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Desconectar para estar conectado

Lleven libros a las consultas de sus médicos, de ese modo el aislamiento será intencionado, culto y entretenido, no ante una pantalla sin vida

Varias personas esperan a ser atendidas en un centro de salud de Barcelona

Varias personas esperan a ser atendidas en un centro de salud de Barcelona / Ricard Cugat

Hace unas semanas, la escritora Olga Merino me escribió un WhatsApp en el que me decía, entre otras cosas, lo siguiente: "Para hablar por teléfono, tenemos que fijar una hora. Dentro de la casa no hay cobertura. Tengo que ir a un punto concreto a unos 300 metros. Ya me dirás". En mi cabeza explotó un "corto y cierro". Me pareció delicioso. Sugerente. Muy literario.

Paso por una crisis con las comunicaciones rápidas. Caminamos por una inmediatez que es engañosa. Falsa. No estamos intercomunicados. Todo lo contrario. La evidencia es la sala de espera en la consulta de un médico o ante cualquier burocracia administrativa.

Te sientas junto a un montón de personas que en realidad no están presentes. Todos se encuentran zambullidos en sus móviles. Así se reúnen en una sala 20 personas y no se ven, no se miran. De hecho, si prefieres observar y no navegar por tu móvil, te conviertes en un agresor del espacio visual.

Jamás hemos estado tan solos, jamás hemos rechazado de entrada tanta compañía, y de ahí muchos de los problemas en las conductas diarias. Es cierto que la literatura es un acto solitario, pero al menos no es falso. Es sincero. La relación con los personajes y sus tramas es una decisión personal y no de absorción frente a una pantalla digital pensando que los wp nos acercan a otros.

Merino se encontraba en la Residencia Literaria Finestres, situada cerca de Cala Sanià, junto a Palamós, en la Costa Brava, justo donde Truman Capote acabó su famosísimo A sangre fría, que supuso la llegada literaria del denominado Nuevo Periodismo.

A Merino la llevó hasta allí su próxima obra y fue un acto buscado. No se trató de una lógica cotidiana, que es lo que ocurre en las salas de espera. Solución: lleven libros a las consultas de sus médicos. Así, el aislamiento será intencionado, culto y entretenido. No ante una pantalla sin vida.