50 AÑOS DE LA REVOLICIÓN DE LOS CLAVELES

¿Qué fue de los líderes del 25 de abril?

Retratos urgentes de António Spínola, Saraiva de Carvalho y Salgueiro Maia, tres militares muy distintos entre sí, que se pusieron de acuerdo para provocar el fin de 48 años de dictadura en Portugal

Montaje con una imagen tomada en Lisboa el 25 de abril de 1974

Montaje con una imagen tomada en Lisboa el 25 de abril de 1974 / FDV

Salvador Rodríguez

La mayoría de aquellos que, en Portugal, conocían la trayectoria militar, e ideológica, de António Spínola (Santo André, 1910-Belém, 1996), no pudieron por menos que extrañarse al darse a conocer que su nombre y apellido no sólo figuraban entre los de los miembros de la Junta de Salvación Nacional constituida el 26 de abril de 1974, sino que él había sido designado presidente de la misma. “¿Era esta la Revoluçao que esperábamos?, debieron de preguntarse los aludidos, sobre todo cuando el 15 de mayo de 1974 la Junta escogió al propio Spínola como primer presidente de la República Portuguesa en su periodo preconstitucional.

Spínola había sido durante muchos años el militar más conocido en el país vecino, pero no precisamente por sus tendencias progresistas. De ideas germanófilas, rozando, sino tocando, el nazismo en su juventud, había participado en 1941, con el grado de teniente, en el sitio a Leningrado, junto a los voluntarios que constituyeron una especie de División Azul a la portuguesa, que fue la manera que el dictador Oliveira de Salazar, imitando a Franco, encontró para satisfacer los requerimientos de apoyo de Hitler. Sus posteriores nombramientos, entre ellos dos como gobernador militar de Guinea-Bissau, en 1968 y 1972, le corroboraron como uno de los hombres fuertes del régimen… al menos en su esfera militar.

Paradójicamente, su experiencia en Guinea fue la que le convenció de que era precisa una solución al asunto de las colonias portuguesas, la mayoría ya con revueltas independentistas, lo cual devenía en una sangría humana, social y económica para Portugal, y que esa solución no consistía en la que se proponía desde el régimen, ya dirigido en aquella altura por el intransigente Marcelo Caetano, que era incrementar la intervención armada. A pesar ello, Caetano seguía creyendo en él, no en balde el 17 de enero de 1974 le había asignado la subjefatura del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, en febrero, al publicar el libro “Portugal y el futuro”, donde el militar expresaba la idea de que la salida para el problema colonial portugués pasaba por vías políticas y no por la continuación de la guerra, las cosas cambiaron, y las consecuencias fueron dos: por una parte, su destitución y, por otra, un acercamiento al clandestino Movimiento de las Fuerzas Armadas, ideado, y liderado, por Otelo Saraiva de Carvalho, un hombre ideológicamente opuesto a Spínola, pero en el que encontró una coincidencia: aplicar la vía pacífica y negociadora al “problema” de la emancipación delas colonias.

Como era de prever, António  Spínola no duró mucho al frente ni dentro de la Revoluçao (sólo ejerció como presidente del Gobierno hasta el 30 de septiembre de 1974). Y es que, de regreso de su exilio, el socialista Mario Soares y el comunista Alvaro Cunhal, secretarios generales del PSP y el PCP, respectivamente, ayudados por Saraiva de Carvalho, “viraron” a la izquierda el gobierno y eso, claro, provocó la tocata y fuga de Spínola, no sin que antes éste alentase un (auto) golpe de Estado “en nombre de mayoría silenciosa”.

Una vez apartado del poder, nadie volvería a acordarse de él hasta que en 1987 el entonces presidente Mário Soares le nombró canciller de las Antiguas Órdenes Militares portuguesas, condecorándole también con la Gran Cruz de la Orden Militar de la Torre y la Espada (la mayor insignia militar portuguesa) por “por haber sido el símbolo de la Revolución de Abril y el primer presidente de la República después de la dictadura”. Spínola falleció en Lisboa a los 86 años de edad y sus restos mortales descansan en la “cripta de los generales”, el mausoleo militar ubicado en el Cementerio del Alto de São João.

Saraiva de Carvalho

Para las historiadores, Otelo Saraiva de Carvalho (Lourenço Marques -hogaño Maputo- Mozambique, 1936-Lisboa, 2021) es la figura más atrayente y carismática de la Revolución portuguesa del 25 de abril, y en efecto fue realmente su hombre clave, aunque las cosas no acabaron bien. Pero no adelantemos acontecimientos.

