatura que quiero, a la música que he escuchado, al cine que he visto.

P. Junto a la dedicatoria a Alexis Ravelo, cita unos versos de José Hierro: "Para qué queremos música/ si no hay nada que cantar".

R. Exactamente.

P. Pero hay que cantar.

R. Claro, claro. Como el título de este libro, y el de otras novelas recientes, aquí hay un tono otoñal y melancólico. Son novelas escritas durante el confinamiento o después del confinamiento. Unos chicos de La Palma me preguntaban el otro día sobre qué deberían escribir. "¡¿Y me lo preguntan ustedes –les dije– que acaban de pasar una pandemia, un confinamiento, un incendio, un volcán?!". Los libros nacen de lo que estamos viviendo. Y los años vividos recientemente nos han dejado un poso de melancolía. Eso no lo puedo evitar en mis libros, que son cada vez más reflexivos… Los lectores de novela negra esperan, generalmente, novelas trepidantes, novelas llenas de acción, pero este es un momento de mucha reflexión. Y este tiempo que está pasando, y no solo para el autor, para todo el mundo, ha sido muy duro, muy desconcertante. Todo eso tiene que estar en las novelas. Y a mí todavía no se me quita ese tufo melancólico.

'Un arpegio de lluvia en el cristal'

José Luis Correa

Alba Editorial 

224 páginas

18,50 euros