PENSIONES

Primitivo, el ferretero de 84 años de Madrid que no piensa en jubilarse: “Es que me lo paso bien”

Este asturiano octogenario lleva 46 años regentando su negocio en Puerta del Ángel. Cada vez son más los cotizantes que piden la pensión de jubilación demorada: han pasado del 5,4% al 7,8% en solo un año

Primitivo, detrás del mostrador de su ferretería en Puerta del Ángel.

Primitivo, detrás del mostrador de su ferretería en Puerta del Ángel. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Roberto Bécares

En el verano de 1977, cuando Primitivo Campillo cogió aquella ferretería destartalada en el Paseo de Extremadura, casi no le veían el pelo en casa. Salía a las siete de la mañana y llegaba muy entrada la noche mientras realizaba una reforma integral del local. “Mira, para toda esta zona solo había una bombilla esférica mate de 40 watios”, recuerda en la parte interior de su tienda, El Sella, que te lleva automáticamente a otro mundo. Llaves, cerrojos, candados y mil cachivaches lucen con su respectivo precio y un meticuloso orden en las puertas de los armarios, colgados como los premios de los puestos aquellos de las escopetas de balines de la feria. 

“Esto no lo encontrarás en ningún lado, esto se hace mucho en Chile; estuve mucho tiempo para lograr que la tienda estuviera así, como está ahora”, explica tras esas enormes gafas por las que se intuyen unos ojos pícaros con mucha mili. No en vano Primitivo, que acaba de cumplir 84 primaveras, lleva toda la vida detrás de un mostrador. A veces conoce perfectamente lo que quiere el cliente antes incluso de que este termine de hablar. Primero trabajó en una ferretería de Chile, adonde marchó con 19 años a hacer las Américas porque vivía un tío suyo en San Francisco de Mostazal.  

De Panes

Dejo atrás su época de mozo en el pueblo “con más miga de toda España” (Panes, Asturias), como dice él socarrón, donde nació y se crió, y donde ayudaba en la fragua de su padre. Los domingos se iba con los amigos de fiesta a Potes, “a 28 kilómetros, con una bici sin cambios, a ver si conseguíamos darle a alguna un pellizquín”, suelta mientras le aparece la sonrisa en el rostro. Tras un viaje de vuelta a España para hacer turismo con su mujer, Gloria, de padre español, pero que conoció allá, decidieron quedarse aquí. En un primer momento en Llanes, tres años, y luego, en el 77, en los albores de la democracia, a Madrid.

Primitivo Campillo, en la entrada de su ferretería en Paseo de Extremadura.

Primitivo Campillo, en la entrada de su ferretería en Paseo de Extremadura. / Alba Vigaray

Pese a ser el Paseo de Extremadura una de las calles con más actividad comercial de toda Madrid, admite Primitivo que le costó echar a andar al negocio. “Metía directamente a mucha gente desde la calle”, cuenta el empresario, que aprecia que sigue teniendo clientes de los de toda la vida, desde que empezó. “El barrio ha cambiado mucho”, señala el que posiblemente sea el vendedor más antiguo de todo Puerta del Ángel, un barrio justo al otro lado de la M-30 al que también está sacudiendo la gentrificación. “Antes la gente te dejaba encargado algo y te decía ‘luego paso que voy a Madrid’, como si el barrio no lo fuera”, rememora sobre cómo han cambiado las cosas. 

Lo que más le preocupa en los últimos tiempos son las tiendas de los chinos, que han hecho descender el negocio. “Es que esos no generan ni empleo”, cuenta Primitivo, que podría estar jubilado hace mucho tiempo ya, pero por ahora ni se lo plantea. “Mis hijas más de cuatro veces me han preguntado que cuándo, me dicen que ya está bien. Yo les respondo que estoy bien aquí atendiendo al publico, después de tantos años es mi forma de... aquí lo paso bien”, suelta encogiendo los hombros, como diciendo que él no tiene la culpa de que trabajar le haga sentirse tan activo, a la vista de cómo se maneja por la tienda con la rapidez de un mancebo muchas veces.  

