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El búnker secreto que rescata tus cromos, abanicos, recuerdos de comunión y orlas para que no desaparezcan jamás

La Biblioteca Nacional está obligada a guardar dos copias de todo lo que se produzca culturalmente en España: al año recibe casi 500.000 documentos, lo que hace inviable su custodia en la sede madrileña de Recoletos

En 1988, comenzó la construcción de una 'colmena' en Alcalá de Henares donde hoy se acumulan más de 20 millones de obras: EL PERIÓDICO DE ESPAÑA participa en uno de los viajes confidenciales que la institución organiza a diario para proteger todo aquello que documenta una época

Si se colocaran las estanterías de la Biblioteca Nacional una detrás de otra, cubrirían una distancia superior a 250 kilómetros.

Si se colocaran las estanterías de la Biblioteca Nacional una detrás de otra, cubrirían una distancia superior a 250 kilómetros. / ALBA VIGARAY

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Eva anda un poco más nerviosa de lo habitual. Son las 8:00 de la mañana y la furgoneta aún no ha llegado. Es raro, aquí la puntualidad es una seña de identidad. Mira el reloj una y otra vez. Todo tiene que ir en hora, de lo contrario corre el peligro de retrasar a los compañeros que a 34 kilómetros esperan su mercancía. De repente, suena un ruido lejano. Es la puerta del garaje. La operación está a punto de empezar. Se escuchan pasos y las escaleras rechinan. Son tres hombres. Uniformados. Rápidos. Efectivos. “Buenos días”, dicen con la modestia de quien trabaja con la precisión de un cirujano. Casi sin intercambiar ninguna palabra más, se dirigen a los libros que se hallan colocados en el carrito.

Son los ejemplares que ya no caben en la Biblioteca Nacional. Se cuentan por miles, aunque en cada trayecto únicamente es posible trasladar un pequeño puñado. En torno a 500. En cuestión de minutos, quedan embalados en cajas que serán transportadas a un exclusivo lugar: una especie de búnker donde se conserva la historia de España. Bueno, no toda. Sólo la que no entra en Recoletos. Apiladas en el maletero, un nuevo viaje va a comenzar.

7:00 horas | Los trabajadores llegan a la Biblioteca Nacional para preparar los lotes que se trasladarán a Alcalá de Henares. 

7:00 horas | Los trabajadores llegan a la Biblioteca Nacional para preparar los lotes que se trasladarán a Alcalá de Henares.  / ALBA VIGARAY

“Según la Ley de Depósito Legal, tenemos la obligación de guardar una serie de duplicados de todo lo que se produzca culturalmente en el país”, explica Eva Molleja, jefa del Servicio de Gestión de Colección y Catálogos. Así, la institución deberá recibir dos volúmenes por cada libro y revista editadas. Otros dos por partituras o periódicos. Uno por boletines oficiales. Otro por fotografías. A lo que hay que sumar otro tipo de formatos que, a priori, no suelen asociarse a una biblioteca: vinilos, cintas de cassette, películas, videojuegos, mapas, postales, pegatinas de productos comerciales, tarjetas de hoteles, cajas de cerillas, cromos, almanaques, felicitaciones, grabados

En definitiva, aquello que sirva para registrar una época y que, con el paso del tiempo, va ganando relevancia. Quién sabe lo que nos interesará en unas décadas. “Asimismo, podemos adquirir fondos a través de donaciones, compras y canjes. En cualquier caso, el objetivo es evitar que el patrimonio salga de España. Y, en el supuesto de que esté fuera, recuperarlo”, añade.

07:30 horas | Eva Molleja revisa que los libros que ya están colocados en el carrito están tallados y catalogados.

07:30 horas | Eva Molleja revisa que los libros que ya están colocados en el carrito están tallados y catalogados. / ALBA VIGARAY

En 2021, este organismo ingresó 454.229 documentos. Una cifra que no para de aumentar y que ya supera los 35 millones. De ellos, más de 21 se localizan en el refugio que inició su construcción en 1988. Éste se localiza en las afueras de Alcalá de Henares, hacia donde se dirige un nuevo lote. “El procedimiento es simple, pero arduo: recepcionamos los materiales y los separamos por categorías para luego moverlos al departamento correspondiente”, sostiene la especialista, que se mueve por los laberínticos pasillos como pez en el agua. Una vez allí se procesarán y se ordenarán: “El siguiente paso es describir la obra y meterla en el catálogo, indicando el autor, el título, la edición, la fecha… A continuación, se le atribuye una signatura”.

