SALUD MENTAL

Complejos físicos: ¿en qué momento empezamos a no querernos?

La gordofobia, o el rechazo a las personas con sobrepeso u obesidad, y la presión estética están detrás de muchos complejos físicos

La comparación con los demás en redes sociales puede generar ansiedad, factor desencadenante de Trastornos de la Conducta Alimentaria

Cartel publicitario

Cartel publicitario / Miguel Lorenzo | EPC

María G. San Narciso

María G. San Narciso

Da igual cómo sea nuestro cuerpo. Lo habitual es detectar fallos cuando lo vemos sin ropa en el espejo. El peso, el tamaño y la forma de nuestros genitales, nuestros pechos, las arrugas, las estrías que se abren entre la piel, la forma de la nariz… No hay parte que no sea susceptible de ser criticada. Por nosotros y por los demás. Es difícil escapar de eso cuando las imágenes que nos proyectan desde las pantallas siguen unos cánones de belleza difíciles de alcanzar. 

La campaña ‘El verano también es nuestro’, más allá de las polémicas y desastres varios en la ejecución y publicación del famoso cartel, nació con la vocación de mostrar que hay cuerpos no normativos, es decir, que no responden al estereotipo social dominante, con el mismo derecho que el resto a disfrutar de la playa en bañador. 

El cartel suscitó críticas y mofas desde que se publicó. Muchas ironizando con la idea de que “menos mal que viene Irene Montero a decirnos que podemos ir a la playa”. Evidentemente, todo el mundo puede ir, pero se trata de hacerlo “sin culpa y sin vergüenza”, como escribían las responsables de la campaña. 

“Incluso si nuestro cuerpo es normativo, siempre nos encontramos ante un entorno que señala constantemente la necesidad de corregir cada ‘defecto’. No nacemos cuestionando nuestro cuerpo, sino que aprendemos a criticarlo”, asegura Eli Custó, nutricionista especializada en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y Mónica González, terapeuta en autoestima corporal del Proyecto Princesas. 

¿Cuándo empezamos a odiar el cuerpo?

La actriz Emma Thompson decía durante la presentación en la Berlinale de su última película ‘Good luck to you, Leo Grande’, que a las mujeres nos habían lavado el cerebro para que odiemos nuestro cuerpo. "Todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos", aseguraba ante los periodistas.

Es obvio que no crecemos juzgando nuestros cuerpos. “Los niños nacen con capacidad para valorar su cuerpo no solo como una imagen, sino como un instrumento que les permite vivir. Por eso, a medida que nuestros cuerpos son ‘cosificados’ es más fácil que aparezca la vergüenza, porque lo valoramos únicamente por cómo luce. Nuestra historia familiar, el componente sociocultural y la propia personalidad han construido el aprendizaje de la gordofobia”, explican Custó y González.

La artista multidisciplinar y maestra de Educación Artística Cinta Tort sufrió la “presión estética y una violencia sistemática hacia su cuerpo siendo adolescente”. “Tenía la sensación de ser un bicho raro. Te planteas objetivos vitales para encajar, porque el sistema te dice que tener un cuerpo delgado y bello se vincula al éxito”, afirma.

Ella creció con ese “imaginario colectivo gordofóbico” en un pueblo muy pequeño, sin una realidad disidente de género e identidad sexual. Ahora considera que hay muchas más referentes, como Magda Piñeyro, co-fundadora de Stop Gordofobia y autora de ‘10 gritos contra la gordofobia’ (Vergara, 2019).

Como maestra, reconoce que “falta mucha formación en clave de género, donde se trabaje la diversidad de los cuerpos”. “Los adultos con los que estuve en ese momento no supieron acompañarme, no tenían herramientas. Estábamos superdesprotegidas, sin una red de apoyo. Había una psicóloga en el instituto para toda la unidad educativa”, recuerda de sus tiempos en el instituto. 

Un problema que sigue igual

Casi 10 años después de aquello, parece que la situación no ha cambiado mucho. “El cambio generacional no ha rebajado la importancia del aspecto físico o corporal. En parte, porque la gordofobia -la discriminación y el rechazo a las personas gordas por el hecho de serlo- es un valor cultural que aún se traslada de generación en generación. Además, las redes sociales -algo que forma parte de las nuevas generaciones- contribuyen a empeorar la falta de aceptación corporal, la ansiedad por comparación y el rechazo a la mínima imperfección física. Prueba de ello son los innumerables filtros (la mayoría, increíblemente naturales) que están forzando una homogeneidad física: ojos grandes, labios voluptuosos, cuerpos tonificados, rostros sin líneas de expresión…”, añaden las responsables del Proyecto Princesas. 

Ahora hay más referentes para los jóvenes, pero el uso de las redes sociales en la adolescencia puede ser determinante. “En la etapa adolescente forjamos nuestra propia personalidad. Vivimos mucho más de la imagen de cara al exterior, de redes sociales como Instagram o TikTok que provocan la imitación del otro”, explica la psicóloga Rosana Pereira, directora de Haztúa Psicología Postiva. 

