TENDENCIA EN LAS PLAYAS

La plaga de los altavoces 'bluetooth': un problema educativo de difícil solución

La música a todo volumen se ha convertido en una estampa más del verano, generando conflictos en la convivencia

Dos jóvenes escuchan música en la playa con un altavoz inalámbrico, esta semana en Barcelona. Ricard Cugat

Dos jóvenes escuchan música en la playa con un altavoz inalámbrico, esta semana en Barcelona. Ricard Cugat

Olga Pereda

Da igual el nombre de la playa. Da igual que esté en el Cantábrico, en el Mediterráneo o en el Atlántico. En todos los arenales de la costa española se repite la misma escena: grupos de jóvenes desenfundan su altavoz portátil, lo conectan con el móvil por 'bluetooth' y retumba la música. Los amplificadores de sonido son muy pequeños en tamaño pero muy grandes en potencia. A semejante volumen, las canciones molestan al resto de bañistas y suponen un serio problema de convivencia.

Tener un vecino playero armado con un aparato electroacústico es una de las 25 peores cosas que te pueden pasar en verano, según dictamina el 'Jueves' en su último número. La revista humorística retrata en su portada una típica estampa estival, donde el altavoz comparte protagonismo con sombrillas, raquetas y tatuajes.

Más allá de las ordenanzas emitidas por algunos ayuntamientos para prohibir la contaminación acústica, estamos delante de un complejo problema social y, sobre todo, educativo. Así lo afirman sociólogos, médicos y psicólogos. La solución no es fácil. Y menos en un país donde la cultura del ruido está marcada a fuego.

"No son conscientes de que están molestando. Es una afirmación del yo: yo soy mayor, yo actúo, yo decido, yo opino"

Antonio Ríos

— Medico especializado en terapia familiar

Aunque hay adictos de todas las edades a la música a todo volumen, se trata de un fenómeno mayoritariamente juvenil. En todo caso, la culpa de esta ruidosa plaga no es de ellos. “No son conscientes de que están molestando al resto”, explica Antonio Ríos, especialista en terapia familiar y autor del ensayo '¡La adolescencia se termina!' (Plataforma Actual). Ríos añade que actuar de forma egoísta forma parte del proceso psicológico que conlleva la adolescencia: “Es una afirmación del yo: yo soy mayor, yo actúo, yo decido, yo opino”.

En la adolescencia -la etapa más compleja de la vida- la pertenencia al grupo es fundamental. “Se sienten mayores y se reafirman en sus gustos”, subraya el doctor Ríos. La ciencia demuestra que estar con sus iguales -y no precisamente con sus padres- les genera oxitocina en el cerebro.

Un problema de educación

Una vez explicado por qué lo hacen, Ríos apunta a un serio problema de educación y destaca que nadie ha enseñado a esos jóvenes que hay que convivir con otra gente que no tiene sus gustos. “Tanto en las familias como en las escuelas hay una permisividad más que cuestionable, un buenrrollismo y un colegueo que lleva a no poner límites a los chavales, que piensan que pueden hacer lo que les da la gana, sin tener en cuenta la solidaridad social”, advierte el divulgador. Y lanza un aviso a padres y madres: "Otorgar, premiar y comprar sin límites, creyendo que así tu hijo será más feliz, es un tremendo error educativo".

El autor de '¡La adolescencia se termina!' insiste en que la sociedad, la escuela y las familias han cometido el error de conceder una enorme permisividad a los adolescentes. El modelo de autoridad ha cambiado. Ahora mismo, los adultos ya no son autoridad en la calle. Por eso, si un bañista le pide a un grupo de jóvenes que bajen la música puede que le hagan caso, pero también se arriesga a que le digan que ellos hacen lo que les da la gana. El médico psicoterapeuta aconseja que jamás se entre en una espiral de violencia verbal o física. Otra opción es acudir a un guardia urbano, pero, en su opinión, la solución definitiva pasa por una mejor educación tanto en las familias como en las escuelas para que, al margen de toda ideología política y religiosa, no se pierda el valor del respeto. 

