LA ENTREVISTA

Mercedes Balcells-Camps, ingeniera de tejidos: "He oído el sonido de una célula cancerosa"

Es una de las pocas investigadoras principales del Massachusetts Institute of Technology y está empeñada en 'fabricar' órganos y tejidos artificiales

Mercedes Balcells-Camps

Mercedes Balcells-Camps / Ferran Nadeu

Núria Navarro

Núria Navarro

Pertenece a una estirpe de ingenieros y arquitectos catalanes, los Balcells-Buïgas, autores de símbolos de Barcelona como el monumento a Colón, la Font Màgica y los bancos Transatlántico y Atlántico de la Diagonal. Pero Mercedes Balcells-Camps (Barcelona, 1972) se dedica a otras estructuras: crea ‘andamiajes’ para construir órganos y tejidos artificiales con la tozuda idea de aliviar las listas de espera de los trasplantes. La catalana, invitada por CosmoCaixa, es una de las poquísimas investigadores principales de ingeniería biomédica del Massachusetts Institute of Technology (MIT).

Es ingeniera de tejidos, pero no trabaja en Inditex.

[Ríe] Y cuando digo a qué me dedico en inglés -tissue engineer- es aún más cómico: piensan que hago papel higiénico, que también es importante.

¿Qué les responde?

Que la ingeniería de tejidos utiliza materiales biodegradables, células humanas y estímulos mecánicos para recrear un órgano o un tejido del cuerpo con el fin de diagnosticar antes las enfermedades y dar con soluciones sin experimentar con animales, que para mí es muy importante.

¿Veremos órganos a la carta pronto?

Ya se están haciendo piezas para reparar huesos, ligamentos, piel, válvulas de corazón. El riesgo tiene que estar muy calculado. Los protocolos son muy estrictos. Es necesario que lo sean.

Tengo entendido que en el MIT tiene un mote.

Me llaman cheerleader [animadora]. Me gusta transmitir pasión al equipo, porque el 99% de las veces las cosas no salen bien. Y cuando algo sale bien, lo celebramos de todas las maneras. Desde aplausos a tomar unas birras.

"Me llaman 'cheerleader'. Me gusta transmitir pasión al equipo, porque el 99% de las veces las cosas no salen bien".

Cuénteme un momento de éxito.

He oído el sonido de células de cáncer de mama. Producen un eco que permite distinguir si es o no metastásica (las membranas son un millón de veces más pequeñas que un pelo). En el futuro se podrá detener el corte cuando el aparato detecte células sanas.

¿A qué suena una célula cancerosa?

Depende del grosor de la membrana y de la elasticidad. La célula metastásica es más flexible. Suena distinto.

Formar parte de la élite del MIT también lo es. ¿Le costó?

Mucho. En el MIT hay mil profesores y por cada 30 hay un investigador principal. Cuando llegué solo éramos dos mujeres. Hay que trabajar mucho, no rendirse nunca, no dejar que te pisen, ser humilde, muy flexible.

¿Venía con esas cualidades de casa?

Se me daba bien la ciencia, y tuve un entorno que me arropó y alimentó mis ganas. Vengo de una familia creyente que me decía: "Si Dios te ha dado 10 talentos, hay que retornar 10 a la sociedad". Ese es mi motor. Mis proyectos de investigación son una excusa para hacer justicia, para luchar en favor de la diversidad y la inclusión.

Si ese Dios existe, permite demasiado sufrimiento, ¿no cree?

Somos nosotros los que tomamos malas decisiones. Ensuciamos el planeta, comemos cosas que nos perjudican. Nosotros lo estropeamos y yo intento repararlo.

¿Sabe cuál es la mejor prevención?

Llevar una vida saludable, tener relaciones sociales y tiempo para uno. 

Poco tendrá usted.

Yo salgo cada mañana a pasear por el bosque.

Apuesto a que algún peaje ha pagado.

Yo me casé para toda la vida y estoy divorciada. Era de 'excelente' cuando estudiaba y cuando investigaba de soltera, pero en el MIT me convertí en una madre, una hija, una amiga y una pareja de 'notable'.

¿Demasiada zancadilla que encajar en el MIT?

Más o menos una cada trimestre. De todo tipo. He encabezado investigaciones y no ha salido mi nombre en la patente, me han hecho redactar proyectos que luego no se tuvieron en cuenta, he visto jefes que se llevaba las medallas. Incluso me llevaron a juicio. Pero soy tozuda y siempre salgo reforzada.

Perdón, ¿ha dicho "juicio"? 

Logré convencer al alcalde de Miami de hacer un programa de educación y tecnologías médicas para inspirar carreras científicas en escuelas muy pobres. Y cuando llegó el covid, desarrollamos vídeos educativos. Pedí un millón de dólares para el proyecto y el MIT me investigó porque no se creían que con tan poco dinero hubiera hecho tanto, y me cerraron el programa. Ponía en riesgo el nombre de la institución.

"Después de formar a una élite de científicos, sueño con volver a casa para compartir lo aprendido".

Después de 30 años en EEUU, ¿quizá sea hora de volver?

Mi hija menor se irá a la universidad y tendré el nido vacío. Así que, después de formar a una élite de científicos, sueño con volver a casa para compartir lo aprendido.

Dejar su 'monumento' en Barcelona, como sus antepasados.

Sin quererlo, me he convertido en referente de muchas niñas sobre la compatibilidad de ser madre y liderar equipos. Y quiero recuperar mi lado más social, dedicarme a las poblaciones más vulnerables. Ese es mi plan para los próximos 15 años.