ENTREVISTA

Soledad Puértolas: "En la vida percibo un vacío inmenso, un extrañamiento"

En su último libro de cuentos, 'Cuarteto', la escritora y académica de la RAE parece haber tocado a la puerta del acierto

La escritora y académica Soledad Puértolas, fotografiada en su casa

La escritora y académica Soledad Puértolas, fotografiada en su casa / Alba Vigaray

Juan Cruz

Juan Cruz

Hay en esta mujer, Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947), el sosiego que viene de su literatura, y que va a ella, como una bondad radical que aplica a los demás y también a los personajes que cuida, en sus textos, como oro en paño. No es raro ese sosiego, que se transparenta también en su casa, un viejo caserón lleno de plantas y de sonidos de pájaros o de animales domésticos a los que trata como si fueran vecinos que un día decidieron quedarse aquí a dormir y a acompañarla.

Lo que escribe, pues, se parece a ella, una mujer sin ruidos; ha ganado premios, es académica, ha vivido aquí y en el extranjero, ha criado hijos que parecen también personajes sosegados de su entorno, y es muy difícil verla sacando pecho de sus logros y, mucho menos, de sus logros literarios. Esta vez fuimos a verle a esa casa que parece un lugar sin aspavientos, como hecho para ella, para acompañar su escritura, porque acababa de publicar un libro de cuentos (Cuarteto, Anagrama, como casi todos sus libros) en el que, desde el primero al último, parece haber tocado a la puerta del acierto, en el ritmo, en el contenido, incluso en la necesidad de explicar qué es, en la literatura y en la vida, el hórror vacui, asunto de uno de esos relatos.

De ella son legendarios algunos libros, entre muchos otros, como El bandido doblemente armado, Burdeos o Todos mienten, a los que la historia de sus logros demanda añadir Una enfermedad moral o los autobiográficos Recuerdos de otra persona y Con mi madre. Hablar con ella es como haber encendido la luz en un mundo que estuviera apagado.

P. ¿De qué va este libro, Cuarteto?

R. De amor. O de los momentos de amor que le dan sentido a la vida. Porque cuando nos enamoramos quedamos abducidos de una manera fantástica.

P. Pero también hay hórror vacui.

R. Es verdad. Porque todo lo que hacemos es para huir de ese vacío que percibimos nada más salir al mundo. O por lo menos yo lo veo así. El hórror vacui es lo que nos hace hacer, pensar y construir mundos, pensamientos y hechos. Esa ha sido una clave en mi vida.

P. ¿Y por qué ha sido clave?

R. Porque he sido muy consciente de ello. Tal vez también porque soy escritora y los escritores le damos muchas vueltas a las cosas. Por eso me pregunto qué condena tengo (ríe). En la vida percibo un vacío inmenso, un extrañamiento, algo que pesa pero que, a la larga, me di cuenta de que me podía servir para hacer algo.

P. ¿Ha vencido ese hórror vacui?

R. Yo creo que no se puede vencer. Lo puedes sobrellevar. Puedes convivir con él. Así sucede en uno de mis relatos, por ejemplo. 

P. Y en la vida. Porque el hórror vacui es el horror contemporáneo, ¿no? 

R. ¿Lo dice por el último relato? Quizá sea el más desolador. Los dos primeros relatos no tienen agarraderas tan claras. El primero, sobre todo, parte de una leyenda y luego llegamos al hórror vacui.

P. En la vida cotidiana de hoy, ¿qué le produce hórror vacui?

R. Pues… vivimos en el desconcierto total. Hay mucho escepticismo con las ideologías, desconfiamos muchísimo de todo, somos muy individualistas y estamos muy desvalidos. El sentido de comunidad parece bastante desvanecido. 

"Vivimos en el desconcierto total. El sentido de comunidad parece bastante desvanecido"

P. En estos cuentos da la sensación de que le agradecía a la literatura que viniera en su auxilio.

R. Absolutamente. Pero fue algo placentero, eh. Con todos los escollos que tiene la escritura, hay muchos descubrimientos. 

P. Es que tampoco hay que poner tanto ruido en los libros, ¿no?

R. Yo creo que no hay que poner tanto ruido en los libros. Efectivamente. 

P. Y esa ha sido su manera de ser también.

R. Pue sí. Me ayuda la vida que me he ido organizando. Me he ido haciendo una vida pues… muy propia, digamos, sin ruido exterior. Porque el ruido exterior no me aporta nada y me desanima.

