ENTREVISTA

Ángel Viñas: "Los partidos de derecha son herederos soterrados del franquismo"

En su último libro, 'Oro, guerra y diplomacia', España es, una vez más, su objetivo y su Historia la obsesión que marca su vida

El historiador Ángel Viñas.

El historiador Ángel Viñas. / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

Historiador, economista, diplomático, intelectual acostumbrado a convertir en actualidad papeles del pasado, Ángel Viñas (Madrid, 1942) publicó en enero un nuevo libro, Oro, guerra y diplomacia. La República española y la URSS en los tiempos de Stalin, que se unió a otras interpretaciones de lo que va sabiendo. Es autor, entre otros, de El oro español en la guerra civil, Los pactos secretos de Franco con los Estados Unidos, Franco, Hitler y el estallido de la Guerra Civil, La soledad de la República: el abandono de las democracias y el viraje hacia la Unión Soviética o El gran error de la República… Uno a uno, son los libros de un ciudadano que se interroga por el pasado para tratar de decir algo que valga la pena sobre el presente por el que tantas veces le preguntamos los periodistas.

Como historiador que basa en documentos su interpretación de lo sucedido, acerca de un país que ama como ciudadano y que ha examinado una por una las heridas que aún nos hacen hoscos y enfrentados. Es como si aquella Guerra Civil de la que él tanto sabe siguiera entre nosotros por otros medios, con otras formulaciones, pero con el mismo malestar subyacente.

De eso, de ese malestar, hablamos con él un reciente mediodía de domingo. Lo hicimos por Zoom, y él apareció en la pantalla con su corbata de pajarita, vestido como para ir a un congreso, aunque desde que empezó la pandemia se viste así también para andar por casa, donde le ha dado las últimas revisiones a su último libro, en el que, una vez más, España es su objetivo y su Historia la obsesión que marca su vida. 

P. ¿Cómo ve a su país ahora? ¿Hacia dónde vamos?

R. Bueno, una cosa es ser historiador, y ocuparse del pasado, y otra cosa es predecir el futuro. A eso no me atrevo, porque el futuro por definición es impredecible. Se pueden hacer proyecciones, tal vez. En el 2010, por ejemplo, había una crisis financiera en pleno auge y, años después, la Unión Europea, pero también otros países, dijo que las decisiones que había tomado entonces habían ido erróneas. Claro, lo dijo con la boca pequeña, pero bueno… parece que, de momento, no han vuelto a cometer los mismos errores. En España la situación política se deterioró en la década pasada y, recientemente, con el Gobierno de coalición, hay controversias y berrinches que… en fin. Yo lo que quiero señalar es que el historiador está más cualificado para hablar del pasado que para predecir el futuro.

P. ¿Y del presente qué diría?

R. Pues que el presente es complejo, tanto nacional como internacional. Los dos están interrelacionados porque, claro, España no es una isla. A nivel político, social, ideológico, cultural… España no es una isla. A lo mejor estamos viviendo el final de una época mala y los inicios de una época peor. Lo digo por si Trump vuelve al poder, que es algo que puede suceder, eh. Lo que señalo como punto positivo es que España ha dejado de ser una excepción en la Europa comunitaria. Tenemos problemas y rencillas ideológicas muy parecidas a la Europa occidental comunitaria. Y eso, en mi opinión, es positivo. Porque España estaba bastante aislada. Es consecuencia también del avance tecnológico. Ahora mismo usted y yo estamos lejos, pero estamos viéndonos y hablando a través de Zoom. Yo llevo prácticamente dos años sin salir de casa y he podido seguir trabajando gracias a las comunicaciones actuales. Doy clases y conferencias a través de Zoom. En fin. En estos 10 últimos años he continuado en la profundización de la Guerra Civil española y… por eso estoy pensando más en los años 30 del siglo pasado que en los años actuales (ríe). En enero salió mi nuevo libro. Me he tirado dos años metido en el periodo 36-38 del siglo pasado.

P. ¿Qué ha averiguado sobre esos años acerca de lo que nos pasa ahora?

R. La lección que yo saco es que hemos estado demasiado tiempo aislados. Desde el año 36 hasta el año 75, años de la Guerra Civil y de la dictadura, hemos estado muy aislados. La interacción a todos los niveles estaba detenida en esa época larga. O, por lo menos, no era como la de muchos otros países. En lo cultural, en lo mercantil…, la sociedad española estaba poco internacionalizada. Y ahora… Mire: yo soy un historiador de archivo. A mí pregúnteme por el pasado, no por el presente ni por el futuro. Yo me guío por lo que veo en los archivos. Así capto el espíritu de los tiempos pasados.

"A lo mejor estamos viviendo el final de una época mala y los inicios de una época peor"

P. Pero eso nos puede ayudar a interpretar el presente, ¿no?

R. Eso es como preguntarse para qué sirve la historia. La historia no se repite exactamente igual. Nos enseña, eso sí. Es decir: tú no puedes prescindir de la historia para comprender el presente. Somos hijos de una época. Pero no hay historia definitiva. Por eso hay que expresarse cautelosamente.