Ésta consiste en un prefijo acompañado por un número correlativo, lo que permite diferenciar los tomos de Depósito Legal (DL) de las segundas copias, que son las que suelen ponerse a disposición del público. Salvo que no existan, en cuyo caso podrá accederse a las primeras. Su labor no acaba aquí: ahora toca determinar qué se queda en Recoletos y qué no.

8:00 horas | El servicio de mensajería traslada el carrito de libros hacia el garaje, donde se empaquetarán para el viaje. 

8:00 horas | El servicio de mensajería traslada el carrito de libros hacia el garaje, donde se empaquetarán para el viaje.  / ALBA VIGARAY

La tarea no es sencilla. Basta con echar un vistazo alrededor para darse cuenta de ello: montañas de libros salpican de color el edificio que el arquitecto Francisco Jareño levantó en 1866. Al puntito romántico que esta estampa tiene hay que sumarle otro no tan tierno: no hay margen para mimos, lo más probable es que mañana entre más y más género. “De las repisas que nos rodean, hay una que resulta especialmente importante. Es la que llamamos El Escaparate. A ella se dirigen los responsables de las salas de consulta para determinar si hay algún ejemplar de los que acaban de catalogarse que les interese. De normal, se trata de diccionarios o estudios especializados sobre las materias más solicitadas”, expone la gestora.

Los que no quieran serán conducidos a Alcalá. Sin embargo, antes falta un paso clave: el tallado. Aquí, los libros no se ordenan ni por fecha de publicación ni por orden alfabético, sino por tamaño. Esta es la mejor manera de aprovechar su bien más preciado: el espacio. Con esta disposición, se alojan en el carro que los operarios emplean en su camino hacia la camioneta.

08:05 | Los libros son guardados en cajas: no se ordenan por orden alfabético, sino por tamaño para aprovechar el espacio. 

08:05 | Los libros son guardados en cajas: no se ordenan por orden alfabético, sino por tamaño para aprovechar el espacio.  / ALBA VIGARAY

Atraviesan corredores, abren compuertas, descienden plantas… El esqueleto del antiguo convento de Copacabana resulta tan embriagador como su corazón. No hay tantos libros, pero sus arterias rezuman grandes lotes de sabiduría. “En Recoletos tenemos cinco depósitos (Libros y Revistas, Bellas Artes y Cartografía, Música y Audiovisuales, Fondo Antiguo y Archivo), pero mantenemos ya poca cosa. Intentamos dejar los incunables y raros anteriores a 1831 para que no se estén moviendo de un lado para otro. Están el Cantar de Mio Cid original o la primera edición de El Quijote. Sin olvidar El Códice de Metz, la obra más antigua de cuantas se conservan en España. Se trata de una compilación de astronomía elaborada en el siglo IX”, mantiene Eva, a la par que las cajas empiezan a ocupar el vehículo.

Sobre las medidas de seguridad, nada puede decir por motivos evidentes. Por eso, el desplazamiento se hace casi en secreto. Una vez cerrada la compuerta, poco más se vuelve a saber del contenido que ocupa su interior. Al menos, hasta su recepción en su nueva residencia.

08:20 | El desplazamiento se realiza en secreto: 34 kilómetros que suponen aproximadamente 30 minutos. 

08:20 | El desplazamiento se realiza en secreto: 34 kilómetros que suponen aproximadamente 30 minutos.  / ARCHIVO

250 kilómetros de estanterías


El ruido del motor rompe el silencio que impera a este lado de Alcalá. No pasan coches. Y apenas transitan personas. A lo lejos se observa la Universidad, pero ni siquiera por esas se intuye algo de ajetreo. Lo que está claro es que la única vida que reina en este yermo terreno es la que albergan los libros. De hecho, a modo de homenaje, el edificio donde pasarán el resto de sus días tiene su forma. Abierto y robusto.