Primitivo atiende a un cliente en su ferretería de Madrid.

Primitivo atiende a un cliente en su ferretería de Madrid. / Alba Vigaray

- ¿Tú sabes, Primitivo, que por los años de más que cotizas tienes derecho a que te den un porcentaje más de pensión o que te den un cheque directamente?

(Primitivo mira detenidamente al entrevistador, sale del mostrador y hace ademán de irse de la tienda)

- ¿Pero dónde vas?

- A por mi cheque-, bromea 

No es el caso de Primitivo una rara avis, en el hecho de retrasar la jubilación; sí desde luego en la edad que tiene y que siga levantando la persiana a las 9.30 de la mañana. Según datos facilitados por la Seguridad Social, solo en el año pasado se demoraron 13.000 jubilaciones, cerca de 1.100 al mes, una cifra que se está casi doblando este año hasta junio. El pasado mayo, el Gobierno de Pedro Sánchez amplió por segunda vez el abanico de incentivos para la jubilación demorada, mediante la posibilidad de percibir un pago único por cada año cotizando de más -se puede llegar a cobrar por año de más trabajado hasta 12.000 euros en un cheque- o un incremento porcentual de la pensión. 

Pensiones denoradas

De acuerdo a los datos facilitados por la Seguridad Social a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, en el último año se ha pasado de un 5,4% de nuevas pensiones demoradas a un 7,8%. En la actualidad, de hecho, la edad efectiva de jubilación ha aumentado y se sitúa en 64,8 años. 20 más tiene casi Primitivo. “Estoy esperando a que llegue el momento; mis hijos ya ni me preguntan”, razona este asturiano enamorado de su tierra, a la que vuelve frecuentemente “pero menos de lo que me gustaría”, una pasión que comparte su familia. “Tengo una nieta [tiene dos hijas y cuatro nietos] que si tuviera trabajo allí se iba para allá, le encanta el norte”.  

A Primitivo se le hincha el pecho de orgullo de hecho cuando habla de la mejor fabada del mundo, en La Sauceda de Bueyes, “a seis kilómetros” de su pueblo. Y de aire cuando recuerda alguno de sus últimos viajes, cuando va sin su mujer, y para en el mirador de Piedrasluengas, tras cruzar Cervera de Pisuerga y antes de enfilar la carretera hacia Potes. “Antes de estar la autovía hacía todos los viajes por ahí, pero ahora lo hago cuando voy solo, cuando llegó arriba paro a tomar el aire”, respira profundamente y pierde la mirada, como si acaso se trasladara allá por un momento. 

Pese a no haber estudiado, Primitivo tiene un excel de cifras en la cabeza. Dispone además bajo el mostrador de un cartapacio con modelos, tamaños y precios, todo meticulosamente ordenado. Por la tienda, entre cafeteras, flexómetros, destronilladores, carros de la compra o cintas metálicas, anda también 'Recu', que lleva 23 años con él, y es su mano derecha. Y Primitivo la defiende a capa y espada. Muchas veces le ha pasado que algún cliente le pide a ella que “venga el jefe” para hablar con él. Un menosprecio a una trabajadora que lleva toda la vida en ferretería, un gremio tradicionalmente ocupado por hombres. Cuando eso ocurre, Primitivo mira fijamente al cliente y le responde que Recu le va a atender perfectamente.

Primitivo Campillo posa en su ferretería de Madrid.

Primitivo Campillo posa en su ferretería de Madrid. / Alba Vigaray

“A la gente le costó acostumbrarse”, admite ella. “Es que el hecho de que te atendiera una mujer en una ferretería, ojo, que si había alguna antes era en la caja”, recuerda el ferretero. Es una sociedad la de 'Recu' y Primitivo inquebrantable y para rato. “Mi jefe está divinamente, esta es su vida, lo disfruta”, le ensalza ella. “Yo es que no sé de otra cosa, de esto poco, pero me defiendo”, dice humilde el ferretero que sigue salvando de más de un apuro a los vecinos poco experimentados en el arte de los cachivaches y aparatos.