ENTREVISTA

José Errasti, autor de 'Mamá, soy trans': "Empieza a haber un 'boom' de personas que se arrepienten de haber cambiado de sexo"

"La idea transgenerista se está colando en las escuelas de forma completamente masiva", asegura el profesor titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo

El psicólogo José Errasti.

El psicólogo José Errasti. / LUISMA MURIAS

José Luis Salinas

José Errasti (Oviedo, 1964), profesor titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo, es coautor junto a Marino Pérez, Catedrático de Psicología, y Nagore de Arquer, estudiante de esa misma especialidad y "disistidora" (como ella se define) de un proceso de transición de género, del libro Mamá, soy trans. Una guía para las familias de adolescentes con conflictos de género. Se trata, como los autores lo definen, de un manual para ayudar a las familias con hijos que se declaran transexuales.

Es el segundo libro que tiene sobre este tema: "Nadie nace en un cuerpo equivocado". En este caso, con casos prácticos. El libro se presentará el jueves de la semana que viene (20 de abril) en el Club Prensa Asturiana de La Nueva España, del grupo Prensa Ibérica.

¿Por qué una guía para las familias adolescentes con conflictos de género?

El primer libro que publicamos "Nadie nace en un cuerpo equivocado" era un análisis psicológico, teórico acerca de la disforia y de la identidad de género y nos encontrábamos con que en las presentaciones la gente nos preguntaba qué era lo que tenían que hacer si mañana les llega su hija de trece años y les dice que es un chico. Eso es lo que nos ha llevado a escribir este segundo libro, que es una guía concreta para afrontar este tipo de problemas. Estamos viviendo un auténtico "boom" de estos problemas. Por eso hemos escrito esta guía, porque sabemos que es un asunto muy complejo que en cada familia se puede presentar con mil detalles relevantes. ¿Se pueden decir cosas generales de amplio espectro que se apliquen de forma general? Creemos que sí.

¿Cuáles son esas guías?

La prudencia, la empatía, el respeto y la sensatez parecerían buenos puntos de partida.

¿Y cómo aplicarlas?

La prudencia nos aconsejaría no tomar decisiones irreversibles, de forma apresurada o forma poco meditada. No es sensato que el 87% de las personas que consultan en la unidad de trastornos de género catalana, que se llama Transit, salgan con la receta de hormonas en la mano. El respeto implica entender que la persona que tenemos delante está sufriendo de verdad, que no está ni fingiendo, ni está haciendo teatro y que tenemos que intentar ayudarle y que merece toda nuestra consideración. Pero es importante no confundir el respeto con la aquiescencia, con darle la razón en todo lo que está diciendo. La sensatez parecería indicar que no conviene tomar decisiones basadas en ideas absurdas. Por ejemplo, la idea de que el sexo se puede elegir es absurda. No tienen ningún sentido que el sexo sea una variable volitiva y puramente apetitiva, que las personas eligen en función de su libertad o autodeterminación. No tiene ningún sentido que el sexo se puede cambiar, que alguien puede pasar de ser varón a mujer o viceversa. No tiene sentido pensar que hay más de dos sexos.

¿Entonces qué hacer?

Cualquier reacción extrema es negativa. Es decir, es negativa cualquier reacción autoritaria. Y también es desaconsejable lo contrario. Un término medio que permita que pase un tiempo de observación, de comprensión, de analizar muy bien la razón por la que esa persona está diciendo eso y que permita analizar muy bien cuándo empezó a sentir lo que dice que siente.

¿Cómo suele ser el "shock" inicial para estas familias?

Las familias están acostumbradas a enfrentarse a problemas adolescentes que ellos mismos vivieron en su propia adolescencia, que es una etapa convulsa y problemática y conflictiva. Pero en estos casos aparece un conflicto de creciente aparición que el 99% de los padres no sabía que podía existir y que muchos confunden con la orientación sexual. Nosotros insistimos mucho en que no tiene que ver, a uno le pueden gustar los hombres, las mujeres, o los dos, en eso no hay ningún problema. Eso no tiene nada que ver con que uno sea hombre o mujer, son dos aspectos completamente diferentes. Por lo que en ese primer momento eso genera una gran confusión en la familia, que puede resolverlo por los canales habituales de resolución de conflictos, que puede ser el autoritario, que no es el adecuado; o aplicar una lógica tradicional o clásica, que tampoco es adecuado. La familia tendrá que informarse de este nuevo problema, consultar todas las fuentes. Un buen consejo es que se pongan en contacto con asociaciones de familias que están pasando por esto. En España ya se ha formado una que se llama Amanda, de madres fundamentalmente, que se niegan a que les quiten los pechos a sus hijas. Se han organizado, funcionan muy bien y son más de quinientas. Las familias se sienten muy solas. Es muy fácil ser progre con los hijos de los demás. Es muy fácil cuando el problema le pasa a otro.

¿En este libro cuentan con la colaboración de Nagore de Arquer, una arrepentida del proceso para cambiar de sexo, ¿qué aporta?