Teniente coronel de infantería y veterano de la guerra de Angola, en contraste con el desconcierto inicial de la mayoría de los miembros de la Junta de Salvación, Otelo sí que tenía muy claro el programa a aplicar, un programa inspirado en las estrategias de los partidos comunistas de la época, y que en un primer momento quiso cristalizar en un modelo de democracia directa y participativa, con protagonismo de las asambleas populares, representadas por obreros y campesinos. Un modelo cercano a los primeros años del castrismo cubano que, si en un principio, contó con el apoyo de socialistas y comunistas, muy pronto dejó de hacerlo, al punto que, rotas sus alianzas con Soares y Cunhal, decidió encabezar una candidatura unitaria surtida de grupúsculos de la extrema izquierda, al frente de las cuales se presentó como candidato a la presidencia en las elecciones celebradas en junio de 1976. Sin embargo, teniendo en cuenta su, hasta entonces, popularidad y carisma, los resultados podrían calificarse de decepcionantes: sólo alcanzó el 16% de los votos.

Aún volvería a intentarlo cuatro años después, en 1980, y ahí sí que se precipitó monte abajo desde altas cumbres hasta el desastre con un ratítico 1,49% de votos. Del todo a la nada, Otelo vio como se hundía su aceptación en la sociedad portuguesa pero, aún así, quiso reiterarse fundando, esta vez, una organización armada, la denominada Fuerzas Populares 25 de abril, a su vez parapeteada en un partido político llamado Fuerza de Unidad Popular. Acusado de terrorista, Saraiva de Carvalho fue detenido en 1985, y sólo le libraron de tener que pasarse décadas en la prisión las voces que recordaron su decisivo papel en el 25 de abril, y que presionaron para que muy pronto se le concediese el indulto: fue puesto en libertad cinco años más tarde, esperando juicio en libertad condicional. En 1996, todos los detenidos por el Caso FP-25 fueron amnistiados por la Asamblea de la República, pero a esa altura Otelo ya se hallaba en estado de K.O. político, si bien continuaba siendo el más mediático, pues fue constantemente invitado para dar conferencias y comparecer en actos en países de todo el mundo, erigiéndose en la voz del “auténtico espíritu” de la Revolución de los Claveles…eso sí:_ya allende las fronteras de Portugal.

El valiente capitán

Como bien reflejó María de Medeiros en la película “Capitanes de Abril” (2000), quienes dieron la cara, quienes con sus soldados salieron a la calle en las primeras e inciertas horas de aquel 25 de abril de 1974, sin saber qué iba pasar, y a riesgo de sus vidas, fueron los capitanes, los jóvenes oficiales hartos del régimen opresor, los que realmente representaban el cambio dentro de las Fuerzas Armadas de Portugal, al margen de que, a nivel teórico, tras de sí se otease la vara maestra de Saraiva de Carvalho. Entre ellos, es preciso destacar a Fernando Salgueiro Maia (Castelo de Vide, 1944-Santarem, 1992) quien, pese a su juventud, ya se había bregado en las guerras coloniales en Mozambique y Guinea Bissau, y que asistió desde la primera noche a las reuniones clandestinas del MFA que prepararon el golpe.

Cuando empezaron a escucharse por Radio Renaissença los pasos y las voces de “Grandola Vila Morena”, Salgueiro Maia puso en marcha a sus hombres comandando una columna de blindados desde Santarém, a 100 kilómetros del norte de Lisboa, que cercó los ministerios del Terreiro do Paço para forzar la rendición de Marcelo Caetano. Al contrario que otros compañeros que aceptaron cargos públicos, Maia optó por proseguir su carrera militar, aceptó ser destinado a las Azores, y cuatro años después regresó a Santarém para comandar el Presidio Militar de Santa Margarida. No fueron escasas las proposiciones que se le hicieron, pero él no solo rechazó unirse a alguno de los varios partidos políticos que se lo propusieron sino que tampoco quiso formar parte de Consejo de la Revolución ni de la Casa Militar de la Presidencia de la República, admitiendo únicamente los cargos que le correspondieron en el escalafón militar. En 1981 fue ascendido a mayor y en 1984 regresó a la Escuela Práctica de Caballería.

Un cáncer detectado en 1989 acabó con su vida el 4 de abril de 1992, cuando contaba con tan solo 47 años de edad. A título póstumo fue condecorado con el grado de Gran Oficial de la Orden de la Torre y de la Espada en 1992, con la Gran Cruz de la Orden de la Libertad en 1993, y con la Medalla de Oro de Santarém en 2007. Si visitan Santarem y cruzan el puente, harían bien en acordarse de este humilde hijo del ferroviario Francisco da Luz Maia y de Francisca Silvéria Salgueiro, pues ese puente fue bautizado en su honor cuando se inauguró el 11 de junio de 2000.