REPORTAJE

La mujer y la escritura: de la etiqueta de 'literatura femenina' a la realidad

Seis de los diez libros más vendidos en España entre enero y mayo son de escritoras. Una tendencia que reaviva debates recurrentes: ¿Existe la literatura femenina? ¿Por qué los hombres siguen sin sentirse apelados? Responden a estas cuestiones escritoras, críticas y editoras

Simone de Beauvoir, fotografiada en su despacho en 1945

Simone de Beauvoir, fotografiada en su despacho en 1945 / Roger Viollet

Dídac Peyret

¿Tiene sentido hablar de una mirada femenina en tiempos de nuevas identidades y deconstrucción? La cuestión sigue estando presente en pleno auge del consumo de libros escritos por mujeres. Los datos de la consultora GFK confirman la inclinación de las mujeres a leer más que los hombres, pero apuntan a un cambio de tendencia en las ventas: seis de los diez libros más leídos en nuestro país entre enero y mayo de 2022 son de escritoras.

Aunque se siguen publicando más libros de hombres, las mujeres están conquistando al público. ¿Pero qué público las está consumiendo? Mayoritariamente mujeres. Unos hábitos que subrayan el fracaso del hombre como interlocutor, que no se siente tan interpelado por lo que escriben ellas.

La dramaturga Lucía Carballal apuntaba en esta dirección, en una entrevista a ElDiario.es: “Un hombre que no se siente interpelado por lo que escriben mujeres delata su propia limitación”. Para la escritora y editora Luna Miguel, el fracaso del hombre como interlocutor es el fracaso del hombre en general. “La vagancia a la hora de escuchar una voz que no es la suya. La idiocia y la socarronería. El paternalismo y la condescendencia. ¿Sigo?”.

Algunas escritoras subrayan que no es una predisposición espontánea, sino producto de una etiqueta, la literatura femenina, enraizada tradicionalmente con lo doméstico en contraposición con la masculina, vinculada a lo universal. Muchas siguen luchando contra esa idea de nicho y la sensación permanente de estar bajo sospecha.

El rechazo al término literatura femenina también es una respuesta a cómo la mirada masculina se apropió del concepto hasta deformarlo. No sólo se oponen al componente reduccionista de las etiquetas, también hay una necesidad de reconquistar los argumentos. Si hay un debate sobre la mirada femenina, ganará legitimidad si ellas toman la palabra.

Marina Porras: "Los hombres y las mujeres miran de forma distinta las cosas y, hasta cierto punto, escriben diferente"

El asunto presenta un marco borroso y aviva unas cuantas vacilaciones entre las propias corrientes del feminismo. “Mientras que, por ejemplo, una Hélène Cixous apuesta por la radicalidad de un parler-femme, es decir, de un lenguaje femenino, de una mirada propia, que exalte la diferencia, otros referentes como Monique Wittig o Paul B. Preciado prefieren derribar esas fronteras”, recuerda Luna Miguel.

¿Estar históricamente en los márgenes construye una visión del mundo y por lo tanto una mirada? Annie Ernaux, en el libro Le vraie lieu, basado en sus conversaciones con la documentalista Michelle Porte, reconoce esa subjetividad pero se desmarca de una etiqueta canónica. “No soy una mujer que escribe, soy una persona que escribe”, empieza diciendo. Y aclara: “Pero una persona con una historia de mujer, diferente de la de un hombre”. Para Rosa Montero, autora de El peligro de estar cuerda, uno de los best seller del año, “hay partes de la realidad que sólo podemos nombrar nosotras”.

Virgina Woolf y la mirada y aspiracional

La escritora, crítica literaria y librera Marina Porras, por su parte, cree que sí que tiene sentido hablar de una mirada femenina. “Porque es una cosa que no se podrá cambiar, existe y punto. Los hombres y las mujeres miran de forma distinta las cosas y, hasta cierto punto, escriben diferente. Esto no quiere decir que no se pueda aspirar a hacer otras cosas. Virginia Woolf ya decía que el mejor cerebro tenía que ser andrógino, porque le parecía que encasillar a los escritores en términos masculinos o femeninos era reducirlos, y tenía razón”. Y apuntilla: “Siempre habrá una cosa que está por encima de todo esto, y son los grandes escritores, que de toda la vida se han saltado esta división de géneros y pasan por la puerta grande de la literatura”.

Andrea Abreu: “A veces parece que si el libro tiene una base de experiencia propia es menos válido y eso tiene un corte machista muy potente”

Otras autoras reivindican que se entierre la etiqueta y revisan algunos de sus tópicos. ¿Acaso no son universales cuestiones como la maternidad, el aborto o la sexualidad?, se pregunta Luna Miguel. “Si un hombre escribía sobre la paternidad, lo que estaba haciendo, a ojos del mundo, era hablar de la generación de la vida, de uno de los grandes temas del ser humano. Si una mujer escribía sobre su maternidad, lo que estaba haciendo, a ojos del mundo, era hablar de su propia experiencia íntima como sujeto que pare bebés. A las mujeres se nos ha dicho, para darnos una palmadita en la espalda, que cuando escribimos del yo, a veces tenemos la suerte de convertirlo en algo Universal. ¡Qué buenas somos las mujeres que logramos tocar el universo! Pero eso es una trampa. Otra más”.