Tanto en los talleres que imparte como en consulta, el doctor Ríos no se cansa de repetir que la receta para emprender una buena educación es combinar el amor con la autoridad: “El amor es la aprobación, la validación y el refuerzo positivo. Lo segundo, son las normas, los límites, las responsabilidades y las consecuencias”. Y resume: “Somos los que más queremos a nuestros hijos, pero también los que más les amargamos la vida”.

En cuestión de unas pocas décadas, la cultura de la educación y la crianza ha cambiado. “Flaco favor hemos hecho a nuestros hijos e hijas, a los que no hemos inculcado el respeto a los demás. Les exigimos poco y les damos todo”, subraya Elisa Chuliá, profesora de Sociología de la UNED e investigadora de Funcas. Chuliá explica que no tener interiorizadas las normas de convivencia es algo independiente de la clase social. “Ser egoísta forma parte de la condición humana, pero educar también es constreñir. Y nos estamos relajando demasiado”, analiza la experta.

“Flaco favor hemos hecho a nuestros hijos e hijas, a los que no hemos inculcado el respeto a los demás. Les exigimos poco y les damos todo”

Elisa Chuliá

— Profesora de Sociología de la UNED e investigadora de FUNCAS

Una moda o una cultura asentada

¿Estamos delante de un problema de considerable magnitud? Infinitamente más masiva que el mítico ‘hortera del transitor' de los 80 y los 90 del siglo pasado, la actual epidemia musical a todo volumen no es una cuestión social preocupante “siempre y cuando sea una moda pasajera de juventud”, aclara la investigadora de Funcas. Sin embargo, añade que se deben encender todas las alarmas si se consolida el comportamiento y el carácter de este tipo de juventud para terminar siendo una generación de adultos poco solidarios y egoístas.

“No estamos delante de una generación de irresponsables”, sentencia la docente universitaria, que recuerda que los jóvenes que ponen música atronada en los altavoces no son realmente conscientes de que molestan. Simplemente, es que la tecnología es así de accesible. “No hablamos de chicos malos ni tienen mala intención sino que carecen de consideración hacia los otros y no han interiorizado las normas de convivencia. Pero la responsabilidad no es suya, es nuestra. Los adultos tenemos un problema con la educación”.

Chuliá no es partidaria, ni de lejos, de volver a una educación rígida como las anteriores generaciones, pero sí de encontrar un “justo término medio”. La investigadora destaca que no todos los jóvenes son ruidosos y estridentes. El problema es -concluye- que los prudentes no están igualmente representados en el espacio público.

Cultura del ruido

La periodista, escritora y divulgadora Eva Millet, una de las mayores expertas en España del fenómeno de la hiperpaternidad, también exculpa a los chavales y dirige su mirada hacia la cultura del ruido y sus responsables: colegios, asociaciones de padres y madres y ayuntamientos que relacionan todo el ocio con la música a volumen extraordinario a pesar de los problemas de salud que conlleva, incluida la pérdida auditiva.

“No sabemos celebrar nada sin canciones atronadoras. El resultado es una generación educada en el ruido, así que los adolescentes, efectivamente, no son conscientes de que molestan cuando ponen en la playa sus altavoces”. Millet se define como “madre activista contra el ruido” y llegó a escribir un decálogo para los coles. En su opinión, el miedo al silencio es un enemigo contra el que hay que luchar.

“No sabemos celebrar nada sin canciones atronadoras. El resultado es una generación educada en el ruido”

Eva Millet

— Periodista, escritora y divulgadora

Autora, entre otros ensayos, de ‘Hiperpaternidad' y 'Niños, adolescentes y ansiedad' (Plataforma Actual), la divulgadora añade que muchos niños y niñas están siendo educados, además de en el ruido, en el ‘solo importo yo’. El egocentrismo es -concluye- un resultado más de la hiperpaternidad: la excesiva sobreprotección a los hijos e hijas, que se convierten en seres blanditos incapaces de solucionar problemas.