Día Internacional del Beso
Por qué no debes obligar a tus hijos a dar besos a la familia
Con o sin pandemia, no obliguemos a los niños y niñas a besar a nadie
Marina Borràs
A todos nos gustaría que nuestros hijos e hijas fueran amables, cariñosos, simpáticos y agradecidos, no cabe duda. Nos gustaría tanto que, a veces, creemos que la mejor manera de conseguirlo es obligándoles, porque, claro, son pequeños… y no van a entender las explicaciones que les demos, ¿no?
Esto lo vemos ejemplificado cuando les “invitamos” obligatoriamente a dar besos a la gente, ya sean familiares o personas totalmente desconocidas para ellos, como la vecina del pueblo o el panadero de la esquina. Sin embargo, ¿conseguiremos así que sean los niños más amorosos del mundo? ¿O, por el contrario, les estamos mandando un mensaje perjudicial sin querer?
Razones para no obligar a tus hijos a dar besos
El psicólogo Alberto Soler explica por qué obligar a nuestros hijos e hijas a dar besos no es para nada recomendable: “Para los peques un beso o un abrazo puede ser algo más que un simple convencionalismo, son manifestaciones de cariño, de afecto, no se lo dan a cualquiera. Está bien que sean selectivos y que miren bien a quién se acercan”.
"¿Obligaríamos a nuestra pareja a dar un beso a alguien en contra de su voluntad? ¿Nos gustaría que nos obligaran a nosotros? ¿Cómo nos sentiríamos?"
Por lo tanto, Soler nos da varias razones para no obligar a los peques a besar a nadie:
- Les transmitimos un mensaje que puede tener su peligro: que no respetamos su poder de decisión sobre su cuerpo y sobre a quién da besos y a quién no. Nos dice Alberto: “Con eso de forzar las manifestaciones de afecto, ¿qué les estamos enseñando? ¿Que si un adulto les dice que tienen que darle un beso, ellos tienen que ser obedientes? ¿Realmente queremos que se comporten así? ¿O queremos que aprendan que solo ellos pueden decidir sobre su propio cuerpo y que tienen derecho a decidir cuándo quieren dar un beso y cuándo no?”.
- Si nos pusiéramos en su lugar, no lo haríamos. Alberto nos invita a recordar cómo nos hacía sentir de pequeños esta típica escena. Y más aún: “¿Esta misma situación la consideraríamos apropiada en el caso de un adulto? ¿Obligaríamos a nuestra pareja a dar un beso a alguien en contra de su voluntad? ¿Nos gustaría que nos obligaran a nosotros? ¿Cómo nos sentiríamos?”.
- Vemos un problema donde no lo hay. Nuestro hijo o nuestra hija besará a la tía Antonia, que ha venido de visita, si coge confianza. “Si les dejamos tranquilamente puede que en unos minutos se les pasen las vergüenzas y jueguen tranquilamente con la tía Antonia en cuestión. Si la tía Antonia juega con el niño o la niña, le escucha y no hace como si no existiera será mucho más fácil que luego acceda a darle un beso”, nos dice Alberto.
- La capacidad de dar besos no es una habilidad compleja que necesite entrenarse. De hecho, en el fondo, deberíamos preguntarnos, dice Alberto, qué nos preocupa realmente de esta situación: “¿La educación de los pequeños o la mirada de los mayores? ¿El qué pensarán de mí si no le digo nada a mi hijo?”. Y es que la convención de dar besos no se entrena, “con esperar que ellos vayan entendiendo que es un convencionalismo lo harán igual que lo hacemos los mayores”, nos cuenta el psicólogo.
- Forzar nunca es una buena idea. “Como en muchos otros aspectos de la crianza y la educación, creo que forzando las cosas no conseguimos más que hacer grande el problema… si es que esto es un problema”, subraya Alberto.
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