DERECHO BÁSICO

La sanidad pública en Europa: una bomba de relojería

La pandemia de covid ha acabado de tensionar un sistema lastrado por la infrafinanciación y la falta de personal

Una sanitaria del Hospital Clínic en octubre de 2020, en pleno covid.

Una sanitaria del Hospital Clínic en octubre de 2020, en pleno covid. / Manu Mitru

B. Arce (Londres) / E. Bonet (París) / A. Jerez (Berlín) / L. Font (Lisboa) / I. Savio (Roma) / S. Martinez (Bruselas) / B. Pérez (Barcelona)

La sanidad pública en Europa pasa por momentos de extrema tensión, lo que la convierte en una auténtica "bomba de relojería" que podría llevar incluso al "colapso del sistema de salud", en palabras de Hans Kluge, director general de la OMS para Europa.

Se ha llegado a esta situación por varias causas: el envejecimiento tanto de la población como del personal sanitario (en un tercio de los países europeos, al menos el 40% de los médicos tienen más de 55 años, según datos de la OMS), la falta de personal, que crea "desiertos médicos", los bajos salarios y las largas jornadas de trabajo, los recortes y la falta de inversión.

La pandemia de covid-19 ha acabado de agravar estas carencias, que han hecho estallar a los profesionales de la sanidad. En el Reino Unido, las enfermeras se han plantado por primera vez en 100 años.

En España, Madrid vive una huelga médica desde hace semanas y en Catalunya, hay un paro sanitario convocado para los días 25 y 26 de enero para denunciar la falta de recursos. España gasta en sanidad pública por habitante 1.907 euros, un total de 90.317 millones, el 8% del PIB, según la última Estadística de Gasto Sanitario Público correspondiente a 2020. Según esa lista, los países en 'mejor situación' son Alemania y Francia, con una inversión del 10,9% y 10,3% respectivamente.

Repasamos a continuación de la mano de los corresponsales de EL PERIÓDICO, del grupo Prensa Ibérica, el estado de la sanidad pública en los principales países europeos.

Huelgas inéditas en Reino Unido

Listas de espera cada vez más largas, saturación de los servicios de urgencia, escasez de camas y de personal. La sanidad pública británica (NHS), fue un modelo en el mundo, pero ahora sufre un deterioro que algunos profesionales consideran irreversible. Años y años privada de recursos suficientes han desembocado en una crisis de dimensiones nunca vistas. En octubre eran más de siete millones las personas esperando poder recibir tratamiento y casi tres millones las que han tenido que esperar seis meses para recibirlo.

Una de las prioridades del Gobierno de Rishi Sunak es reducir esas listas de espera, que incluso están afectando a los enfermos de cáncer. El servicio de ambulancias también está saturado con esperas de hasta 11 horas en algunos casos urgentes. Su personal se ha declarado en huelga este pasado diciembre, al igual que lo han hecho las enfermeras por primera vez en más de 100 años.

Para el día 11 hay prevista una nueva huelga de los conductores de ambulancias y para el 18 y 19 de enero, otra de las enfermeras. Un gran problema es lo deficiente de la asistencia social, especialmente para los mayores o personas con necesidades especiales. Un reciente estudio indicó que uno de cada tres pacientes hospitalizados podría ser dado de alta, pero no es posible porque no hay una casa o una residencia dónde mandarles. BEGOÑA ARCE

Falta de personal en Francia

Las protestas en la sanidad pública francesa vienen siendo recurrentes en los últimos años. Tras el inicio de la pandemia del covid-19, el Gobierno prometió en el verano de 2020 un plan de inversiones de 19.000 millones de euros en diez años para los hospitales. Eso sirvió para que las enfermeras y enfermeros en Francia dejaran de ser de los peores pagados entre los países de la OCDE y su sueldo se situara en la media de los países desarrollados. A pesar de ello, los centros sanitarios aún sufren problemas por la falta de personal. Así lo demuestra que cerca de un 20% de las camas en los hospitales están cerradas por la escasez de personal.

