CRÍTICA
‘La llama de Focea’, de Lorenzo Silva: la forja de Bevilacqua
Lorenzo Silva firma una de sus mejores novelas en ‘La llama de Focea’, decimotercera entrega de la serie
Alejandro M. Gallo
Se va a cumplir un cuarto de siglo desde que Lorenzo Silva (Madrid, 1966) comenzó su exitosa saga de los guardias civiles Rubén Bevilacqua (Vila, para los amigos) y Virginia Chamorro con El país de los estanques en 1998. Si sumamos los volúmenes de relatos Nadie vale más que otro (2004) y Tantos lobos (2017), La llama de Focea, su última entrega, constituye la decimotercera de la serie. En las anteriores hemos podido observar que sus historias no quedaban ancladas en el tiempo, al igual que sus personajes; todo avanzaba sin que les importase envejecer o madurar. Otra de sus características es el trabajo conjunto de Vila y Chamorro; sin embargo, en esta entrega esto sufre una variación, pues el peso de la investigación corresponderá en solitario al subteniente. Su compañera también aparece, pero rodeada de un grupo de oficiales y suboficiales que tuvieron algo que ver en el forja de Bevilacqua como investigador.
En La llama de Focea, una joven barcelonesa de familia burguesa defensora de la independencia de Cataluña, Queralt Bonmatí, aparece asesinada mientras realizaba el Camino de Santiago en solitario. Las pistas sobre cómo ha ocurrido tal suceso son escasas; excepto la noticia de que un desconocido la seguía desde que había salido de Roncesvalles. El teniente general Pereira, antiguo jefe de Vila, lo llama para que se encargue del caso, ya que considera que en el último homicidio ocurrido en el Camino de Santiago se empleó demasiado tiempo en la resolución y hay que acortar plazos para mostrar mayor eficacia de la Benemérita. Todo será considerado como una nueva forma de lidiar con los secesionistas, ya que el padre de la víctima, Ferran Bonmatí, es un destacado empresario y expolitico catalán defensor del proceso independentista y, al mismo tiempo, estaba siendo investigado por actividades de enriquecimiento ilícito.
Las investigaciones obligarán al subteniente Bevilacqua a trasladarse desde Galicia hasta Barcelona, circunstancia que devolverá su mente a sus primeros años en la Guardia Civil, allá por 1992, cuando el sueño olímpico y los dolorosos recuerdos de la lucha contra ETA y la organización terrorista catalana Terra Lliure. Estos recuerdos llevan a una reflexión sobre la mano de obra barata de andaluces y gallegos que abasteció a las empresas catalanas en el pasado y enriquecieron a esa burguesía que ahora pide la independencia.
Su mente se retrotrae también a los interrogatorios a los terroristas de ETA y Terra Lliure detenidos. Luego analizará el Tsunami Democràtic y la intervención rusa para desestabilizar la UE. Las relaciones entre Catalunya y el resto de España le preocupan, por lo que busca la respuesta en los textos del historiador Jaume Vicens Vives, al que considera la mente más clara en el análisis de esas relaciones.
Reflexión sobre la ironía
Si esos son los recuerdos cuando Vila acude a Barcelona, la investigación del crimen de la peregrina en Samos le obliga a pensar en Galicia, los paisajes del Camino de Santiago como telón de fondo y su idiosincrasia, así como las costumbres de los peregrinos que lo recorren. El escenario de las pesquisas será Galicia, por lo que el subteniente, aficionado a la buena música y a la lectura, escoge al fallecido recientemente Domingo Villar y sus novelas Ojos de agua y El último barco para indagar en el carácter gallego. Esto se convierte en un homenaje a Villar y una reflexión en profundidad sobre la ironía: "El arma que protege a los seres humanos de los abismos de la creencia ciega, que es el camino de la perdición en el que desembocan, una y otra vez, quienes carecen de sentido de humor" (página 276). O el uso de una expresión acuñada por Villar: el "desparpajo atolondrado".
La llama de Focea nos muestra a un Vila más solitario y reflexionado sobre cómo fue su pasado y los maestros que lo forjaron: sus jefes y compañeros. Es, además, una reflexión sobre el enrocamiento en banderas y patrias pequeñitas, la rebeldía contestataria de los hijos frente a los padres, los errores del pasado y la experiencia de la madurez; "los caimanes siempre jugamos con ventaja", nos dirá sobre esto. En mi modesta opinión, Lorenzo Silva firma aquí una de sus mejores novelas.
'La llama de Focea'
Lorenzo Silva
Destino
552 páginas
21,90 euros
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