Opinión | MIRADAS

¿Anteojos obsoletos y desenfocados?

Una reflexión sobre la jubilación en el sector editorial a los 65 años

Una enciclopedia abandonada junto a un contenedor de basura

Una enciclopedia abandonada junto a un contenedor de basura / EPE

Hace ya bastante tiempo que tengo ganas de abordar públicamente y con amplitud de miras el tema de la jubilación obligatoria a los 65 años, que es ley en los grupos editoriales. Puedes haber realizado un trabajo mediocre, de primer nivel, maravilloso, productivo, no importa. A los 65 años te desvinculan de la editorial. Tampoco puedes acceder a ningún puesto de trabajo si tienes esa terrible edad. Y, sinceramente, me cabrea. ¡Porque no estamos en el siglo XIX ni en el XX! Porque tener 65 años no indica nada que pueda influir en la productividad de tu trabajo. Es una falacia ya obsoleta que las nuevas ideas vengan solo de gente joven. Las buenas y nuevas ideas vienen de la gente que las tiene. Y no tienen edad.

Joan Subirats, nuestro ministro de Universidades, afirma: "¿Podemos seguir pensando y viviendo la vejez como lo hacíamos a finales del siglo XX? ¿No corremos el peligro de mirar lo que ocurre a nuestro alrededor con unos anteojos obsoletos y desenfocados?". En esto estoy muy de acuerdo con Manel Domínguez (Barcelona, 1951), al que debo la lectura de su muy recomendable libro Sénior. La vida que no cesa, publicado, ¡lástima!, no por un grupo editorial, sino por la pequeña editorial Diéresis de Barcelona, cuyo brillante enfoque ha sido el empujón definitivo para escribir esta nota. Coincide con mi mirada.

Recuerdo bien que cuando comencé a trabajar en este sector la figura del aprendiz era básica, y lo era por los dos lados: te ibas formando y de quien aprendías se desprendía de una carga de trabajo para centrarse en los temas más importantes, que implicaban más experiencia y responsabilidad. Así aprendí este oficio. Desde hace ya más de 20 años esta figura no existe, existe el becario para trabajos mecánicos, y no es lo mismo trabajar pensando y mecánicamente cuando es necesario que solo mecánicamente.

Así me quedó gravada y sigue perfectamente, no en la nube, sino en mi cabeza, una multitud de libros, autores, títulos… y de ahí pasé a su lectura. Y de su lectura combinada con el trabajo cotidiano en la editorial, "el trabajo" resultó ser una vocación, porque trabajaba por dinero. No por afición.

Y paso a paso, empezando por la entrada de manuscritos, la ficha, los datos del autor, etcétera, llegué a cerrar el círculo con la publicación de esos libros que yo sentía que había algo de mí en ellos. Muy poco, obviamente, pero algo…

Y hoy me pregunto: ¿por qué en las grandes editoriales -obviamente, en todas las grandes multinacionales también- se desperdicia talento, memoria, experiencia? ¿Por qué no son más flexibles y, en función de las necesidades, jubilan o no, contratan o no? No en función de una ley que se sacó de la manga Bill Gates hace ya décadas. 

Jubilación adoptiva

La jubilación, tal como la veo yo, debería ser optativa a los 65 años, consensuada a poder ser. ¿Por qué los CEO no conversan más con las personas que tienen a su cargo y no lo dejan todo en manos del departamento de recursos humanos? ¿Creen que a ellos no les llegarán los 65? Están muy equivocados. 

El hecho de haber trabajado-leído más tiempo amplia el capital, ecléctico, de lecturas-experiencia. Y si algo estamos aprendiendo en estos tiempos convulsos es que no podemos permitirnos el lujo de no tener en cuenta la experiencia.

Creo sinceramente que la flexibilidad, no únicamente pero sí fundamentalmente, en los lugares donde la creatividad es un activo lo convertiría en un activo doble. No estoy en contra de quien a los 65 años quiera jubilarse, de ninguna manera. Sería cometer el mismo error. Pero lo obligatorio dejémoslo en el pasado. 

Solo añadir un dato muy revelador: en 2050 las personas mayores de 65 años serán el 21% de la humanidad.

Creo que el futuro de los séniores acaba de empezar, y que ese futuro será flexible o no será.