Los hospitales han estado bajo tensión este pasado 2022, tanto por las oleadas de calor en verano como por el aumento de casos de covid-19 o de bronquitis durante el otoño. De hecho, colectivos de profesionales sanitarios piden contratar 100.000 enfermeras y enfermeros más para reforzar el sistema público. ENRIC BONET

Lógica privada en Alemania

El actual ministro federal de Sanidad alemán, el socialdemócrata Karl Lauterbach, ha prometido recientemente una reforma integral del sistema sanitario del país que ponga "en primer lugar" a la medicina "en lugar de la economía". Las palabras de Lauterbach catalizan una crítica histórica: que la sanidad pública alemana funciona cada vez con una mayor lógica privada.

Los hospitales se financian a través del principio de tarifas; es decir, reciben dinero del Estado en virtud de la cantidad de casos tratados, siendo algunas patologías mejor remuneradas que otras. Ello genera a menudo un funcionamiento que persigue aumentar la facturación por cama en lugar de ofrecer un buen servicio a los pacientes a través de las terapias aplicadas.

Y ello genera en la ciudadanía la sensación de que no son pacientes, sino clientes, cuando acuden a un hospital público o un consultorio de un especialista) y con una tarjeta de una caja de salud pública). "Hay una tendencia a la medicina barata", argumenta Lauterbach.

A ello hay que sumar dos problemas más: la falta de personal médico y de enfermería (un fenómeno que, en realidad, afecta a otros muchos sectores laborales a causa de la crisis demográfica) y la insuficiente financiación relacionada, de nuevo, con el principio de pago por tarifa. Durante la pandemia, muchos hospitales dejaron de atender determinadas enfermedades menos graves de forma preventiva (para reducir el número de contagios con covid). Ahora tendrán que devolver el dinero que habían recibido de manera provisional para tratar esos casos, lo que generará estrecheces financieras, según advierte la Sociedad Alemana de Hospitales (DKG). ANDREU JEREZ

Urgencias en pie de guerra en Portugal

Las largas esperas en las urgencias de los hospitales portugueses, especialmente en la región de Lisboa, han puesto en pie de guerra a los médicos y enfermeros. Decenas de profesionales han presentado su dimisión en las últimas semanas en varios hospitales del país para protestar contra la falta de personal y las bajas remuneraciones. En algunos centros de la capital se han llegado a registrar hasta 14 horas de espera para los pacientes urgentes, un problema que se suma a las limitaciones en servicios de obstetricia, que han obligado a cerrar temporalmente varios centros en los últimos meses.

El Gobierno portugués ha activado un plan de invierno para dar respuesta a la alta afluencia a las urgencias, debida al aumento de casos de gripe y de covid. Una de las medidas ha sido ampliar los horarios de atención en los centros de salud para tratar de tratar a los pacientes con síntomas más leves. Una medida que sin embargo no satisface a los profesionales, que advierten de que la atención primaria tampoco tiene capacidad de respuesta. Más de un millón de portugueses, un 10% de la población, no tiene un médico de familia asignado.

El ministro de Salud luso, Manuel Pizarro, que sustituyó hace apenas unos meses a la dimitida Marta Temido, ha reconocido las carencias en los centros de salud y ha pedido a la población que contacte por teléfono con los servicios médicos antes de desplazarse a los hospitales. Pizarro también ha reconocido la posibilidad de colaborar con la sanidad privada para dar respuesta a una eventual saturación de los hospitales públicos en los próximos meses. LUCAS FONT

Infrafinanciación en Italia

En Italia el sistema sanitario público está bajo una enorme presión a causa de la pandemia del coronavirus. En particular, los principales problemas que han quedado claramente evidenciados han sido una escasez de camas en los hospitales y un insuficiente número de sanitarios y personal especializado en el sector público; todos fenómenos derivados, como en España, de los recortes y de la infrafinanciación de los años anteriores a la pandemia.