En la misma línea, escritoras como Leila Guerriero o Mariana Enríquez aseguran que les parece una etiqueta aterradora. Andrea Abreu, autora de Panza de Burro, por su parte, lamenta una mirada condescendiente hacia autoras femeninas enmarcadas en el boom de la autoficción y la literatura del yo. “A veces parece que si el libro tiene una base de experiencia propia es menos válido y eso tiene un corte machista muy potente”, sostiene. “La gente está mucho más empeñada en preguntarle a las mujeres, sobre todo a las de mi generación, por la relación tan fuerte que tenemos con los géneros del yo, sobre el porcentaje de autobiografía que hay en una obra”.

Para Marta D. Riezu, autora de Agua y jabón, uno de los fenómenos de la temporada, solo hay una división relevante y no tiene que ver con el género. “Lo único importante creo que es la capacidad de cada autor de construir un universo propio y, opcionalmente, conectar con el lector. La única división relevante es la de libros buenos o libros malos; libros que se nos meten dentro o libros que se abandonan porque sí pero meh. Luego allá cada cual con sus listas, preferencias y corporativismos: yo leo sólo mujeres, yo sólo hombres, yo sólo clásicos, yo sólo los de mi país, yo sólo los de tal editorial. Ser escritor o lector no te convierte automáticamente en alguien inteligente ni en alguien con criterio, hay lectores tontísimos igual que hay autores bobos a manta”.

Pero, más allá de las militancias de cada uno, ¿existe la mirada femenina? D. Riezu lo tiene claro. “No creo que exista. Lo que hay es una sensibilidad y una agilidad que se tiene o no se tiene. Los temas son de todos, y cada autor escribe de lo que le dé la gana; si uno escribe de lo que sabe y ha vivido raramente hará el ridículo. La vergüenza ajena suele sobrevenir cuando se cae en el cliché, en la metáfora de segunda mano, lo gastado, esa literatura barata que quiere impresionar y emocionar-por-narices, llore aquí porque se lo digo yo. Si no hay sinceridad sino piloto automático el escritor se convierte en una caricatura”.

El papel de las editoriales

La tendencia de la industria editorial a igualarlas como reclamo comercial también genera contradicciones entre las escritoras. Por una parte, les ha dado visibilidad, pero al mismo tiempo les ha puesto a menudo a todas en un mismo saco. La escritora y crítica literaria Marina Porras señala el sistema editorial como un elemento clave para explicar el fenómeno. “Hay una tendencia natural a buscar miradas cómplices y, por algún motivo, las mujeres se sienten más inclinadas a buscar en otras mujeres visiones de la vida en las que se pueden identificar. Todo el sistema editorial ha contribuido a esto: el efecto mainstream del feminismo hace que se vendan más novelas de mujeres que hablan de temas supuestamente femeninos como si fueran parte de su discurso. Esto evidentemente es reducir la literatura, pero funciona”.

Hay quien acepta el peaje si ayuda a un cambio de paradigma o, como dijo la directora y actriz Lena Dunham, “si el feminismo tiene que convertirse en marca para provocar el cambio, que así sea”. ¿Pero es justo decir que las editoriales buscan deliberadamente mujeres porque venden más? Responde la editora de Blackie Books Rebeca González. “Como editora mujer que se pasó su infancia y juventud leyendo a hombres, y sintiendo que había algo en esa literatura que pese a fascinarle no llegaba a apelarle del todo, no es que busque activamente la literatura escrita por mujeres (o sí, pero no hablamos aquí de mi ocio sino de mi trabajo), pero sí ha dado la casualidad de que últimamente hemos hallado más fuerza en ciertos relatos que nacen de un tipo concreto de frustración, de ansia, de maneras de sentir, y que vienen de la mano de escritoras”.

En ese sentido, González recuerda los casos de Supersaurio, de Meryem El Mehdati, que lleva 10.000 ejemplares vendidos, Brillo, de Raven Leilani, multipremiado debut en EE.UU. y Canina, de Rachel Yoder. Éxitos que reflejan el espíritu de una época con tres de los temas más tratados por escritoras en los últimos años: el cansancio de una generación fatigada por el trabajo; el cliché de la millenial perdida (tras el boom Sally Rooney) y el universo de la familia (madres imperfectas, nostalgia y ruralismo).

Eugènia Broggi, fundadora y directora de L’Altra editorial, niega que se haya instaurado una especie de consigna comercial para publicar a mujeres. “Creo que no sólo nosotros sino en general se están publicando más mujeres, pero en nuestro caso fue una cosa un poco inconsciente. No fue siguiendo una moda o una consigna, sino que salió natural, cosa que me gustó mucho”, empieza diciendo. “Porque, para mí, aquello de literatura para mujeres siempre me ha dado mucha grima, pero me di cuenta de que cada vez leía más a mujeres y cada vez me llegaban más textos de mujeres también”.

Para Broggi es clave también cómo cada vez hay más mujeres que están convencidas de que tienen algo relevante que decir. “Creo que aquí hay también un punto importante que es este: hasta ahora predominaban las voces masculinas, pero desde hace unos años esto está cambiando mucho: hay muchas mujeres que están escribiendo, que tienen la autoestima suficiente para escribir y que, una vez enviado a un editorial, encuentran un sitio y alguien que lo publique”.