CRÍTICA
'Cuando el viento sopla', de Raymond Briggs: alegato antibélico
Una edición especial celebra el 40 aniversario de esta obra cumbre de la historia del cómic
Álvaro Pons
Es probable que el nombre de Raymond Briggs no les suene mucho ya. Pero si peina ya algunas canas recordará libros que hace ya más de cuatro décadas eran comunes y casi obligatorios en las estanterías infantiles, como El mundo oculto de los cavernosos, El muñeco de nieve o Papá Noel. Y quizás recuerden, también, que por esas fechas apareció un tebeo que compartía el amable y tierno dibujo del autor, protagonizado por dos abuelitos encantadores, Jim y Hilda, pero cuya lectura nos helaba las venas.
En pleno momento álgido de la Guerra Fría, Cuando el viento sopla contaba el devastador resultado de un ataque nuclear sobre la pareja protagonista sin tener que acudir a los efectos especiales que nos habían impresionado en la muy famosa entonces El día después. Ni tan siquiera necesitaba que viéramos el impactante hongo atómico, la destrucción y muerte por doquier para que su mensaje se quedara grabado en nuestras retinas.
Briggs solo necesitaba contar cómo viven las consecuencias estos dos jubilados, que ingenuamente siguen al pie de la letra los consejos de los folletos gubernamentales. Sin salir de su casa, Jim y Hilda nos van contando el terrible resultado de la explosión: la destrucción inicial del estallido que desespera a la pobre Hilda porque ve su casa desordenada y sucia da paso al silencio, a la constatación de las terribles realidades que ocurren fuera de la casa y que Jim siempre intenta explicar con una lógica tan optimista e incansable como amable.
La crueldad de la guerra
La verdad se va colando por las desvencijadas ventanas acompañando a la mortal e invisible radiación que va minando poco a poco la salud de la pareja mientras el lector siente cómo poco a poco un escalofrío le va invadiendo. Somos conscientes de lo que les está pasando, sabemos perfectamente que lo que tienen no es simplemente agotamiento nervioso, como afirma Jim mientras intenta aportar tranquilidad desde esas explicaciones que buscan traer lógica al delirio del absurdo de la guerra, mientras intenta devolver la perdida normalidad a sus vidas.
Estamos ante uno de los alegatos más potentes que se pueden leer contra la guerra
Briggs coloca ante la crueldad de la guerra la bondad de la ingenuidad inocente, creando un relato que se convierte pronto en uno de los alegatos más potentes que se pueden leer contra la guerra, contra las muertes que solo sufre la gente de a pie y no quien aprieta el botón del horror. A medida que avanzamos, cada página de Cuando el viento sopla cuesta más de pasar, un estremecimiento nos invade, a sabiendas de que no hay escape ante la locura nuclear.
Queremos gritarles qué hacer, queremos ayudarles…Pero nos damos cuenta de que ese día no habrá solución posible. Que quizás la única opción es afrontar el dolor con esa mirada limpia de odio de Jim y Hilda mientras las preguntas crecen entre nuestros pensamientos: ¿por qué? ¿Para qué?
Y terminamos de leer y nos damos cuenta de que, quizás, la obra vuelve a las librerías (en una cuidada y exquisita edición de Blackie Books, que conserva la traducción original de Rosa Montero) en un momento donde su mensaje es más necesario que nunca. Mientras vemos cómo nuestra reacción ante las imágenes del espanto de la guerra que vomita la televisión es cada vez más inerte, casi inmunizados ante una desgracia que consideramos lejana y ajena, Cuando el viento sopla nos recuerda que no hay guerra justa, que no hay muerte que pueda ser explicada, que el dolor de los inocentes nunca podrá ser calmado con más dolor. Que si los que aprietan los botones y dan los órdenes hubieran leído la historia de Jim y Hilda, este mundo, quién sabe, podría ser un poco mejor.
'Cuando el viento sopla'
Raymond Briggs
Blackie Books
Traducción de Rosa Montero
80 páginas
21 euros
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