Esta situación perdura en parte en la actualidad y preocupa de cara también a la gripe, que ya ha enfermado a más de tres millones de italianos. En paralelo, siguen alarmando las cifras de los contagios por covid, especialmente en Apulia, región del sur de Italia que en estos momentos es considerada de riesgo alto. IRENE SAVIO

'Burnout' en Bélgica

El sistema de salud en Bélgica, que está basado en una especie de copago en el que la sanidad no es cien por cien gratuita, también sufre tensiones debido a la falta de personal sanitario suficiente. Aunque no existe la misma crispación que durante la primera ola del covid, cuando hubo numerosas movilizaciones por la escasez de enfermeros, particularmente en el ámbito de los cuidados intensivos, e incluso por la obligación de vacunar al personal sanitario, la carga de trabajo sigue disparada por la doble afluencia de pacientes -de covid y otras enfermedades- y el síndrome de ‘burnout’ (desgaste profesional) y el absentismo laboral, sin que haya habido contratación de refuerzos en los hospitales.

Una fatiga que también sufren los médicos de familia, cuya carga de trabajo también ha aumentado para aliviar la presión en los hospitales. Según un informe publicado este año por el centro federal de expertos de cuidados sanitarios, la situación general ya era crítica antes de la pandemia y el covid no ha hecho sino agravarla en un país que destina poco más del 10% del PIB a sanidadSILVIA MARTINEZ

La primaria, la 'hermana pobre' en España

La pandemia de covid-19 ha visibilizado las costuras de la sanidad pública de España, una de los mejores del mundo. Sigue estando entre las mejor consideradas, pero su prestigio ha decaído en los últimos años. El principal problema es que faltan médicos y enfermeras: muchos se van al extranjero en busca de mejores condiciones laborales. Pero, además, hay toda una generación de sanitarios 'boomers' que se está jubilando y que no podrá ser cubierta (en Catalunya se jubilarán 9.000 médicos en la próxima década).

El año pasado, las masivas manifestaciones ciudadanas en Madrid (tras la decisión del gobierno de Ayuso de reabrir 80 centros de urgencias extrahospitalarias sin planificación ni personal suficiente) empujaron a otras comunidades a movilizarse. Por ejemplo, Cataluña, cuyos médicos de la sanidad pública, tanto de hospitales como de la atención primaria, irán a la huelga el 25 y 26 de enero. Denuncian extenuantes jornadas laborales (son pocos sanitarios para muchos enfermos) que les hacen temer por la seguridad del paciente, malas condiciones laborales y un exceso de burocracia.

La más perjudicada es la atención primaria, la 'hermana pobre' del sistema sanitario público pero en cuyas espaldas ha recaído el principal peso de la pandemia. El año pasado en España, un total de 71 plazas MIR de medicina de familia y comunitaria quedaron el año pasado sin cubrir, debido a la sobrecarga laboral y a las mejorables condiciones laborales que se vive en los centros de salud. Todo esto mientras faltan médicos de familia. La precariedad se traduce en esperas de hasta un mes para acceder al médico de cabecera en ciudades como Barcelona.

Además, el aumento de trastornos mentales debido a la pandemia también ha visibilizado la falta de psiquiatras y psicólogos en la sanidad pública. Son pocos especialistas de salud mental atendiendo una notable subida de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) o intentos de suicidio, especialmente en la población infanto-juvenil.

Un ejemplo: en la unidad especialidad en TCA del Hospital de Sant Pau (Barcelona), de referencia para todo el Barcelonès, solo trabajan una psiquiatra a jornada completa, otra a media jornada y un psicólogo a jornada completa. Un psicólogo y una psiquiatra y media para tratar a unos 225 pacientes al año. BEATRIZ PÉREZ