P. Hoy estamos en una época en la que parece que lo que había sido purgado ha vuelto.

R. Durante los años 70, cuando muere Franco y se hace la Transición, nosotros conocíamos poco del pasado. O lo que se conocía eran algunos brochazos. Bueno, gracias a gente como Paul Preston o Hugh Thomas teníamos algo más de precisión. Después, a partir de los 80, se han ido abriendo archivos y, por tanto, nuevas formas de entender el pasado. Y, a partir del inicio del presente siglo, se ha empezado a revisar el pasado oscuro. Me refiero a las fosas comunes, por ejemplo. Y para mí esto sí que marca un antes y un después. En mi generación se hablaba todo el tiempo de las víctimas del bando de los nacionales: "Ay, los rojos, miren lo que hicieron". Pero de las víctimas de los franquistas no se hablaba, claro. No se les veía. Paco Espinoza y Paco Moreno Gómez, que son de mi generación, fueron los que empezaron a ocuparse de ellas. Pero les fue muy difícil, porque no se conocían muchas cosas. A finales de los 90 las cosas empezaron a cambiar para los historiadores. En otros países, como Francia o Bélgica o Alemania, ya habían investigado más sobre sus muertos de la primera y de la segunda guerra. En España eso no se hacía. Las víctimas de las armas aquí no se veían y parecía impensable que un día nos ocupáramos de ellas. Hay un libro, Operación impensable (Jonathan Walker), que para mí es fundamental para conocer este periodo y, sin embargo, no ha tenido mucho éxito entre nosotros. Una pena, porque te da una idea del mundo que se ha vivido fuera de España: infinitamente más rico y más complejo que lo que vivíamos nosotros bajo un régimen medio fascista, medio clerical, medio militar, aislado… Es decir, yo tengo una visión de la Guerra Civil y de la dictadura derivada de mi estudio de varios archivos, y considero que España no participaba de la civilización europea. Por eso digo que España no tiene la misma experiencia que la Europa Occidental. Ellos también tienen sus propios traumas, eh. Pero probablemente los llevan mejor que nosotros los españoles.

P. Ahora la Ley de la Memoria Democrática se ha aplicado en Sevilla, con la exhumación de Queipo de Llano. Pero Feijóo dijo que era mejor ocuparse de los vivos que de los muertos. ¿Qué le pareció a usted esa afirmación?

R. Lamentable, pero no sorprendente. Porque una de las características de la derecha española es que es incapaz de enfrentarse con su propio pasado. Porque no puede abordar los grandes problemas de la historia española del siglo XX, principalmente la Guerra Civil, sin desprenderse completamente de su antecedente inmediato: el franquismo. Así que no le pida peras al olmo. Tendrá que pasar otra generación, o dos, antes de que la derecha española reconozca ciertos aspectos de la historia. Hoy la derecha española no tiene grandes problemas con la guerra de independencia contra los franceses o con la guerra de Cuba. Pero con la Guerra Civil tiene todos los problemas que pueda imaginarse. Hay que darles tiempo, no hay más remedio.

"Reconsiderar la Transición es una cosa lógica, porque todas las generaciones revisan su pasado"

P. ¿Y cómo ve usted la irrupción en gobiernos de la izquierda a la izquierda del PSOE?

R. Pues… mire: yo soy uno de los que vivió la Transición, que para mí fue una liberación. Porque durante mucho tiempo España fue capaz de asumir las libertades políticas y económicas de la Europa Occidental. Pero la Transición desmanteló las estructuras del franquismo y estableció un régimen de libertades homologable a Europa Occidental. Por eso pudimos ingresar a la entonces Comunidad Europea. Y luego en la OTAN. Eso, por no hablar de lo cultural, que fue algo extraordinario. Lo que no pudo hacer la Transición fue resolver los problemas de la historia de España. Pero se empezaron a abrir archivos y eso fue un paso importante. ¿La Transición pudo haber hecho más en cuanto a la educación histórica de los españoles? La respuesta es sí. Pero ni se lo plantearon los políticos de la época y tampoco lo planteamos los historiadores. Porque no había distancia y porque los historiadores queríamos los archivos. Reconsiderar la Transición es una cosa lógica, porque todas las generaciones revisan su pasado. Por eso los políticos de hoy miran a la Transición de una manera diferente a quienes la hicieron. Y las dos formas de mirarla son correctas. Pero la última palabra sobre la Transición la tendrán las futuras generaciones. Hace falta que pase más tiempo para decir lo definitivo. O lo más cercano a lo definitivo.

P. Pero Podemos ha dicho que la Transición fue un pacto de derechas para prolongar algunos aspectos del franquismo.

R. Eso es una bobada. No tiene ningún fundamento. Naturalmente que hubo pactos, explícitos y tácitos, pero es que en ese momento era lo que podía hacerse. El esfuerzo se centró en hacer un régimen democrático homologable a los países de nuestro entorno. Eso fue lo que se hizo. Es verdad que el franquismo no murió en el 75 o en el 77, ahí estaban las fuerzas reaccionarias. Pero se les puso un marco de actuación democrático y tuvieron que respetarlo.

P. ¿Usted cree que es preocupante el malestar que se está observando recientemente?

R. Es que eso no solamente pasa en España. Pasa también en otros países. Pero España tiene sus peculiaridades: la derecha española es incapaz de enfrentarse con la historia. Los partidos de derecha son herederos soterrados del franquismo. La Iglesia española no ha cambiado demasiado. Tampoco la judicatura. Y, algo fundamental, no vivimos en una democracia militante, no es explícitamente antifascista, como la alemana, por ejemplo. En fin, permítame decir algo en lo que discrepo del Gobierno: lo que está haciendo con la Ley de Secretos Oficiales es algo disparatado. Yo abriría los archivos hasta el año 75 sin ninguna condición. Bueno, salvo un caso que no le voy a identificar.

P. ¿Qué caso?

R. Es que no quiero que lo ponga.

'Oro, guerra, diplomacia'

Ángel Viñas

Editorial Crítica

512 páginas

22,90 euros