P. La princesa de uno de sus cuentos esta triste y parece que no le va tan mal así.

R. Claro. Ella está instalada en la tristeza porque es una persona que no encaja en su mundo. Se espera que sea de determinada manera, pero ella no quiere. No quiere que la clasifiquen de una manera o de otra y se las arregla para ir a su propio aire. 

P. En el cuento que se desarrolla en el Café Palermo parece que todo está expectante y…

R. Sí, sí: expectante. Claro, porque un padre manda a su hija a España para que no tenga la misma vida que él. Me parece que la manda a España, ¿no? Sí, porque parece que había una Guerra Civil, ¿no? (ríe). Parece. Pero, bueno: es la sensación de tener que convivir con el pasado. A ella le horrorizaba que se cayeran los balcones del Café Palermo. O sea: ella siempre está amenazada por la fragilidad y está expectante por lo que pueda pasar. Pero es una mujer muy expectante. 

P. Es una historia que va despacio pero que tiene siempre un drama latente, ¿no?

R. Sí. Siempre hay un drama. Pero, mire: muchas veces los dramas te hacen avanzar. Una vida sin dramas es una vida no vivida, ¿no? Y los dramas hacen que la vida nos interese.

"Muchas veces los dramas te hacen avanzar. Una vida sin dramas es una vida no vivida, ¿no? Y los dramas hacen que la vida nos interese"

P. En el último cuento también hay un drama cuando Fredy va a descubrir el hielo, como en Cien años de soledad

R. Sí, sí. ¡Mire qué influencias tengo! (ríe). Es que su mujer le deja en herencia el comunicarle que su vida es más misteriosa de lo que él pensaba. Y él hace bien yendo al hielo. 

P. ¿Usted escribe con el universo de los personajes bien delineado o va dejando que las cosas fluyan? 

R. Tengo una idea inicial, pero no sé cómo va a acabar una historia. Por ejemplo, en el caso de la maestra, yo no sabía si se iba a ver o no al final con Aldo. Tampoco sabía si él o ella iban a morir, no. Sé que llegaré a un final interesante, pero al principio no sé cuál es.

P. En todos estos relatos hay enamoramientos que casi nunca se consuman. 

R. Sí. Hay estados de ánimo, subjetivos, y no hechos. Los hechos, en realidad, se desvanecen. Los estados de ánimo prevalecen. 

P. También está aquí la parsimonia. 

R. Es que la lentitud para mí es importantísima. Es que con la rapidez a veces te quemas y no solucionas nada. De hecho, este es un libro escrito despacio. No escribía más de una página al día. Pero tenía que ir así, sin precipitarme. Porque sabía que así llegaría a un buen final. 

P. ¿Es una rebelión contra la rapidez de la escritura contemporánea? 

R. Sí, pero supongo que eso nos pasa a muchos escritores. De manera consciente o inconsciente, pero casi todos escribimos con lentitud.

P. ¿Cómo encuentra el ritmo de la escritura?

R. Sabiendo ver al personaje. Yendo despacio. Observo muy cerca y de manera muy lenta al personaje, para ver cómo se va formando. Y para eso hay que estar muy atento. Por fortuna tengo capacidad de concentración y paciencia. Me quedo mucho en una escena antes de pasar a otra y veo una y otra vez al personaje.

P. El último relato me acongojó, como si hablara usted de los propios peligros que padecemos sus lectores. ¿Quería transmitir eso al lector?

R. Pues… no lo sé. Lo que yo veo es que él está fascinado, es humilde, se deja llevar, avanza en medio de un frío extremo, pero… no veo ese cuento como angustioso. No sé por qué se acongojó.

"Muchos escritores nos hemos revelado contra la rapidez de la escritura contemporánea, casi todos escribimos con lentitud"

P. Porque hace mucho hincapié en lo que cuesta llegar a un sitio. 

R. Pues será porque a mí me cuesta mucho viajar. Todos los trayectos me parecen que son como ir al país del hielo. Si yo tengo que ir a Bilbao… ¡ay!: eso ya me parece que es como ir al país del hielo. Me agobia. Todo me parece lejos. Y… quizá he trasladado eso, sin premeditación, al cuento. Tal vez. 

P. Además, ahí hay médicos que saben con qué se muere uno y lo expresan con mucha naturalidad y van de un muerto a otro.

R. Sí, sí. También. Es que eso es la vida real. 

P. Uno de los médicos le dice al otro: "Este era un generalista nato".

R. Es verdad. Y creo que esa frase hace simpático a ese médico. 

P. De todos estos personajes solitarios que ha construido, ¿cuál es el más cercano a usted?

R. Fredy. Me siento muy cercana a él. Es que yo me identifico más con los personajes masculinos que con los femeninos. También Aldo me hace gracia, fíjese. A las mujeres las miro más como algo que no soy y en cierto modo me gustaría ser.