Este es un libro mucho más aplicado, ella es una "disistidora" que dio atrás justo cuando iba a empezar a medicarse para el proceso y es psicóloga. Con lo que se aúnan sus conocimientos de psicología y su formación con su propia experiencia personal. Necesitábamos a alguien con acceso a las redes sociales, que estuviera metida hasta el cuello en "tiktok" o "Instagram".

¿Cuenta su experiencia?

No. El libro está lleno de ejemplos y de casos prácticos porque queremos que sea muy aplicado, pero la historia de Nagore no es más importante que la de cualquier otra chica o chico en esa situación. No está en el libro por ser un ejemplo, sino por aunar experiencia con su formación psicológica.

¿Hay ya muchos casos de personas que se arrepienten de haber cambiado de sexo?

Hay un "boom" muy importante de personas que quieren transicionar (cambio de sexo), pero también empieza a haber un "boom" de gente que se arrepiente de haber transicionado. Las intervenciones médicas para transicionar son irreversibles incluso farmacológicamente. A mucha gente se le ha vendido la idea de que los males que está viviendo en la adolescencia, que es una etapa en la que lo raro es encontrarse bien, son debidos a que no saben que en verdad son del otro sexo. Las redes sociales están llenas de personas que han transicionado y juran que todos sus males se resolvieron. Muchos caen en esa narración salvífica, casi mitológica de esa transformación personal en la que renacerás siendo tú mismo. La realidad es que no es así. Es habitual que haya unos primeros momentos de euforia, pero en muchísimos casos, al cabo de unos meses la realidad se impone.

¿Cuál era esa realidad?

Que tu problema no era ese, que era otro. A lo mejor no tenías asumida la homosexualidad o que tenías problemas de espectro autista, de expresiones emocionales o simplemente que no te ajustabas a los estereotipos sexuales tradicionales. No te pasaba nada en el pecho ni en el pene. La gente no se da cuenta de que cuando te hormonas tienes que hormonarte cada uno de los días de tu vida. Desde el transactivismo, a los transicionadores se les trata como héroes, que se atrevieron a ser ellos mismos; pero a los destransicionadores los ocultan como traidores y dicen de ellos que no fueron unos verdaderos trans. Sufren una doble victimización porque se encuentra que al mal momento que están pasando se une que el movimiento que les apoyó ahora les abandona y no les vuelve a mirar a la cara.

¿Qué impacto ha tenido la ley trans?

La ley trans impone, en aras de una ideología, que los profesionales solo podemos afirmar las peticiones de los adolescentes, no podemos tener juicio propio. Si vienen pidiendo hormonas hay que dárselas, no tenemos nada que opinar al respecto. Y eso es igualarnos al vendedor de un centro comercial y quitarnos nuestro criterio clínico. Eso va a dar lugar a muchísimos problemas y va a provocar mucho sufrimiento. Han entrado, ideología en mano, en el campo de la intervención clínica.

¿Intentaron hacerse oír?

Intentamos ir al Congreso de los Diputados a que se nos oyera, pero siempre se nos negó la palabra. Ni el PSOE ni Podemos nos quisieron recibir, han entendido que los especialistas no tenemos nada que decir porque este es un tema de ser uno mismo; sí nos recibió el PP porque le convenía hacer oposición.

Lo más llamativo es que a una cierta edad no hay que pedir permiso para cambiar de sexo.

A partir de los 16 cualquier persona puede elegir libremente cuál es su sexo y no tienen más que manifestarlo. No se les hará ninguna pregunta, ningún peritaje y se le inscribirá con el sexo que quiera. Antes de los 16 también se podrá hacer si tiene apoyo paterno. Hay muchos padres confundidos que, ante expresiones de sus hijos menores, que se ajustarían al estereotipo del otro sexo, pueden confundir lo que está ocurriendo.

Defienden que hay una fascinación adolescente por todo lo trans.

El discurso trans es el "pack" completo adolescente. Incluye una estética, una ética, un lenguaje, unos referentes, un criterio para distinguir quién es de los míos y quién de los malos; e incluye también la temática del yo y del sexo que son los dos grandes temas adolescentes. Es un discurso que tiene ese punto mitológico del viaje del héroe en dónde una persona gris con sus problemas cotidianos sufre una tremenda crisis personal y renace convertido en el Mesías. Cómo no vas a fascinarte con esas cosas.

¿Cómo se afrontan los casos de transexualidad en los colegios?

Los profesores no tienen formación adecuada y acostumbran a dejar este tipo de temas a asociaciones de educación sexual que pertenecen a los colectivos transgeneristas para que impartan talleres de educación sexual. Todos sentimos una simpatía obvia y justificada por las personas de orientaciones sexuales no heterosexual y a la gente de la calle y también a los profesores les suena que este es un tema de este estilo. Pero no es del mismo tipo. La idea transgenerista se está colando en las escuelas de forma completamente masiva, sin ninguna criba y ese es un grave problema que hay que abordar.