Compararse con influencers, actrices, cantantes y modelos en esta etapa vital puede, en opinión de la psicóloga, influir en la mala imagen de uno mismo. “Hay que trabajar en la prevención. Hay chavales desde muy pequeños viendo vídeos en TikTok. Si nadie está sentado con ese niño o niña, al final consumen contenidos sin un criterio, ni análisis ni razonamiento crítico. Eso provoca que todos queramos ser iguales sin salir de la norma”, prosigue Pereira. 

Cuando deriva en un problema de salud

Proyecto Princesas añade que si al navegar por las redes sociales se detecta una necesidad obsesivo-compulsiva de comparación corporal constante, de hacerse selfies, de chequearse el cuerpo o de querer controlar aún más el tipo de entrenamiento o el tipo de nutrición, estamos ya ante conductas peligrosas que no deben ser ignoradas. 

“Empeoran la ansiedad sobre el tamaño y forma corporal, factor de riesgo para desarrollar un Trastorno de Conducta Alimentaria o Trastorno Dismórfico Corporal TDC, entre otros problemas”, señalan. Aunque afecta sobre todo a las mujeres, cada vez hay más hombres que los padecen porque la presión estética empieza a universalizarse. 

"Pasamos de ver el cuerpo como un todo a percibirlo como partes no integradas entre sí: las cartucheras, las piernas, los tobillos, el pecho…"

El problema es sistémico y eso afecta a nivel tanto educativo, social y sanitario. Las responsables del proyecto recuerdan que las personas con cuerpos grandes tienen menos posibilidades de ser diagnosticadas de un trastorno alimentario que las que tienen un "peso normal" o "bajo peso", sobre todo si dejan de comer. 

Más cirugías por la presión estética

"La presión estética, junto con otro tipo de experiencias vividas en la infancia, asociadas al rechazo, la vergüenza, las dificultades para relacionarnos tanto con la familia como con nuestros iguales durante la etapa escolar, contribuyen a generar patologías, como los TCA, trastornos de carácter obsesivo-compulsivo o dismorfofobias, un trastorno mental que genera una imagen distorsionada del propio cuerpo. Además de que, evidentemente, estas personas lo pasan mal a nivel psicológico", apunta Alejandro Muñoz Recarte, director de Psicología Aesthesis.

“Y si nos alejamos del plano médico, solamente es necesario echar un vistazo a qué tipo de cuerpos aparecen en los medios de comunicación, cine o publicidad: en los productos de belleza y la ropa cuesta observar diversidad en la mayoría de las marcas”, añaden las responsables del Proyecto Princesas.

Muñoz Recarte afirma que las grandes marcas saben que van a vender más sus productos si los luce una persona que es "estéticamente guapa o normativa (que cumple con el canon de belleza actual)", de ahí que la publicidad esté tan sexualizada. "Esto va generando un condicionamiento subliminal que repercute profundamente en los complejos físicos, sobre todo las mujeres y en verano, cuando más se exhiben los cuerpos", añade.

Estos cánones de belleza, añade, implican una fragmentación: "Pasamos de ver el cuerpo como un todo holístico para verlo como una serie de partes que aparentemente no están integradas entre sí: las cartucheras, las piernas, los tobillos, el pecho… No forman parte de una totalidad". "La presión estética está contribuyendo a que se incrementen las cirugías de carácter estético. Es verdad que en el 99% de los casos suelen salir bien, pero también las hay en las que no", indica, recordando a las chicas que han fallecido este último año tras hacerse una liposucción por posible negligencia médica. Todas tenían un aspecto físico de lo más normativo.

Pasar de la vergüenza a la neutralidad

Superar los complejos físicos, aseguran los psicólogos, no es una tarea fácil. En el Proyecto Princesas sugieren tomarse un descanso de las redes sociales y cuidar y dejar descansar nuestro cuerpo. La salud, inciden, no solo viene determinada por la comida y el deporte.

Como enfoque práctico, estas profesionales exponen el body neutrality. "A diferencia del body positive no persigue que 'nos encante' nuestro cuerpo, sino que pase a tener un plano secundario. No se centra en la belleza sino en la funcionalidad", explican. La ventaja de esta neutralidad corporal es que "promueve construir un amor propio y una autopercepción e identidad que van más allá de nuestros atributos físicos. Nos permite apreciar todas las cosas que nuestro cuerpo nos permite hacer en lugar de presionarnos para que nos encante su forma", señalan.

“La discriminación a la que son sometidos los cuerpos gordos es estructural y sistémica, ya que se da en todos los espacios (trabajo, relaciones socioafectivas, espacios públicos, etc.) así como en comentarios de lástima, burla y ataque que reciben muchas personas con cuerpos grandes, no pueden ser trabajados mirando hacia otro lado. Esta gordofobia, junto con la violencia estética produce una vergüenza corporal especialmente notable en período estival, donde tenemos más piel al descubierto. Así que, promover la diversidad corporal en verano tiene una fuerte coherencia”, añaden las responsables del Proyecto Princesas en referencia a la campaña de Igualdad. “No se trata de promover un cuerpo sobre otro, sino normalizarlos todos y fomentar respeto hacia cualquiera de ellos”, concluyen.