P. ¿Cuál le costó más escribir? 

R. El de Palermo. Ese fue el que rehíce más, porque no acababa de ver qué final debía tener. Lo dejé un tiempo, luego volví a él y descubrí que me faltaba agregarle el personaje del Duque. El Duque es el que viene a ligar la vida de la protagonista con la realidad. Fue providencial para mí ese personaje. Me ayudó a resolver todo y… ¡me vino solo!

"La tecnología se ha desarrollado muchísimo y nos ha ido llevando a la soledad"

P. Aquí, en este libro, hay dos islas.

R. Sí, sí. Tiene razón. Quizá sea como un símbolo de un mundo limitado. Por un lado, acogedor. Y por otro… como con miedo a lo que hay en el exterior. 

P. Todo el libro parece plagado por la soledad. La soledad va con todos los personajes.

R. Sí, sí. Son gente solitaria que, sin embargo, necesita a los demás. Y saben que necesitan a los demás porque son muy conscientes de la soledad. Pero ahora todos, reunidos en estas páginas, están acompañados. 

P. La soledad también forma parte del momento actual.

R. Sí, sí, totalmente. Estamos muy solos. Antes había quien se refugiaba en la religión, por ejemplo. Pero ahora parece que ya no. 

P. ¿A qué lo atribuye?

R. A que el ser humano tiene grandes problemas para relacionarse y vivir en convivencia. La tecnología se ha desarrollado muchísimo y nos ha ido llevando a la soledad. Con la tecnología podemos tener todo sin salir de casa. Y así nos hemos estado aislando. 

P. En su libro sobre el Quijote [Alma, nostalgia, armonía y otros relatos sobre las palabras, en colaboración con Elena Cianca] se ha fijado en una frase que parece describir la actualidad: "Todos peleamos y todos no nos entendemos".

R. Sí, sí. Es verdad. Don Quijote está en la venta y ve el jaleo y dice: «Todos peleamos y todos no nos entendemos». Lo dice con verdadera perplejidad. Lo bueno es que le hacen caso y se dejan de pelear. Es una frase que me impresiona por lo acertada que es.

P. En ese sentido, ¿qué es lo que más le preocupa de lo que pasa ahora?

R. La tecnología que nos aísla, repito. Porque eso nos está llevando a ser una sociedad fatal. Nos hace falta recuperar el humanismo y no dejarnos llevar por los fracasos de la historia, que son tremendos. Ya sabemos qué fue el nazismo, qué hizo la Unión Soviética… bueno: pues no repitamos eso. 

"Nos hace falta recuperar el humanismo y no dejarnos llevar por los fracasos de la historia, que son tremendos"

P. ¿Cómo describiría el mundo de hoy el Quijote?

R. Igual. Porque el Quijote todavía encaja hoy. Se lee igual hoy que en la época en la que se escribió y en otras tantas.

P. En este libro de cuentos también hay nostalgia y melancolía.

R. Sí. Este es un libro que nació hace diez años. Hice la última revisión durante el confinamiento y creo que fue cuando le di ese punto melancólico. Tal vez, no lo sé. La nostalgia y la melancolía que, en principio, pueden resultar negativas o representar un obstáculo en la vida, también reconfortan mucho al encontrarlos en otra persona. Cuando nos enteramos de que otros también están tristes, te encuentras con un espejo y eso te acompaña. 

P. ¿Hay algún libro que le gustaría leer o escribir que todavía no haya sido escrito? 

R. Claro. El que estoy haciendo ahora. Pero… como es el que estoy haciendo ahora, pues no quiero contarle mucho. A ver: he rescatado este libro de un manuscrito que empecé hace treinta años. Era sobre cómo se palpa la vida en un pueblo y hay un crimen y una herencia, pero pensé que la historia no tenía futuro y se quedó guardada en un ordenador. Este verano, viendo qué había en ese ordenador, me la volví a encontrar, la imprimí y la leí y dije: ¡esta es la novela que yo tengo que escribir ahora! Yo creo que hace 30 años no me atrevía. Simplemente no me atreví, pero ahora sí. Es un libro que se va a titular Herencias.

P. Es como si ahora usted hubiera heredado ese libro.

R. ¡Claro! Por eso, entre otras cosas, se va a llamar así.

'Cuarteto'

Soledad Puértolas

Anagrama

208 páginas

19,90 euros