Entrar en sus instalaciones es hacerlo a un mundo repleto de historias. Eva Mínguez lo sabe bien: de cada rincón atesora algún chascarrillo que deja con la boca abierta hasta al mayor entendido. Ella es la jefa de Servicio de Acceso al Documento y, como cada jornada, ya está preparada para un chute de adrenalina… pues su trabajo está muy lejos de ser monótono. “¿Preparados?”, pregunta como si de una carrera se tratase. Las cajas ya están siendo descargadas y, aunque parezca que el proceso ha terminado, la realidad es bien distinta: “Ahora las recibimos, las trasladamos y las colocamos. Todo tiene que ir al día, de lo contrario nos comería el papel”.

09:50 horas | El 'cuartel' de Alcalá de Henares se cimentó hace 34 años y cuenta con 59 depósitos.

09:50 horas | El 'cuartel' de Alcalá de Henares se cimentó hace 34 años y cuenta con 59 depósitos. / ALBA VIGARAY

Este cuartel se cimentó hace 34 años. Y lleva operativo 29. Tiene más de 40.000 metros cuadrados, aloja seis torres de 11 plantas y cuenta con 59 depósitos. Sus fondos superan los 21 millones de registros. Un dato que cuesta imaginarse, pero cuya magnitud puede entenderse con el siguiente símil: si se colocaran las estanterías una detrás de otra, cubrirían una distancia superior a 250 kilómetros. Es decir, podríamos ir de Madrid a Palencia sin tocar el suelo.

“Estamos al 86% de nuestra capacidad. De hecho, hay colecciones que están rozando su límite. Por ejemplo, la de prensa: tenemos previsto que se acabe el espacio en 2023. Y el de monografías, en 2025”, explica la responsable. La única solución posible pasa por construir una séptima atalaya que pueda hacer frente a este frenético crecimiento: “La esperamos desde hace siete años. Sabemos que es un proceso lento, pero la necesitaremos pronto”. Inicialmente, este almacén se inauguró con tres torres. En 2000, se alzaron otras dos. Y, en 2009, se añadió una más. A día de hoy, no hay fecha para la siguiente.

10:00 horas | Se descargan los paquetes para trasladarlos hasta el depósito correspondiente. 

10:00 horas | Se descargan los paquetes para trasladarlos hasta el depósito correspondiente.  / ALBA VIGARAY

Una vez cargados hasta el habitáculo correspondiente, llega el momento de colocar todo lo recibido desde Recoletos. Recordemos que los libros ya están tallados y matriculados, por lo que la faena es más física que otra cosa. Pero no por eso menos apasionante. “Cada vez que un usuario realiza una petición, comienza una búsqueda del tesoro. Lo primero es acudir al listado de signaturas para, después, identificar la planta y el pasillo. Una vez ahí, toca ser avispado”, apunta Eva entre risas.

Es verdad que las baldas resultan menos imponentes que las de la sede principal, pero igualmente impactan por la cantidad de escritos que acogen. Aquí los libros comparten protagonismo con pregones, programas de mano, orlas, abanicos, carnés de bailes, folletos publicitarios, discos de pizarra…: “El fondo moderno es lo más representativo de este emplazamiento. Es decir, las obras editadas a partir del siglo XIX. También la prensa publicada desde 1958. Los ejemplares más antiguos están encuadernados y sus lomos aparecen grabados con oro. En cambio, en la actualidad, se opta más por carpetas para no estropear las páginas”.

10:15 horas | Una vez su destino, toca el momento de abrir las cajas y colocar los ejemplares en los estantes. 

10:15 horas | Una vez llegan a su destino, toca el momento de abrir las cajas y colocar los ejemplares en los estantes.  / ALBA VIGARAY

Una ‘colmena’ robotizada


Los libros desamortizados de monasterios e iglesias en el siglo XVI son la joya de Alcalá. Aunque esta experta además hace especial hincapié en los carteles: los hay políticos, religiosos, cinematográficos, taurinos, publicitarios… En total, 485.000 pasquines que se conservan en cajoneras previa restauración. A este nivel, apenas hay cobertura. La luz es oscura y las condiciones ambientales están ajustadísimas. Pero este artificio se combate con buenas dosis de naturalidad: el olor a tinta y a cartón inunda hasta la última esquina de la estancia. “Si bien todo está a disposición del público, estamos haciendo grandes esfuerzos para digitalizarlos y evitar así su manipulación”, asegura, mientras señala los raíles que sobrevuelan nuestras cabezas.

Por este carril discurría un vagón automatizado con las peticiones realizadas. ¿El problema? Que el recorrido duraba ocho minutos. Así que dejó de utilizarse y se optó por perfeccionar el robot que preside su depósito estrella. Éste ocupa la mitad de una torre y manipula estanterías de 16 metros de altura. Una auténtica colmena cultural.

11:00 horas | Toca buscar los libros solicitados por los usuarios para su consulta tanto en Alcalá como en Madrid. 

11:00 horas | Toca buscar los libros solicitados por los usuarios para su consulta tanto en Alcalá como en Madrid.  / ALBA VIGARAY

“Aquí se localizan las terceras copias de ciertas monografías. Lo habitual es que nos lleguen dos… No obstante, si entra alguno más, lo traemos a este sitio. Es, por tanto, el que prestaríamos en primer lugar”, explica Eva. Su funcionamiento es intuitivo: un programa informático gestiona un brazo mecánico para buscar, a través de un código de barras y entre dos millones de manuscritos, la bandeja en la que se halla el documento solicitado. Una vez identificada, ésta desciende hasta dejarla en manos de un empleado, que es quien se encargará de coger el tomo buscado y devolver el resto a su posición.

El usuario interesado por él podrá consultarlo en la sala que esta central pone a su disposición o solicitar su envío a Recoletos. En el caso de optar por la segunda opción, el proceso es similar al relatado párrafos arriba. De hecho, la furgoneta que trajo los paquetes a primera hora de la mañana ahora está a punto de salir hacia Madrid con las solicitudes realizadas. Son las 13:00 horas y la sensación es que, dentro de este gigantesco libro de cemento, el tiempo pasa más rápido de lo normal. Ahí abajo, la vida transita a otro ritmo.

12:00 horas | Algunos de los ejemplares solicitados se hallan en el depósito custodiado por un brazo robótico. 

12:00 horas | Algunos de los ejemplares solicitados se hallan en el depósito custodiado por un brazo robótico.  / ALBA VIGARAY

Guardar internet

¿Qué ocurre con el contenido que se produce en internet y que no cuenta con una correspondencia en papel? ¿Se pierde? ¿Desaparece? Para nada. Desde 2009, la Biblioteca Nacional de España recopila todo lo que se genera en la red. Algo que, al igual que ocurre con otros soportes, posee un enorme valor para las sociedades presentes y futuras. De hecho, la historia de la nuestra se quedaría coja sin este patrimonio digital. Lo que ocurre es que se trata de una tarea inabarcable: según el informe Data Never Sleeps, elaborado por el sistema operativo Domo, cada día se crean más 2,5 billones de bytes de datos. Muchos de los cuales son efímeros o limitados en el tiempo. Por ejemplo, hay periódicos que cierran. Blogs que duran días. O revistas que se olvidan. A pesar de ello, algunas hoy pueden seguir visitándose en el Archivo de la Web Española. En él pueden diferenciarse dos tipos de acopios: el masivo y el temático. En el primero caben las páginas con dominio .es, mientras que en el segundo los contenidos se organizan por secciones. Así, en la dedicada al colectivo LGTBIQ+, es posible identificar desde un reportaje de 20 minutos hasta un tuit de Miquel Iceta. En el apartado Videojuegos hay 689 registros. Y entre las palabras clave de Tradiciones se hallan campaneros, antropología, ritos, ceremonias… También hay colecciones dedicadas al coronavirus, la muerte de Adolfo Suárez o el desarme de ETA. Y asimismo es posible comparar el diseño y el contenido de los diarios desde su lanzamiento hasta la actualidad.